Quien busque precisión histórica en obras como Napoleón (Napoleon, 2023) está perdido. La nueva épica de Ridley Scott ha encontrado grandes escépticos que no han dudado un segundo en señalar todos los errores históricos en los que incurre. ¿Pero a quién le importa si no había un enorme lago congelado en Austerlitz, o si el ejército del general francés no atacó en verdad las pirámides de Egipto? Las cintas biográficas, por supuesto, combinan hechos reales con libertades creativas que, al menos en el papel, tienen el objetivo de hacer más atractivo el relato del personaje en cuestión. Ojalá ese fuese el mayor problema de una película cuya ambición la convierte en una sucesión de viñetas con poco orden lógico que nunca consiguen ahondar en el conflicto interno del controversial líder.
Imagen: Apple Studios, Scott Free Productions |
Scott es conocido por sus altos y bajos a través de los años. El nuevo siglo no ha sido particularmente benévolo con él, y son solo dos o tres de sus películas las que podríamos considerar como buenas dentro de este marco de tiempo. Con El Último Duelo (The Last Duel, 2021), el británico volvió a dar ciertos esbozos de que podía volver a emocionar, dentro de lo convencional, con una historia del pasado que atacaba problemáticas actuales. Napoleón, su más reciente esfuerzo —el tercero de una seguidilla de títulos en cuatro años que demuestran su rapidez para filmar—, es otro intento por recuperar algo de lo que hizo en Gladiador (Gladiator, 2000); sin embargo, su acercamiento inusual y un montaje errático la dejan imposibilitada de trascender.
El mismo Scott ha revelado que el corte del director se extiende más allá de las cuatro horas —y que, posiblemente, podrá ser vista en AppleTV+ más adelante—, lo que explicaría por qué a esta que vemos actualmente pareciera que le faltan enormes pedazos. Personajes que, al principio, lucen importantes en la trama, desaparecen sin dejar rastro; enemigos que se vuelven aliados y viceversa, prácticamente, de una escena a otra; secuencias que terminan abruptamente para dar paso a otras en diferentes tiempos y espacios... Las inconsistencias son evidentes, y al final no queda más que un conjunto de viñetas que se dedican a contar algunos de los sucesos más destacados de la vida de Napoleón (Joaquin Phoenix), como si estuviéramos leyendo su entrada en Wikipedia rápidamente, saltándonos partes para cubrir lo mayor posible.
Imagen: Apple Studios, Scott Free Productions |
Una película biográfica, sin duda, representa un reto: ¿cómo llevar toda una vida a la pantalla grande? No es una regla, pero las mejores han optado por centrarse en algún acontecimiento o un periodo más delimitado. Oppenheimer (2023), se enfocó casi por completo en la creación de la bomba atómica y las consecuencias que el científico tuvo que afrontar por su controversial pasado político. Scott y el guionista David Scarpa, en su lugar, intentan hacer algo así como un "Grandes Éxitos", olvidándose por completo de construir un personaje más fascinante, pues el que vemos en este filme raya en lo unidimensional y, por momentos, hasta en lo irrisorio. Esta comedia no es involuntaria, ya que Scott ha declarado que era su total intención hasta cierto punto ridiculizar a su sujeto. Pero la cuestión está en que esto los alejó de hacer un estudio de personaje más profundo.
Quizá lo rescatable del asunto es el papel que juega Josefina en todo esto. Vanessa Kirby hace un buen trabajo como la desdichada emperatriz. La relación tóxica que entabla con Napoléon pronto se vuelve el corazón de la película, regalándonos los instantes de mayor exploración psicológica. Desafortunadamente, la actriz queda fuera de la pantalla por largos ratos, privándonos de conocer más acerca de sus sentimientos encontrados.
Imagen: Apple Studios, Scott Free Productions |
De igual forma, Scott y su equipo, como era de esperarse, se lucen con el diseño de producción y su maestría para filmar brutales escenas de batalla. Las de Austerlitz y las de Waterloo nos posicionan entre el lodo y la sangre para ver de cerca los enfrentamientos. Pero, de nuevo, el problema está en que lo que ocurre antes y después hace que las secuencias queden un tanto perdidas; la imposibilidad de ver los instantes previos o posteriores simplemente las dejan como piezas introducidas a la fuerza. El impulso hacia ellas brillas por su ausencia, por la que la recompensa inmediatamente después de presenciarlas es menor.
En Napoleón, Phoenix presenta algo así como una variante bélica de su Beau en Beau Tiene Miedo (Beau Is Afraid, 2023): un hombre inseguro y con demasiados complejos que emprende un viaje de autodestrucción, con todo y escenas íntimas tan disparatadas como incómodas; lastimosamente, muy poco llegamos a saber sobre él en realidad. Scott entrega una cinta biográfica que, en partes, asombra por su nivel de producción y ambición; pero que, en otras, ahoga al espectador con cualquier cantidad de referencias históricas que no aportan mucho a construir una imagen de Napoleón Bonaparte, algo irónico para un cineasta que asegura que le importa poco ser históricamente correcto.
Napoleón está actualmente en cartelera.
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