Tom en el Granero

¿Qué estamos haciendo con nuestras vidas a los 25 años? ¿Quejándonos todo el tiempo? ¿Apenas terminando de estudiar una carrera que no servirá para nada? ¿Trabajando en algo que odiamos? En pocas palabras, nada. Xavier Dolan, a esta misma edad, ha dirigido ya cinco largometrajes y ha estado nominado a la Palma de Oro, posiblemente uno de los premios de mayor prestigio en el mundo cinematográfico. La siguiente reseña de una de sus más recientes cintas, Tom en el Granero, no es en lo absoluto una adulación y exaltación del joven francocanadiense; de hecho, después de verla, hay varios aspectos de la misma que pueden ser criticados rotundamente; lo realmente sorprendente es lo que este hombre ha logrado a una edad en la que apenas unos comenzamos a despegar.

Tom en el Granero es la penúltima cinta de Dolan. Protagonizada por él mismo, el también actor interpreta a Tom, un chico cuyo novio, Guillaume, ha muerto en un accidente. Tras el deceso, Tom viaja a a la campiña quebequense para asistir al funeral y encontrarse de una vez por todas con la familia de este, quienes aparentemente nunca se enteraron de su homosexualidad. Sin embargo, las cosas pronto toman un giro inesperado, pues Francis, el hermano de Guillaume, le advierte violentamente que su mamá no puede enterarse de la verdad.
Dolan lleva por un camino interesante a su personaje principal, uno sumamente peligroso narrativamente hablando, pero la rápida confrontación que se establece entre Francis y él mantiene a flote una trama que por momentos podría parecer que se cae por la borda.

Desde muy temprano en la cinta, Francis comienza a castigar física y psicológicamente a Tom. Desde su punto de vista, el fue quien echó a perder la vida de su hermano. Así, tras el funeral, Tom decide irse y alejarse lo más pronto posible de algo por lo que no debería estar pasando. ¿O sí? Si bien las tretas de Francis, el mal estado de la madre y hasta su propio infortunio lo comienzan a retener en la granja de la familia, algo en Tom sabe que su tarea todavía no ha terminado.

La relación entre Francis es Tom pronto se torna retorcida, sadomasoquista y hasta cierto punto homoerótica. Está claro que este último desea irse ya y dejar todo esto atrás; sin embargo, las labores de la granja comienzan a acercarlo a Francis de una manera que nunca imaginó. Por si fuera poco, la madre tiene en su persona una extensión de su hijo, sin importar que tan discreta que sea esta, pues piensa que Tom fue un buen amigo de Guillaume. Para Francis, por orto lado, el chico representa todo lo que odia, pero al mismo tiempo, su presencia parece intoxicarlo, como si necesitará tenerlo cerca todo el tiempo para no dejar de castigarlo y torturarlo y sentirse bien. Y es aquí donde surgen algunas incoherencias del guión que le restan cierta credibilidad.


Quizá la secuencia más incómoda y bizarra tiene lugar cuando Francis y Tom llaman a una amiga de este última para que se haga pasar por la supuesta novia que Guillaume tenía, esto para que su madre pueda descansar un poco más. Reunidos todos, los personajes cambian radicalmente su discurso volviendo la situación un completo disparate. Por un momento, la madre se muestra apacible y conmovida por el encuentro, pero un segundo más tarde, esta pierde el control y comienza a culpar a todos y cada uno de los presentes por la muerte de su hijo. Francis, por ninguna razón aparente, también comienza amenazar a la amiga de Tom, pero también le hace todo tipo de insinuaciones sexuales. La amiga inmediatamente se da cuenta de la situación que viven los personajes, pero aún así decide quedarse estando al tanto de lo enfermo de todo el asunto. Finalmente, Tom, se muestra ahora sumiso y esperanzado, cree que lo mejor es quedarse en la granja para cuidar a Francis y la madre. Terminada la reunión, los jóvenes salen a tomar unas cervezas nuevamente en el rol que tenían antes. ¿A dónde quería llegar Dolan con esto? ¿Mostrar que Tom era víctima de una peculiar variante del Síndrome de Estocolmo? Antes de todo esto ya era un tanto evidente, pero en fin.

De igual manera, hay varios aspectos de la trama que carecen de aparente justificación. ¿Por qué la madre tenía cierto recelo hacia Francis? ¿Por qué Tom nunca buscó otra manera más radical de irse? Al final, parece que el guión de Dolan cojea de varios frentes.

Finalmente, la misma situación no parece dejar desarrollar a los personajes, pues nunca vemos más allá del Tom torturado o agobiado y del abusivo y obsesionado Francis. Aunque parezca lo contrario, estos resultan unidimensionales.

Por supuesto, hay varias cosas rescatables e interesantes, como el cambio de formato que utiliza Dolan para cerrar las secuencias en las que Tom se ve sometido a una gran presión. Poco a poco, la toma se va cerrando verticalmente oprimiendo al protagonista y dejándolo sin salida, tal y como está sucediendo en la trama. De cualquier modo, aunque el recurso tiene su valor, sigue sin aportar algo realmente importante mas que lo evidente.

La música, sumamente dramática en ocasiones, es otro de los elementos destacados de la cinta.

Tom en el Granero es un experimento que busca combinar comedia y drama de una manera poco usual y ciertamente poco efectiva. Hay quienes dicen que la aparición de Dolan en cada plano cae en lo narcisista y superficial; sea cierto o no, la hermosa cinematografía no rescata a una película que pudo haber sido mucho más interesante y convincente, todo una lástima. Esperemos que el joven francocanadiense nos demuestre algo más con Mommy, su último trabajo.

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