Así como Mad Max: Furia en el Camino (Mad Max: Fury Road, 2015), Batman (The Batman, 2022) —con la que comparte la temática de la venganza— y Duna (Dune, 2021), por nombrar algunos, El Hombre del Norte (The Northman, 2022) nos recuerda que el blockbuster todavía puede ser un producto de calidad con los argumentos suficientes para atribuirle un determinado valor cinematográfico. Robert Eggers (La Bruja, El Faro), aclamado director que se catapultó a la cima del cine de género con sus dos primeras obras, toma las riendas de una megaproducción para presentar una épica historia de época sin preocuparse por los límites de presupuesto con los que solía trabajar. Y si bien eso ha significado ceder el control creativo en varios aspectos, Eggers puede estar tranquilo; su más reciente obra dignifica el blockbuster y ofrece una experiencia satisfactoria tanto para sus seguidores como para quienes ocasionalmente se paran por una sala de cine.
Imagen: New Regency Productions, Focus Features, Perfect World Pictures, Square Peg, Universal Pictures |
El joven príncipe Amleth (Oscar Novak) recibe a su padre, el rey Aurvandill (Ethan Hawke), quien ha vuelto de sus viajes de conquista. Como su heredero, el adolescente jura su lealtad y vengarlo en caso de que alguien tome su vida. Así, no pasa mucho tiempo para que finalmente pruebe su valía. Cuando su tío Fjölnir (Claes Bang) asesina a Aurvandill para hacerse con el trono y secuestrar a su madre, la reina Gudrún (Nicole Kidman), Amleth no tiene más remedio que escapar para sobrevivir, jurando algún día regresar para cumplir su promesa y rescatar a la reina. Tiempo después, convertido en un guerrero berserker (Alexander Skarsgård), escucha del infortunio que ha caído sobre el reino robado por Fjölnir, por lo que decide volver para reclamar lo suyo y saldar cuentas con su tío.
Habiendo mostrado su capacidad para crear atmósferas inquietantes cimentadas en la realidad a pesar de su carácter sobrenatural, el salto de Eggers a Hollywood parecía inevitable. Aunque no estamos ante el proyecto de una vida, sí que se trata de algo especial para él y Skarsgård, quienes buscaron la manera de hacer realidad "la representación más exacta de la cultura vikinga en el cine" hasta ahora. Para ello, la única forma de lograrlo era con el respaldo de un estudio —en este caso, New Regency Productions—, el cual, por supuesto, pediría un producto amigable capaz de maximizar su inversión. La buena noticia es que Eggers consiguió encontrar un buen equilibrio entre las demandas corporativas y su visión autoral; la mala es que los primeros números de taquilla indican que el estudio podría no ver un centavo de ganancia, lo cual no es un indicio de una película mediocre, sino más bien de cierto temor del público general por gastar en algo que no sea una secuela o un superhéroe, pero esa es otra historia.
En El Hombre del Norte, en efecto, el director y su equipo ofrecen una inmersión muy completa a la cultura vikinga del siglo IX. Los $70-90 millones de dólares de presupuesto se notan en los detallados sets, los característicos vestuarios y los fascinantes planos secuencia que abundan en la cinta. Jarin Blaschke, fotógrafo de cabecera de Eggers, capitaliza su experiencia filmando en locaciones similares para conseguir tomas que acentúan lo vasto de los paisajes, enmarcando siempre cierta inquietud en el ambiente, como si la naturaleza fuera a devorar a los personajes en cualquier momento. Aunque para muchos el trabajo de Blaschke se basa, en cierta medida, en el reciclaje ideas visuales de La Bruja (The Witch, 2015), es grato ver cómo su estilo se ha podido acoplar a las coreografías que demandaba la filmación. La secuencia del ataque de los berserkers a una aldea, muy al principio, es prueba de ello.
Así como en Hamlet —la leyenda de Amleth fue la inspiración directa para que William Shakespeare escribiese una de sus legendarias obras—, la venganza se encuentra en el núcleo de El Hombre del Norte. Casi en el ADN de Amleth, la necesidad de buscar retribución se convierte en el único objetivo de un tipo casi animal que brutaliza a sus enemigos cuando es necesario —y también cuando no—. Lo que Eggers y el coguionista Sjón —también coescribió Cordero (Dýrið, 2021)— hacen es llevar el viaje del protagonista hacia un cuestionamiento que deconstruye no solo la hipermasculinidad en la que se ha basado toda su vida, sino todas las enseñanzas que se le inculcaron desde pequeño. Cuando debe decidir entre "la amabilidad por sus seres queridos y el odio por sus enemigos", Amleth se topa con la más grande encrucijada: ser o no ser, y he ahí la cuestión.
Está claro que la originalidad no es la mayor fortaleza de la película. Su esencia shakespeariana rescata otras tragedias cinematográficas clásicas, como El Rey León (The Lion King, 1994) y Gladiador (Gladiator, 2000), y otras contemporáneas, como La Leyenda del Caballero Verde (The Green Knight, 2021). Incluso los amantes de los videojuegos encontrarán muchas similitudes entre su estructura narrativa y la de videojuegos como la última entrega de God of War: distintos niveles, nuevos enemigos, mandados para encontrar artefactos... Pero es en su esencia en donde esta semejanza arroja algo más interesante que el contexto que los une: Kratos, al igual que Amleth, encuentra una alternativa para la ira que suele dominarlo casi en todo momento. Quizá, después de todo, valga la pena vivir por algo más que revancha.
Pero donde el filme se tambalea más es en el apartado de los personajes. Eggers y Sjón no muestran un refinamiento absoluto en la caracterización de sus protagonistas. Está claro que Amleth representa más una idea que a un individuo; y aunque al final se le intente dar cierto matiz a su arco narrativo, el énfasis en la ambientación y en la historia no da mucho espacio para indagar en la psique del príncipe, cuya travesía emocional se estanca en el segundo acto, volviéndose reiterativa y hasta un poco vacía. Lo mismo podría decirse, por ejemplo, de Gudrún. Su personaje se vuelve importante únicamente hacia el final, desaprovechando casi hora y media en la que se pudo haber construido de una mejor forma el giro que encierra. Olga (Anya Taylor-Joy), compañera de Amleth en esta aventura, también deja cierta insatisfacción. Si bien la hechichera convertia en esclava demuestra el poder de la feminidad en un entorno que derrocha testosterona, su papel, al igual que el de su protagonista, se queda más en un concepto que un conflicto interno palpable y convincente.
De cualquier manera, El Hombre del Norte es una experiencia que merece ser vivida dentro de una sala de cine. El esmero que Eggers ha puesto en la investigación y en la producción se aprecia en cada artículo de utilería, en cada acto y en una megacolaboración con notables estrellas, entre las que destaca Björk, quien vuelve al cine después de 17 años. Al final, dejando de lado las interferencias corporativas y las deficiencias en las caracterizaciones, la película deja un gratísimo sabor de boca no solo por la impresión que genera un épico combate final "en las puertas de Hel", sino también por una evidente intención de revitalizar el cine de aventura con una atractiva historia sobre lo que hay más allá del odio y la venganza: un futuro libre de las ataduras de la toxicidad masculina y de cualquier designio divino.
El Hombre del Norte se encuentra actualmente en cartelera.
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