"Creen que me escondo en las sombras, pero yo soy las sombras", escribe Bruce Wayne (Robert Pattinson) en su diario a modo de un brutal recordatorio. En una ciudad sumida en el caos, donde las autoridades son tan peligrosas como los criminales, el multimillonario convertido en vigilante enmascarado toma venganza por aquellos que no pueden hacerlo. Pero ¿realmente esto hace una diferencia?, ¿puede más violencia acabar con la violencia? En Batman (The Batman, 2022), el concepto de superhéroe con el que el público en general estaba familiarizado se deconstruye para explorar los traumas y las motivaciones más profundas de aquel que se autodefine a sí mismo como justiciero. Estamos, posiblemente, ante la versión cinematográfica más oscura y espectacular del clásico superhéroe, y ante una bocanada de aire fresco para un subgénero explotado hasta el cansancio.
Imagen: Warner Bros., 6th & Idaho Productions, DC Entertainment |
En su segundo año como Batman, Bruce Wayne trata de limpiar Ciudad Gótica de la actividad criminal que la tiene colapsada. Después de un nuevo ataque de un asesino serial conocido como Acertijo (Paul Dano), el comisionado James Gordon (Jeffrery Wright) se vale de su ayuda para resolver el caso. Pronto, estos crímenes se convierten en un llamado directo a Batman, pues las provocaciones del Acertijo son cada vez más directas y aterradoras. Su investigación pronto apunta a un proyecto del homicida para acabar con la corrupción en la ciudad de la manera más brutal posible. Para detenerlo, Batman comienza a indagar en los bajos mundos de Gótica, donde, además de conocer a Selina Kyle (Zoë Kravitz), una misteriosa trabajadora de un antro frecuentado por la mafia, se enfrenta a un descubrimiento familiar que pone su mundo de cabeza.
La historia de Batman en el cine ha tenido altos y bajos. Para bien o para mal, individuos como Tim Burton, Joel Schumacher y Christopher Nolan moldearon su propio versión de acuerdo a su estilo y el contexto de su época. Con tantas apariciones cinematográficas en más de 30 años, parecía que ya se habían agotado todas las posibilidades en cuanto al personaje; sin embargo, Batman recoge los aspectos más básicos pero fascinantes de su esencia para entregar una de las películas de superhéroes más emocionantes y mejor logradas de los últimos tiempos. Alejada totalmente de las fórmulas y apelando más al cine de género —en este caso, el cine negro—, la cinta cautiva gracias a un protagonista inédito y al nuevo sentido que le da al tan estandarizado cine de superhéroes.
Imagen: Warner Bros., 6th & Idaho Productions, DC Entertainment |
En el centro de todo está Pattinson, elección controversial en su momento para interpretar a Batman. El actor, que ha construido una gran carrera después de la saga de Crepúsculo, entiende a la perfección la dirección introspectiva por la que el director Matt Reeves y el coguionista Peter Craig quisieron llevar al personaje en esta ocasión. La figura del playboy queda totalmente excluida; en su lugar nos queda un tipo callado y visiblemente perturbado que prefiere asumir su identidad secreta para desahogar sus penas. Al permanecer más tiempo como Batman, cualquiera supondría que Pattinson enfrentaría dificultades para transmitir emociones y el vació que inunda a Bruce Wayne; sin embargo, aun debajo de la máscara y de su equipo táctico es posible percibir su vasta desolación. Su voz, sus ojos y hasta la cierta torpeza con la que actúa —dada todavía su inexperiencia como luchador contra el crimen— son determinantes para subrayar la vulnerabilidad del protagonista.
