A finales de los 70, el cine de ciencia ficción cambió para siempre con Alien: El Octavo Pasajero, cinta que incorporó al género efectivos elementos de terror dando como resultado una obra única con una estética inédita hasta el momento. Casi 40 años después, la saga derivada de la misma se ha convertido en un distintivo de la cultura popular y ha permanecido sumamente influyente en distintos medios y niveles. Ridley Scott, una de las mentes detrás de su origen, rápidamente se convirtió en un cotizado director y eventualmente en una voz autorizado de la ciencia ficción. Sin embargo, la voracidad de Hollywood terminó por reducir la propiedad a una ridícula versión de sí misma con terribles secuelas; el mismo Scott contribuyó con una poco memorable precuela que desmitificó todo el concepto de la original. Ahora, con Covenant, el longevo director demuestra de una vez por todas, si es que no lo había hecho antes ya, que su talento se ha agotado y que definitivamente debería dejar de hacer películas.
Años después del fracaso y desaparación de la tripulación del "Prometeo", una nave colonizadora llamada "Covenant" parte de la Tierra en busca de un nuevo mundo. A bordo, un pequeño equipo liderado por el capitán Christopher Oram (Billy Crudup) y la segunda al mando Daniels (Katherine Waterston) se topan con una serie de fatales incidentes que ponen en peligro su misión. Al resolver los aspectos más críticos de la misma, la nave capta una extraña señal de un origen no natural que insta a Oram a localizar la procedencia debido a que podría involucrar el hallazgo de un planeta habitable. A pesar de la renuencia de Daniels, el equipo, también integrado por el sintético Walter (Michael Fassbender) se dirigen a este mundo con la esperanza de encontrar respuestas. Ahí rápidamente caen víctimas de una mortífera forma de vida que podría tener una relación con la misma concepción de la especie humana y una avanzada especie de extraterrestres.
Tenemos que remontarnos casi una década para encontrar una cinta decente de Scott (Gángster Americano) y hasta principios de siglo para su última gran obra (La Caída del Halcón Negro). En los últimos tiempos, el director ha sucumbido profesionalmente y ha sido presa de malos guiones, pésimas decisiones creativas y un afán por destruir el legado de una de sus creaciones más emblemáticas. Después de la decepción provocada por la poco emocionante Prometeo, Scott continúa en la misma línea con Covenant, relato que ciertamente se acerca un poco más a la esencia de Alien, pero que se niega a dejar de lado todo lo malo que emanaba del capítulo anterior. En resumen, Covenant es un burdo intento por regresar a las raíces de la saga y la exasperante continuación de una pobre historia que no ha hecho mas que desmitificar la alguna vez terrorífica figura de los xenomorfos.
Los desaciertos narrativos aparecen desde muy temprano. Además de ser sometidos a un soporífero y redundante prólogo sobre los primeros minutos de la existencia de David (Fassbender), el planteamiento posterior de toda la problemática avanza con un lentísimo ritmo que nos impide involucrarnos por completo. La carga emocional que se pretende inyectar a los tripulantes del Covenant tampoco resulta efectiva, pues la muerte de uno de ellos en realidad no añade alguna dimensión significativa. El repartir el peso protagónico en distintos personajes no funciona del todo, pues ninguno, ni siquiera el par de sintéticos interpretados por Fassbender, emergen con la capacidad de tomar el control de la trama. Por si fuera poco, el guión se vuelve totalmente predecible y el gran giro del final puede ser anticipado sin dificultad restando así valor al desenlace.
Es cierto que Scott y Logan intentan desmenuzar ese cuestionamiento humano que se hace David sobre la incapacidad de poder crear. Como un sutil esclavo de sus creadores, este se rebela en busca de poder acariciar esta facultad, misma que tuvieron los dioses y los hombres antes de que él. Con sus diabólicos experimentos, David satisface ese deseo que le atribuye cierta divinidad y lo hace parecer casi invencible. Ese es justamente el poder que nos otorga el hecho de poder crear, algo que intenta explicar a su contraparte todavía sometido por el dominio del hombre. De cualquier manera, la necedad por apegarse a este discurso afecta notablemente a la esencia de Alien. Quizá en otra película hubiera funcionado, pero en el universo en cuestión, o al menos con el que crearon con El Octavo Pasajero, ese planteamiento sobra. La forma en que se intenta desesperadamente buscarle un origen al terror es lastimosa y ridícula.
Tampoco podemos pasar por alto la cantidad de estúpidas decisiones y erráticas acciones que emprenden varios de los personajes, una trampa para conseguir que el relato continúe sin mayor problema. SPOILERS ADELANTE. ¿Por qué demonios tuvieron que abrir la puerta del laboratorio médico donde estaba el protomorfo recién nacido? ¿Por qué arriesgar una misión que fue cuidadosamente planeada por una señal que podría significar algo sumamente peligroso? ¿Por qué seguir a un maniático sintético y dejar que cuente sus malévolos planos en lugar de asesinarlo en el acto? TERMINAN SPOILERS. Scott y Logan pueden hacer mejor que esto.
Covenant regresa a la saga las brutales escenas llenas de sangre y casi a la mítica criatura que se volvió en un ícono de la cultura popular hace tantos años. Desafortunadamente, el camino que se ha elegido para esta nueva parte de la historia va en detrimento del mito que el mismo Scott creó el siglo pasado. Si hay algo que queda claro con esta secuela es que la franquicia nunca debió de haber despertado a pesar de la mala nota con que quedó (sí, te estamos hablando a ti Jeunet), y que el alguna vez importante cineasta simplemente ya no tiene algo valioso qué contar. Afortunadamente no lo veremos en el banquillo dirigiendo la esperadísima segunda parte de Blade Runner, la cual está en las mejores manos posibles.
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