La Bruja: un diabólico y profundo drama familiar


ADVERTENCIA: LA SIGUIENTE RESEÑA CONTIENE VARIOS SPOILERS

Hay algo más que terror en La Bruja, opera prima del director Robert Eggers. Siguiendo una renovada tendencia que se ha visto en cintas recientes como El Babadook, Está Detrás de Ti y Dulces Sueños, Mamá, el realizador nos presenta una historia con un potente trasfondo psicológico y como una metáfora del aspecto más oscuro de la sociedad en la que vivimos. ¿Qué tiene el Demonio que lo hace lo sumamente atractivo para nosotros? ¿Qué hay detrás de esa seducción y esas promesas de realización? Por supuesto que una maldad y un alto precio que se paga con el alma, pero ante la opresión de los semejantes y una vida llena de humillación y zozobra, un pacto faustiano parece traer consigo una terrible y ansiada libertad.

Han pasado solo unos años desde que el Mayflower llegó al norte del nuevo mundo. William (Ralph Ineson), padre de familia que vive en una plantación puritana de Nueva Inglaterra, ha sido expulsado de la comunidad, junto con los suyos, debido a sus creencias religiosas y al orgullo que siente por ellas. Así, el hombre toma su carreta, su caballo y se interna en tierras inexploradas para construir su granja y generar el sustento propio. Pero todo sale mal desde el principio; el maíz se pudre, la comida escasea, la tensión entre la familia va en aumento. Thomasin (Anya Taylor-Joy), la primogénita y más vivaz de los hijos, trata de ayudar en todo lo que puede, pero por alguna razón, las cosas simplemente no se comienzan a dar en la granja. Todo empeora cuando Samuel, el recién nacido, desaparece de la nada. Resignados y asustados, la familia trata de seguir adelante, pero una fuerza oscura que habita en el bosque cercano comienza a posarse sobre ellos, misma que probará su fe y las debilidades más profundas con las que fueron condenados al nacer.


La Bruja es excepcional en todos los sentidos. Eggers ha demostrado no solo una finura al dirigir a su elenco, mayoritariamente infantil, y moldearlo como seres extraños, antiguos y desdichados, sino también una gran mirada para poder crear un lúgubre ambiente anclado en una realidad histórica que aporta bastante a toda la trama. La decisión de contar este relato en un contexto atípico no obedece simplemente al deseo de refrescar el género y salir de lo convencional; todo el asunto religioso y las circunstancias que viven estos personajes son fundamentales para poder concebir esta película en la que una crisis de fe se encuentra en medio de todo.

William es un hombre que ha decidido seguir el camino que su orgullo le ha dictado. Sin ningún temor, este cree que podrá dominar cualquier cosa que les aguarde allá afuera. Conquistarán lo desconocido, asegura, pero no podría estar más equivocado. Sus habilidades como granjero son nulas y por si fuera poco, sus impetuosos hijos pronto comienzan a desarrollar un libre albedrío y a desafiarlo en todos los sentidos. ¿Ha abandonado Dios a William? ¿Es su orgullo realmente un pecado imperdonable? Negado a pedir ayuda mientras uno de sus pequeños está desaparecido y los demás empiezan a morir de hambre, William se encomienda a Dios para salir de su predicamento.


Tal y como se menciona en el principio, La Bruja podría no ser más que un cuento folclórico extraído de las entrañas de la Nueva Inglaterra de los 1600. De hecho, Eggers hizo una extensiva investigación sobre las costumbres de la época y logró armar una serie de diálogos de acuerdo a los tiempos con el uso del inglés antiguo, cosa que ayuda enormemente a la ambientación y a darle un aire casi sagrado a lo que estamos viendo. A pesar de situarse en un tiempo ajeno, la sensación de que estamos ante un relato casi bíblico es ineludible. Hay un mal allá afuera. El hombre ha cometido un pecado. ¿Vencerá el Demonio y logrará consumir al hombre? La ausencia de Dios es por demás perturbadora. Los constantes rezos y plegarias nunca son escuchadas. El abandono es real. Así, como un cuento, quizá podamos encontrar una moraleja relacionada sobre todo con la religión y la aparente crisis de fe, pero el director va más allá al introducirnos en un conflicto con demasiados matices.

Antes de ser una pieza histórica y una película de terror psicológico, La Bruja es un drama familiar en el que una fuerza sobrenatural poco a poco consume a cada uno de sus integrantes y los pone los unos contra los otros. No hace falta una intervención demasiado activa. Sea lo que sea que esté actuando en contra de ellos, lo único que ha hecho falta es sacar a relucir sus más oscuros deseos y avivar sus más sentidas frustraciones. Cada uno de los miembros de la familia sucumbe, digamos, ante sus mismos pecados. Caleb (Harvey Scrimshaw), el hermano menor, no puede evitar sentir un poco de lujuria hacia Thomasin, quien se está convirtiendo ya en una mujer. Katherine (Kate Dickie), la madre, está dispuesta a entregar lo que sea con tal de ver a sus hijos sanos y salvos. Los gemelos, los más pequeños, han entregado su inocencia a una maligna entidad que habita al macho cabrío de la granja. Y William, claro está, se rehúsa a abrir los ojos y darse cuenta del lugar a donde ha arrastrado a su familia.


Sin embargo, La Bruja también puede ser vista como una historia de maduración, una ciertamente muy retorcida, pero en la que, al fin y al cabo, vemos a la protagonista, Thomasin, encontrar su camino y liberarse de las cadenas. A lo largo de la película podemos identificar las crueles costumbres asociadas con la sociedad patriarcal. Mandar a la hija a que le trabaje a otra familia, someter a la mujer, abusar de la autoridad... Thomasin no puede confiar en nadie. Caleb, el único que la apoyaba, terminó por caer en la tentación. Los gemelos, por otro lado, la acusan de ser la bruja que ha traído la calamidad a la familia. Las escenas finales, en las que los designios del Demonio se ven completados y Thomasin queda sola, la oportunidad de liberarse y olvidarse de la humillación yacen frente a ella. La decisión es suya, resta entregar su alma. Lo que sea antes de seguir siendo pisoteada. Así, la niña se ha transformado, ha adquirido el control y por primera vez en la vida puede gozar de la libertad. Es hasta profano sentir una gran alivio y satisfacción por la realización final del personaje.

Eggers, además de encontrar inspiración en la perturbadora atmósfera de El Resplandor de Kubrick, probablemente pudo observar ciertas similitudes en su obra con el Anticristo de Lars Von Trier. Ambos han recurrido a la naturaleza para contar una historia sobre el mal. Los animales y el mismo entorno auguran la llegada de algo terrible. La liberación de sus personajes femeninos también es notable. Al entregarse a la parte más oscura de ellas han renunciado a su contraparte masculina que cree tener el control y a cualquier de los cánones sociales a los que deban someterse. La maldad como una forma de independencia y de regresar al estado más natural.


Además de valerse de una estremecedora música original, una fotografía que convierte la clave baja en un ambiente hostil y sombrío, La Bruja cuenta con la maravillosa dirección de Eggers, de quien resulta imposible creer se trate de su primer trabajo. Como una reflexión social, la película toca importantes fibras que vale la pena identificar. La cruel transformación de Thomasin debe hacernos mirar a nuestro alrededor y mantenernos críticos hacia la represión. "El mal toma muchas formas", pero su origen podría ser más natural de lo que nos imaginábamos.

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