Pero quizá lo mejor de todo es que, aun tratándose de un estudio de personaje, Reeves y Craig cuentan con una notable variedad de bien diseñados personajes secundarios, algunos más fascinantes que otros, aunque todos indispensables para la trama. Kravitz, como Gatúbela, trasciende la etiqueta de la femme fatale para transformarse en una coprotagonista con un arco narrativo casi tan importante como el de Batman. Además, su química con Pattinson es fundamental para, sobre todo, que los momentos en que surge cierta dinámica romántica entre sus personajes vayan más allá de lo físico. Wright también está fantástico como Gordon, aportando incluso un poco de alivio cómico, sin que sea necesario incorporar bromas per se. Pero quien más llama la atención del resto del reparto es Dano, que más o menos revive al memorable Eli Sunday, de Petróleo Sangriento (There Will Be Blood, 2007), para dar vida a un psicópata obsesionado —al igual que Batman— con la venganza. Incluso estando debajo de una máscara buena parte del tiempo, Dano hace visible la locura de un hombre que, desilusionado de su ciudad, ha decidido tomar justicia por sus propias manos.
Imagen: Warner Bros., 6th & Idaho Productions, DC Entertainment |
Colin Farrell, como el Pingüino, y John Turturro, como Carmine Falcone, completan la colección de villanos a los que se enfrenta Batman en esta ocasión. Si bien ambos hacen igualmente un buen trabajo, el primero asombra por su transformación física, demostrando que es posible resultar creíble y complejo con toneladas de maquillaje sobre de sí, no como cierto actor que se hizo pasar por italiano de la manera más estrambótica posible no hace mucho. Y, claro, tampoco podemos dejar fuera a Andy Serkis. Aunque con tiempo limitado en pantalla, su Alfred comparte uno o dos momentos de notable conexión con el Bruce Wayne lastimado de Pattinson.
Las actuaciones son fundamentales para la historia, pero es la música y la fotografía lo que nos adentra por completo en esta versión de Gótica. Michael Giacchino compone un tema que, sin duda, está destinado a ser icónico. Sus variantes se ajustan a la perfección a los distintos instantes de la trama, ya sean de drama, misterio o acción. En cuanto a lo segundo, el trabajo de Greig Fraser deslumbra, irónicamente, con la tenue iluminación de sus imágenes. Así como en algunas escenas de Duna, (Dune, 2021), el nuevo fotógrafo de moda en Hollywood se arriesga componiendo dentro de la oscuridad, algo fundamental para la ambientación. Varias de sus tomas, como aquella en que vemos a Batman acercarse a un automóvil volcado, son magistrales desde donde se les vea.
Imagen: Warner Bros., 6th & Idaho Productions, DC Entertainment |
Batman le debe mucho al cine de crimen de los 70, especialmente al de Martin Scorsese y Paul Schrader. Esta figura solitaria, rota y en busca de venganza tiene varias similitudes con el infame Travis Bickle, de Taxi Driver (1976), y hasta con William Tell, de la reciente El Contador de Cartas (The Card Counter, 2021). En todas, esa necesidad de exorcizarse de su pasado los impulsa hacia un frenesí de violencia del que es difícil escapar —Guasón (Joker, 2019) intentó hacer algo parecido, aunque el ejercicio resultó derivativo—. Por otro lado, como thriller, la cinta se acerca bastante a la obra de David Fincher. Es imposible no compararla con Se7en, los Siete Pecados Capitales (Seven, 1995) y hasta con la serie Mindhunter; ver a Batman trabajar como detective es todo un deleite para sus fans de antaño. Al final, esta amalgama de influencias y subgéneros ha dado como resultado una película de superhéroes única en casi todo sentido.
En Batman, Bruce Wayne se enfrenta a la posibilidad de que su labor "heroica" sea precisamente la causante del espiral de violencia. Y lo que hace valioso a este filme es la manera en que va trabajando esta obsesión para transformarla en algo benéfico no solo para la ciudad, sino para él mismo. Cuando la venganza ya no es suficiente, el propósito es lo único que puede llenar ese hueco que yace en un huérfano que no encuentra su lugar ni en el privilegio ni en la soledad. Matt Reeves ha revitalizado por completo la esencia cinematográfica de Batman, y no queda más que esperar que la trilogía que tiene entre manos siga por este mismo camino.
Batman se encuentra actualmente en cartelera.
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