Mad Max: Furia en el Camino: de sangre y gasolina

Solo bastan unos cuantos minutos para sentir que nuestra cabeza explota mientras estamos viendo Mad Max: Furia en el Camino. Enseguida nos encontramos con el aparente personaje titular de esta película, Max (Tom Hardy), un forajido y solitario tipo que recorre los desiertos y llanuras sin un propósito más que el de sobrevivir, en una situación apremiante. Es un par de escenas después que lo vemos ya metido en un serio problema cuando es capturado por un grupo de salvajes fanáticos, quienes lo reclaman como trofeo y como "fuente de sangre" para cuando sea necesario. ¿Y quién es realmente este Max? A parte del hecho de que parece ser alguien atormentado por trágicas decisiones, el tipo parece tener nada qué perder, además de su chaqueta y auto. Su vida es una de las cientos de insignificantes más que surcan el infinito despoblado ¿Qué lo hace tan especial entonces? Estamos ante la nueva encarnación de un clásico, no necesariamente la de una figura, sino de todo un concepto, uno en donde la supervivencia y el nuevo orden son presentados de una manera tan rimbombante como espectacular. Mad Max: Furia en el Camino es posiblemente la mejor película de acción del siglo XXI.

En este mundo posapocalíptico, el agua y la gasolina escasean. Los enclaves humanos existen bajo un sistema casi medieval en donde todo tipo de tiranos sin escrúpulos someten a su pueblo a través de una despiadada sed. Es en la Ciudadela donde gobierna Immortan Joe (Hugh Keays-Byrne), una especie de rey y figura de culto a la que sus habitantes temen, y sus soldados, los "War Boys", idolatran. Cuando llega el día de mandar al imponente camión cisterna por el regular abastecimiento de gasolina, Imperator Furiosa (Charlize Theron), una de sus principales caudillos, revela sus propias intenciones cuando se descubre que se ha llevado consigo las más preciadas posesiones de Immortan: las parideras: cinco hermosas jóvenes receptáculos de la masculinidad del tirano y su vital medio de reproducción.

La nueva entrega de Mad Max, treinta años después de la última parte, llega en una convulsionada época en donde las grandes producciones son proporcionalmente equivalentes a guiones estúpidos y personajes simplones. Furia en el Camino es una osada afrenta a la manera en que Hollywood hace sus películas hoy en día y una bocanada de aire fresco para el género. George Miller, el veterano director y mente maestra de toda la franquicia, emerge una vez más, prácticamente de la nada, para entregar uno de los productos más finos y exquisitos del cine de acción contemporáneo. Tal y como se dijo en un principio, bastan solo unos momentos para darnos cuenta que no estamos ante una película convencional. Es en la Ciudadela donde rápidamente nos topamos con las más disparatadas peculiaridades, como lo grotesco que resulta el cuerpo de Immortan, lo extraño de un cuarto dedicado a succionar la leche materna de mujeres obesas o lo misterioso de un grupo de soldados adeptos a este último que utilizan a desafortunados hombres, clasificados como "sacos de sangre", para dotarlos de fuerza para la batalla. Cada escena nos va revelando no solo un poco más de este retorcido e incluso familiar mundo, sino la gran delicadeza y creatividad que Miller y su equipo ha invertido en este monumental proyecto. 


Resulta sumamente divertido pensar que este hombre es el que ha estado detrás de obras familiares como Babe (sí, el cerdito valiente), o Happy Feet. ¿Cómo es que en el cerebro de alguien puedan coexistir lo tierno y simpático de historias como estas y lo sucio y violento de un relato como el de Mad Max? Vaya que Miller puede presumir se su gran versatilidad, pero es en el fondo donde podremos encontrar algunas temáticas en común, todas basadas en el potencial humano.

Pero volvamos al asunto que nos concierne. El australiano es intrépido por naturaleza. Sus primeras películas en la serie lograron un estatus de culto, y es precisamente ese formato posapocalíptico arraigado completamente en lo posible al que hemos visto repetirse hasta el infinito en cualquier medio de entretenimiento. No es que él lo haya inventado, pero sí que lo perfección y redefinió. Algunos han tratado de darle giros hiperrealistas, como su compatriota David Michôd, quien con The Rover trató de "humanizar" la búsqueda de la supervivencia con personajes igual de enigmáticos pero pobremente representados. No hay nada como lo que Miller ha hecho. Su estilo parece que puede llegar a lo ridículo y lo fuera de lugar, pero está claro que el director nunca cruza esa línea. Y lo que es más, el hecho de que la cinta cuente con más efectos prácticos que digitales habla de su preocupación por hacer una declaración tanto narrativa como técnica. 


Y aunque lo visual merezca todas las alabanzas posibles, Miller no se ha olvidado en lo absoluto de sus personajes y de realmente narrar algo. Furia en el Camino trata sobre la supervivencia en un lugar en donde las reglas han cambiado, lo cruel y despiadada que puede llegar a ser nuestra especie, la búsqueda del hogar y, ajeno a cualquier producción hollywoodense, el real valor de la mujer y su papel en una sociedad en constante cambio. Contrario a lo que la mayoría del público pensaría, Max no es el verdadero protagonista de esta historia (este gruñe más que hablar). Es Furiosa el verdadero corazón de todo. Su determinación por salvar a las jóvenes y el gran deseo de volver a ver su hogar es lo que mueve hacia adelante la narrativa. Su liderazgo, inteligencia y fuerza bruta son sus mayores atributos. Cualquiera diría que Max iba a ser su salvador, pero no, Furiosa es en realidad la chispa que lo hará cambiar de opinión en lo que sea que él esté buscando. Las jóvenes parideras, aunque caigan en la casilla de las "damiselas en peligro", tienen su propia voz y voto. Hartas de ser los trofeos de Immortan, estas se revelan escapando de su yugo y buscando la independencia. Esa es claramente su mayor virtud. Cerca del final, Miller enfrenta al grupo de Max, compuesto solamente por mujeres, con el de Immortan, todos hombres sedientos de sangre. No habrá que pensar mucho para saber quién resulta ganador, pero lo importante aquí es la manera en que la mujer es representada: como una guerrera que en realidad no odia al hombre, sino que está también a su altura para pelear y liderar.

La redención es un aspecto importante en los motivos de los protagonistas. Junto a Furiosa y Max también está Nux (Nicholas Hoult), un integrante de los "War Boys" que en un principio trata de detenerlos, pero es la camaredería y todo un nuevo sentido que le encuentra a la muerte lo que le abre los ojos y la mente. Cada uno de ellos busca redimirse, no sabemos exactamente de qué y la verdad es que no nos importa, la cuestión es qué está dispuesto a hacer cada uno para estar en paz consigo mismo.

Cuando creemos que ya lo hemos visto todo, Miller nos vuelve a sorprender de todas las formas posibles. Autos modificados de las formas más impresionantes quedan de lado cuando vemos a un endemoniado guitarrista tocando colgado de un monstruoso vehículo formado por amplificadores. Los exóticos vestuarios y lo extraño y creativo de los villanos nos recuerdan la magia de Terry Gilliam o lo grotesco del Dune de David Lynch. Hay que verlo para creerlo.


Mad Max: Furia en el Camino es excepcional, casi no hay nada que le podamos reclamar a George Miller; al contrario, habrá que darle las gracias por regalarnos esas increíbles secuencias de persecución cargadas de tensión y adrenalina. Esta película ha colocado la vara con la que todas las demás aspirantes del género tendrán que ser medidas de ahora en adelante.

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