Cuando pensamos en una cinta de espías, ¿qué es lo primero que viene a nuestra mente? Quizá sean los disparos y muertes al por mayor, quizá sean mujeres hermosas por doquier, o puede que los excéntricos autos, los golpes de kung fu o la salvación del mundo, se conviertan en nuestro primer pensamiento. Si bien las últimas películas del agente 007 y la magnífica trilogía de Jason Bourne han venido a revolucionar el género, existe todavía otra alternativa que realmente ha dado buenos resultados y grandes trabajos como al que me referiré a continuación.
Para empezar, tenemos que hablar del director, Tomas Alfredson. Probablemente su nombre no les resulte familiar pero quizá lo recuerden por una pequeña película sueca de vampiros llamada "Déjame Entrar", y que gracias al impecable trabajo en ella, el también sueco logró el reconocimiento mundial y le abrió las puertas de la gran industria fílmica del mainstream.
"El Espía Que Sabía Demasiado" es la última película del director. Basada en la novela del gran John Le Carré, famoso por sus novelas de intriga política y espías internacionales, la cinta sigue la historia de una misión del servicio secreto inglés en plena Guerra Fría. Los altos mandos del grupo mantienen una riesgosa operación que podría llevarlos a la captura un peligroso general soviético, sin embargo, existe división en cuanto a la forma en que se deben manejar las cosas y pronto, las sospechas se hacen sentir entre cada uno de ellos.
Nuestro personaje principal es nada más y nada menos que el ya legendario Gary Oldman, quién interpreta a Smiley, uno de los altos mandos retirados que goza de la plena confianza de Control, el líder del Servicio Secreto. Después de que Control muere y de que una parte de la misión sale terriblemente mal, altos ejecutivos del gobierno británico encomiendan a Smiley con la tarea de seguir con lo que Control se encontraba realizando, la búsqueda de un "topo" en las entrañas del mismo Servicio Secreto.
Smiley es un hombre desolado, triste y solitario, sin embargo, la lealtad y su vocación resultan virtudes ineludibles que están por encima de cualquiera de sus defectos. Aunado a cada una de las acciones que Smiley toma para desenmascarar al traidor, poco a poco vamos conociendo cada uno de los aspectos de su vida, atormentada por cada una de las decisiones y decepciones con las que ha topado. A pesar de su apariencia dura y estricta, un hombre noble y bueno se encuentra escondido en la parte más profunda de Smiley. En su incansable misión, el viejo agente contará con la ayuda de algunos hombres todavía leales a su país y con la misma convicción que él, desenmascarar al verdad absoluta.
Contada a manera de flashbacks, la construcción de la trama resulta interesantísima y nos remite a los viejos tiempos del séptimo arte, donde la intriga hitchcockiana estaba a la orden del día. El moldeo de los personajes que integran el alto mando es sublime y cada uno nos resulta sospechoso provocando que hagamos nuestras propias conjeturas y hasta por momentos, dudar del mismo Smiley. La atmósfera también está adecuada a la perfección y fiel a su estilo, Alfredson nos somete un ambiente frío, lúgubre, viejo y con notas de misterio que nos llevan de arriba a abajo en diversos momentos.
Con contados disparos en las poco más de dos horas que dura la cinta, ninguna bella chica por ahí, ningún artilugio exótico para combatir a los maleantes pero sí con una profunda inspección de los personajes, un guión excepcional y un trabajo de cámara muy bueno, Alfredson da en el blanco y nos demuestra porqué esta cinta fue de las más importantes del año pasado en el circuito fílmico internacional.
Gary Oldman nos complace gratamente con esa soberbia actuación de hombre que no quiere dejar salir nada, que siempre se muestra ecuánime ante todas las situaciones y con un gran intelecto y determinación. Los demonios internos poco a poco escapan y cambian un poco la faceta de Smiley, lo cual, Oldman retrata a la perfección con sus líneas y con sus desgarradores gestos. Colin Firth, John Hurt, Tom Hardy Benedict Cumberbatch, Toby Jones y Mark Strong completan un elenco casi completamente masculino que aporta una fuerza interpretativa sumamente impresionante y que nos deja con un muy buen sabor de boca.
Hay que aplaudir los diversos temas que también Alfredson aborda, como lo son la amistad, la homosexualidad y el amor, que si bien no van de la mano con una rígida institución gubernamental, están ahí, reprimidos y frustrados por un anticuado régimen que lucha por una causa que no sabe si vale la pena.
¿Algún defecto? Hay que poner mucha atención. Los diversos flashbacks y algunas vueltas de tuerca durante la trama pueden confundirnos y perderemos fácilmente. Al final, quizá la revelación de quién es el traidor no resulte impactante, sin embargo, para ese momento ya habremos tenido lo mejor de la cinta y habremos dado gracias a los actores, y especialmente a Alfredson, por regalarnos un par de horas de intriga y un momento fílmico con grandes reminiscencias de antaño.
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