La demencia como aquel departamento del que se creía conocer cada rincón; una arquitectura que, a pesar su familiaridad, levanta suspicacia en todo momento. Recorrer sus pasillos pareciera una tarea de rutina; sin embargo, los espacios presentan diferencias día con día, y no como si se tratase de una remodelación, sino como si alguien estuviera llevando a cabo una mudanza que no termina jamás. Los libros ya no están en su lugar; el reloj de siempre se esconde en cada oportunidad; el conocimiento y el tiempo se escabullen de estas cuatro paredes. El departamento, aunque sigue ahí, ya no es como antes, o quizá nunca lo fue. En El Padre (2020), la extraordinaria película de Florian Zeller, este terrible padecimiento se nos presenta como nunca antes en la pantalla grande: un tortuoso recorrido por un lugar aparentemente reconocible y desde el punto de vista del enfermo.
Imagen: F comme Film, Trademark Films, Cine@, Film4, Orange Studio, Canal+, Ciné+, AG Studios |
Anthony (Anthony Hopkins) es un anciano que se rehúsa a que su hija Anne (una brillante Olivia Colman) le mande una ayudante para cuidarlo cuando no esté. El hombre, sufriendo de una cada vez más abrumadora demencia, no solo olvida cosas mundanas del día a día, sino acontecimientos importantes de su vida pasada. Consternada por su condición, Anne trata de ayudarlo como sea a pesar de su renuencia; pero las cosas solo empeoran con el paso del tiempo. Aunado a ello, Paul (Rufus Sewell) no contribuye en lo absoluto con una actitud de desprecio hacia su suegro. Cuando Laura (Imogen Poots), una nueva cuidadora, llega a la casa, el presente y el pasado de Anthony comienzan a mezclarse, creando una "realidad" traicionera y confusa.
Florian Zeller, novelista y dramaturgo, hace su impresionante debut con El Padre, cinta que competirá por varios premios Óscar en su próxima edición —entre ellos Mejor Película, Mejor Actor y Mejor Actriz de Reparto—. Basándose en su exitosísima obra de teatro —llevada a más de 45 países desde el 2012— el francés hace una certera e íntima exploración de la demencia como prácticamente nunca se había visto en el cine: poniéndonos en los zapatos del enfermo. A través de una narrativa fragmentada —de la que Tenet (2020) seguramente estará celosa— Zeller y su coguionista Christopher Hampton ofrecen una aproximación a lo que significa levantarse cada día y no saber quiénes somos ni qué hacemos en ese lugar. Pero antes de entrar en ese tema, hay que destacar al protagonista de esta historia.
Anthony Hopkins se echa la cinta al hombro con una brutal interpretación, quizá una de las dos o tres mejores de su larga carrera. El actor —que se interna en el relato, seguramente, con la inquietud de acercarse a una condición similar por su avanzada edad (no por nada el personaje lleva su nombre)— ejerce un papel de narrador no confiable durante toda la trama. Su naturalidad es fundamental para hacer que el anciano parezca un niño indefenso por momentos, y un viejo cascarrabias malintencionado en algunos otros. Los días buenos y malos de Anthony son el escenario ideal para atestiguar la capacidad histriónica de Hopkins. La ternura que despliega —que en ningún momento se convierte en lástima— y la ingenuidad de la que es presa son protagonistas de algunas de las escenas más conmovedoras de la película, particularmente una hacia el final, donde el poder de su actuación resulta inédito y devastador.
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Los noventa y tantos minutos de duración representan un recorrido por un laberinto narrativo. Tanto Anthony como el espectador son sometidos a una distorsión del tiempo y el espacio, resultado de un montaje muy ingenioso de una serie de secuencias aparentemente sin sentido en su conjunto. Pero la intención de Zeller y Hampton no es que armemos el rompecabezas en nuestra cabeza, sino mostrar lo que siente un persona cuando la demencia se apodera de su memoria. Este recurso nos recuerda lo hecho por Charlie Kaufman en Pienso en el Final (2020), otro viaje —este más surreal— por los recónditos compartimentos de la mente de un hombre que recuerda su vida. En la fallida Tenet, uno de los personajes declara: "No intentes comprenderlo, siéntelo". En la de Nolan, las palabras parecen superfluas; pero en estas dos interpretaciones metafísicas sí que adquieren un mayor sentido.
El departamento, donde tiene lugar casi toda la cinta, se convierte en un personaje más. El espacio —un notable trabajo de diseño de producción que hará babear a cualquier diseñador de interiores— cambia constantemente conforme avanza la trama. Por momentos cálido y acogedor, y por otros frío y sobrecogedor, el lugar se presenta a sí mismo como un pequeño universo de trampas y refugios; mientras que en algunas habitaciones Anthony encuentra un sitio para esconderse y sentirse relativamente él (su cuarto o el baño), en otros cae presa de su memoria en descomposición y de los malos tratos de su yerno (la sala y el comedor).
Imagen: F comme Film, Trademark Films, Cine@, Film4, Orange Studio, Canal+, Ciné+, AG Studios |
La música de Ludovico Einaudi, sutil y precisa, también juega un papel muy importante. Enclavadas en lo clásico, los composiciones bien pudieron haber sido usadas con fines melodramáticos; sin embargo, Einaudi las distribuye inteligentemente para acentuar la tensión —casi metiéndonos en un thriller— que vive el protagonista.
Zeller concibe su película como algo muy cercano a su obra de teatro, lo cual, para muchos, podría restarle valor cinematográfico; pero la realidad es que el director muestra su astucia al poder insertar su trabajo en un nuevo formato, valiéndose de una variedad de recursos que realzan el relato.
El Padre se une a otros recientes filmes que han mostrado la demencia y la senectud desde el punto de vista de la tercera edad, y por medio de dispositivos poco convencionales. El Agente Topo (2020), por ejemplo, a través del documental, reafirma el valor de la gente vieja; por otro lado, Relic (2020), en clave de terror, exhibe las dificultades familiares que surgen cuando el enfermo comienza a derrumbarse mentalmente. Incluso Amour (2012), de Michael Haneke, sobre todo por hacer uso de un solo espacio, nos viene a la mente. Y a pesar de sus diferencias, todas llegan a una conclusión similar: el poder de la empatía para brindar un momento de paz, por más efímero que sea, a los ancianos que poco a poco se nos desvanecerán ante nuestros propios ojos, aunque sigan físicamente ahí.
El Padre se encuentra en cartelera.
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