Fede Álvarez revivió Evil Dead con Posesión Infernal (Evil Dead, 2013), brutal remake de la icónica película de terror de los 80. Luego, dentro del mismo género, volvió a sorprender con No Respires (Don't Breath, 2016), cuya originalidad y nivel de tensión la convirtieron en un éxito inesperado. Habiendo hecho maravillas con bajos presupuestos, y demostrado su capacidad para mantener al público al filo del asiento, el uruguayo resultó la opción ideal para resucitar por enésima vez la franquicia de Alien, que había perdido del rumbo desde hace tiempo. Alien: Romulus (2024), entonces, a pesar de algunas decisiones creativas cuestionables, sirve como un redireccionamiento narrativo, un retorno a las raíces y una consolidación de Álvarez como una de las grandes figuras del cine de terror en el mainstream.
Imagen: Scott Free Productions, Brandywine Productions, 20th Century Studios |
Ridley Scott llevó a Alien por un camino que dividió a los fans. Expandiendo el universo con precuelas cargadas de un discurso filosófico no tan convincente, la sensación de terror genuino que causaba la criatura diseñada por H. R. Giger quedó sepultada. Milagrosamente, los tipos de pantalón largo entendieron que había que hacer algo para recuperar la esencia de la saga y sacudir la taquilla. Y eso es precisamente lo que ha hecho Álvarez junto al coguionista Rodo Sayagues: lograr que Alien volviera a generar esa sensación de claustrofobia, repulsión e incomodidad que caracterizaba a las cintas de antaño. El resultado es una mezcla de conceptos, situaciones y estilos que cumple lo previamente mencionado, y que hace también un repaso tanto por la todavía corta carrera del realizador como por varios clásicos del cine de ciencia ficción.
Los primeros minutos de Alien: Romulus nos remiten, inevitablemente, a 2001: Odisea en el Espacio (2001: A Space Odyssey, 1968); el monolito del clásico de Kubrick, aquella misteriosa figura a la que le rendían culto los homínidos, resurge aquí en forma de un mortal premio al que los hombres de un futuro lejano también veneran de una manera retorcida. Y no solo eso, pues, más adelante, la batalla que sostienen HAL 9000 y el astronauta David Bowman tendrá otro round en el espacio —con una fenomenal actuación de David Jonsson incluida—. Y aunque el aspecto filosófico en la cinta en cuestión no se compara con el de 2001, la confrontación entre humano y máquina la inserta muy bien en la ciencia ficción auténtica, aquella que se preocupa por ahondar en esta relación cada vez más compleja en la vida real.
Imagen: Scott Free Productions, Brandywine Productions, 20th Century Studios |
Después, la presentación de los personajes nos adentra en un entorno que recuerda bastante a Blade Runner (1982); la población de la colonia Jackson's Star trabaja como esclava de la corporación Weyland-Yutani, al mismo tiempo que los sintéticos son tratados como seres repugnantes. El diseño de producción proyecta la decadencia humana de un futuro posible, y, de nuevo, Álvarez y Sayagues recurren a nuestra relación con la inteligencia artificial y el capitalismo voraz a modo de especulación social: ¿qué nos depara como una especie a merced de grandes corporaciones cada vez más ávaras y con mayores herramientas tecnológicas al alcance? En el espacio, nadie puede escucharte gritar, y en el futuro, ninguna empresa tendrá piedad.
Tras ese preámbulo, Álvarez convierte el primer acto de la película en algo así como "No Respires en el espacio", trasladando a la franquicia la convención de los adolescentes en una "casa embrujada". Notable es la escena en la que una parte del grupo debe escapar de los facehuggers usando la inteligencia del androide y una pizca de suerte, lo cual resulta muy familiar a la parte de No Respires en la que los jóvenes tratan de confundir al hombre ciego con un plan muy parecido. Por supuesto, esta fórmula viene con sus contras, como el hecho de que la mayoría de los personajes simplemente funjan como carne de cañón. Aunque esa no es la parte más cuestionable del filme —también está ahí la resurrección de un actor icónico de la saga por medio de CGI, algo irónico al tratarse de una historia que habla un poco sobre los peligros de la tecnología—, sino la que viene a continuación.
Imagen: Scott Free Productions, Brandywine Productions, 20th Century Studios |
De cualquier manera, Alien: Romulus es un triunfo del trabajo en conjunto de efectos prácticos y digitales, dejando ver que es posible crear inmersión y asombro por igual con una mezcla sana de ambos. Si bien el filme opta por un camino fácil conforme se acerca a su resolución, el entretenimiento que ofrece está garantizado, y eso se agradece, pues desde Alien 2: El Regreso (Aliens, 1986) una entrega de la saga no había emocionado tanto.
Alien: Romulus está actualmente en cartelera.
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