"Pienso en el final", se dice a sí misma constantemente Lucy (¿o será Louisa?) en distintos momentos de la película que lleva el mismo nombre, lo nuevo de uno de los escritores de Hollywood más originales del actual siglo: Charlie Kaufman. La "mujer joven", como se le denomina a Jessie Buckley en los créditos, es la guía que nos interna nuevamente en el ya característico e intrincado mundo del guionista: un surreal laberinto mental en el que las leyes de la lógica no aplican.
Es a través de la mujer joven, y de Netflix, que Kaufman nos presenta una profunda conversación sobre una gran cantidad de cosas, las cuales parecen apuntar a varios temas en específico: la memoria, la perspectiva y la resignación.
En medio de una tormenta invernal, la mujer joven y su novio Jake (Jesse Plemons) se embarcan en un viaje por carretera para visitar la granja de los padres de este último. Durante el camino, la mujer joven piensa constantemente en cortar la relación con él; las triviales pláticas que este propone no ayudan del todo. Al llegar a la casa y después de dar un paseo por los alrededores del lugar, los padres, con un extraño comportamiento, dan la bienvenida a la pareja.
La tensión e incomodidad se apoderan de la velada, pero la mujer joven no tiene más remedido que seguir la corriente y esperar a que todo termine para regresar a casa y dar por terminada la relación. Así, una serie de extrañas ocurrencias en la casa de los padres de Jake y en el camino de regreso le dan una nueva perspectiva a su relación y a la propia vida de su novio.
Inactivo durante casi toda la década pasada, a excepción de la fantástica y melancólica Anomalisa (2015), Kaufman regresa en mejor forma que nunca con su tercer cinta como director.
Si bien el cineasta ganó notoriedad por sus guiones originales, siendo el de Eterno Resplandor de una Mente Sin Recuerdos (2004) el que le valió el Óscar, las adaptaciones han resultado sin duda en una oportunidad de ver desplegado todo su ingenio. En El Ladrón de Orquideas (2002), por ejemplo, una de las adaptaciones más osadas que se hayan visto en lo que va del siglo, el guionista canalizó toda su frustración profesional para concebir una astuta metanarrativa. En Anomalisa lo hizo nuevamente con una obra ajena, aunque a través de otro formato, pero no por eso menos valioso.
Ahora, con Pienso en el Final, Kaufman toma una vez más una novela para interpretarla a su manera.
El guionista convertido en director apuesta por aspectos poco convencionales para crear el mundo en el que se desarrollan estos personajes. Además de disponer del llamado formato académico en pantalla, la acción nos remite rápidamente a un espacio cerrado, en este caso, el auto de Jake, donde tiene lugar una larga secuencia en la que lo vemos a él y a su novia sostener una incómoda charla que reafirma la intención de esta última de cortar por lo sano cuando finalmente regresen.
Buckley y Plemons contribuyen de gran manera para convencer al espectador de la falta de química entre estos dos individuos. Plemons nos invita a sentir algo de lástima por alguien que parece esforzarse demasiado. No luce como un mal tipo, pero su insistencia en quedar bien siempre resulta un tanto patética. Por otro lado, Buckley, el alma de la película, triunfa al proyectar una notable sensación de hastío y claustrofobia. ¿En qué se ha metido?
El clásico "no eres tú, soy yo" podría tener cabida en esta situación específica, aunque sería demasiado sencillo explicarlo como un relato de rompimiento. Al tratarse de Kaufman, no podemos tomar las cosas tan literales.
En el segundo acto de la película, el toque del director se hace cada vez más evidente. En casa de los padres, interpretados por unos maravillosos y perturbadores Toni Collette y David Thewlis, la dinámica se acerca al territorio que mejor maneja. Si el tiempo a solas con Jake había sido muy fastidioso para la mujer joven, la cena con los papás no podría ser descrita mas que como insoportable.
Y entonces, ¿a dónde es realmente que ha llegado la protagonista? ¿A la casa de sus suegros o a una interpretación muy retorcida y surreal de esta? Sería un ejercicio fútil tratar de encontrar el verdadero significado de lo que Kaufman ha intentado plasmar en la pantalla esta vez; las distintas interpretaciones no se han hecho esperar, y es ahí donde radica la genialidad de una obra como esta.
En sus trabajos anteriores, la deconstrucción de sus complicados personajes se lleva a cabo en un mundo creado dentro de la mente de estos, una especie de prisión de la que intentan de escapar. Solo es cuando estos individuos son golpeados brutalmente por esta terrible "realidad" que se disponen a intentar salir. Con Pienso en el Final, la dinámica cambia un poco, pues el punto de vista que asumimos no es necesariamente el del sujeto en cuestión, sino el de alguien ajeno, por más que se trate de una posible construcción de su propia conciencia.
El viaje por carretera es una travesía por las memorias de un hombre que contempla su vida, errores, sueños y todas las oportunidades que dejó pasar. No por nada vemos cómo Jake mira con suspicacia a su novia cuando esta piensa en un sinfín de cosas, entre ellas, el final de su relación. "¿Dónde termino yo y empieza Jake?" se pregunta la mujer joven, la cual es identificada por distintos nombres a lo largo de la historia.
En la casa, el lugar donde posiblemente se han generado sus peores y mejores recuerdos de Jake, la mujer joven es testigo del presente, pasado y futuro de su novio. Cada habitación guarda cualquier cantidad de detalles que poco a poco ayudan a llenar de matices a un hombre comprometido con sus padres, quienes experimentan su lado más apático al sentirse avergonzado por ellos; pero también el más comprensivo al recibir su cuidado y cariño durante la enfermedad.
No hace mucho, Natalie Erika James hizo algo parecido con Relic (2020), donde se explora la enfermedad mental de una anciana a través de un lúgubre recorrido por una casa encantada. Aunque aquí, por supuesto, no hay un elemento de terror por medio, pero sí un tanto desconcertante y hasta perturbador en cierto sentido, Pienso en el Final alude a varios aspectos de la demencia y las consecuencias que trae a una familia completa.
Kaufman también hace referencia a una variedad de pensamientos, ideas, situaciones y acontecimientos, algunos muy arraigados en la vida estadounidense. Otra larga charla durante el regreso, conformada por cuestionamientos sobre películas, autores, el paso del tiempo, el significado el suicidio, la deshumanización, el poder del espectáculo y una parada por un helado, culmina con un poderoso clímax que da mucho para reflexionar una vez concluida la cinta, cuando la tormenta ya ha pasado, los créditos aparecen y un guiño final nos da una pista más para poder descifrar, aunque sea un poco, lo que acabamos de ver.
Pienso en el Final, probablemente la obra más intricada de Charlie Kaufman gracias a su inusual edición y la plétora de ideas que ha querido introducir, necesita de varias vistas para poder desenmarañar el embrollo, aunque una es suficiente para seguir pensando por horas y apreciar la claustrofóbica fotografía de Lukasz Zal (Guerra Fría).
El año que entra, si la pandemia lo permite, el cineasta volverá a su faceta como guionista con un filme de ciencia ficción, así que quizá lo veamos más seguido de ahora en adelante como en la década antepasada. Por mientras, tendremos su más reciente trabajo a la mano en cualquier momento para seguir en busca de más respuestas.
Que buena reseña, de tan buen film.
ResponderEliminarNunca serán suficientes las veces de ver el film y lograr interpretar cada parte de diálogo, detalles de vestuarios, guiños, colores, sitios/espacios, referencias de otros filmes... en fin; y eso es lo que hace aún más genial a Kaufman.