Mientras Oppenheimer está en su papel de Nick Fury reclutando a los físicos más brillantes de su época para unírsele y ayudarle a crear la primera arma de destrucción masiva de la historia, uno de ellos le advierte sobre lo que pasará después de que tenga éxito: "Serás útil, hasta que ya no". Oppenheimer (2023), más que una película biográfica, es un thriller cuya intriga no radica tanto en conocer el desenlace de un relato que, por supuesto, ya conocemos, sino en la construcción de un entramado de engaños, mentiras y venganzas personales que significaron la humillación del hombre que le dio a su gobierno, al menos momentáneamente, la posibilidad de someter a los demás con una sola demostración de poder. Se trata de un recordatorio de cómo funcionan las cosas al interior de una administración política, y de cómo todos son absolutamente prescindibles cuando los intereses o las circunstancias cambian.
Imagen: Atlas Entertainment, Syncopy, Gadget Films |
Christopher Nolan, un adepto de la grandilocuencia, ha hecho de su cine un espectáculo, tanto para bien como para mal. Algunos lo llaman un autor, mientras que otros tachan su trabajo de presuntuoso e innecesariamente complicado. Lo cierto es que nadie permanece indiferente a su trabajo, y eso ya es ganancia en tiempos en los que los blockbusters de presupuestos exorbitantes pasan sin pena ni gloria en la taquilla y ante la opinión pública. Su nueva cinta es otro evento cinematográfico no solo por ser una mitad del fenómeno popular más emblemático en lo que va de la década —véase BARBENHEIMER—, sino simplemente por llevar su nombre. Pero, dejando de lado los incontables memes y la fascinación por la historia del "Prometeo estadounidense", ¿era válido hacer de la tragedia que significó la pérdida de más de 200,000 vidas en Hiroshima y Nagasaki un producto para el disfrute del mundo? Afortunadamente, Nolan supo cómo manejar las cosas para representar el ascenso y la caída del hombre detrás y mostrar al mismo tiempo sensibilidad por lo ocurrido.
El filme se concentra, principalmente, en el periodo en que J. Robert Oppenheimer (Cillian Murphy) estuvo relacionado con el gobierno de Estados Unidos trabajando en el Proyecto Manhattan, el cual culminaría con la invención de la bomba atómica. Basándose en la novela American Prometheus, de Kai Bird y Martin J. Sherwin, Nolan acomoda los hechos con la desfragmentación temporal tan característica de su cine —y que muchos señalan como el principal recurso que utiliza para hacerlo ver "complejo"—. Si bien es cierto que el acomodo de los sucesos no brinda mayor profundidad al relato, sí que le permite crear tensión y emoción a partir de cómo los presenta. Aquí nos topamos con una línea temporal que sigue al protagonista y su equipo trabajando a contrarreloj para cumplir su objetivo; otra en la que es sometido a una serie de extenuantes y desmoralizantes interrogaciones para tratar de "desenmascararlo" como agente soviético, y una más en la que Lewis Strauss (un Robert Downey Jr. que, prácticamente, se aseguró una nueva nominación al Óscar), nominado a un cargo en el gabinete presidencial, poco a poco revela su relación con el "padre de la bomba atómica". Cada una deja al descubierto las distintas facetas de un hombre atormentado, derrotado y en conflicto consigo mismo.
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Como es usual, Nolan somete a todos los personajes secundarios al desarrollo del principal —y los femeninos, nuevamente, son un problema en ese sentido—, pero quizá no desde Dom Cobb, en El Origen (Inception, 2010), nos había entregado uno tan memorable. El guion ofrece un estudio de personaje que indaga en los distintos cambios de sentimientos de un individuo que, al menos en la versión aquí mostrada, celebra con su equipo la muerte de decenas de miles de japoneses, para luego sentirse hasta cierto punto arrepentido por lo que ha hecho al imaginar los cuerpos calcinados de las víctimas y escuchar sus gritos mezclados con los vitoreos y los aplausos de sus subalternos. Oppenheimer nos acerca a la vulnerabilidad de esta figura histórica, a su incapacidad para mantener una relación y a la culpa acentuada por una persecución fuera de proporción. Murphy, sin duda, hace palpables todos los estados de ánimo del protagonista; tanto su físico como sus expresiones hablan de un tipo frágil pero ciertamente convencido de que la bomba atómica significaría el fin de todas las guerras. Pero, así como Prometeo, su ingenuidad no le dejó ver lo que pasaría a continuación.
Y así como en bastantes de sus obras, la insufrible Tenet (2020), por ejemplo, Nolan descarga un alud de información sobre el espectador, lo cual resulta difícil de asimilar en varias partes. Cualquiera pensaría que haberse leído Física I y II e Historia Universal son requisitos para entender todo lo que transpira en el filme, contribuyendo a ese pensamiento de que el cine del realizador solo es disfrutable para cierto sector del público, o sea, que es pretencioso. Lo interesante es que esos numerosos diálogos y explicaciones científicas están lejos de ser un tipo de exposición como en los que casi cualquier blockbuster; aquí las palabras de cada personaje contribuyen a la inmersión y al estudio sociocultural de un momento específico en la historia de Estados Unidos.
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Resulta un alivio saber que Nolan optó por un enfoque lejano a la acción y más cercano a lo íntimo; podría decirse que Oppenheimer tiene más en común con 12 Hombres en Pugna (12 Angry Men, 1957) que con cualquier película de guerra. La prueba de la bomba atómica, incluso, es tratada con una elegancia y una solemnidad que decepcionará a cualquiera entusiasmado por todos los memes que anticipaban lo contrario desde hace meses. Sea como sea, la cinta emerge como un ejercicio hasta cierto punto introspectivo a pesar de la épica que maneja, algo que los mismos actores no han dudado en alabar en semanas recientes. Y aunque la propuesta sea más convencional de lo que muchos están dispuestos a admitir, no queda más que agradecerle al director por seguir diseñando experiencias para la pantalla grande, pues, en los tiempos en que vivimos, da la sensación de que cada vez serán más escasas.
Oppenheimer está actualmente en cartelera.
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