Reseña - Spencer: el peligro del culto a la personalidad

La princesa Diana: objeto de uno de los cultos a la personalidad más obsesivos de la era moderna. Desde su muerte, el contenido alrededor de su persona ha inundado todos los medios posibles, desde las revistas de farándula hasta la televisión. El cine al menos en la ficción ha sido el lugar donde menos se ha explorado su vida; Naomi Watts y el director Oliver Hirschbiegel lo intentaron sin éxito hace tiempo con Diana (2013), con la que quedó demostrado que quizá que la prontitud de una película biográfica quizá no era tan buena idea. Ahora, el chileno Pablo Larraín (Jackie, Ema), el guionista Steven Knight (Promesas Peligrosas, Locke) y la popular Kristen Stewart se juntaron para volver a traer a la princesa a la pantalla grande, aunque tomándose todas las libertades para contar una historia muy particular alrededor de su figura. El resultado, sin embargo, deja ver el peor lado de la obsesión por el personaje: una santificación desmedida y completamente innecesaria.

Spencer reseña
Imagen: Shoebox Films, Komplizen Film, FilmNation Entertainment, Topic Studies, Fábula

Diana (Stewart), princesa de Gales, va camino a la residencia real de Sandringham, donde su familia política pasará la Navidad. Desorientada y un tanto enfadada, llega tarde a la cita, generando cierta indignación en la reina, los demás huéspedes y, particularmente, del mayor Gregory (Timothy Spall), encargado de todos los protocolos de las festividades. Diana pronto antagoniza con él, y también con su esposo, el príncipe Carlos (Jack Farthing), a quien le recrimina en todo momento su traición amorosa. Pero en la mansión también encuentra algo de alivio en sus hijos, William (Jack Nielen) y Harry (Freddie Spry), y en la modista, Maggie (Sally Hawkins), a quien considera su única confidente. Aun así, el escrutinio constante de la familia real pronto pone a Diana contra la pared.

Spencer (2021), a diferencia del grueso de las películas biográficas, se concentra en solo un par de días de la vida Diana, explorando lo que se cree fue un momento decisivo en su existencia: cuando finalmente decidió dejar al príncipe Carlos. Al comienzo, una leyenda "Fábula de una tragedia real" nos advierte que lo que estamos por ver no está anclado en lo más mínimo en la realidad. Esto, por supuesto, permite a Knight dar rienda suelta a su creatividad para tratar de ofrecer una fantástica y supuestamente muy humana representación de lo que aconteció en ese par de días. Pero conforme avanza la trama, resulta evidente que lo que ha hecho aquí. en conjunto con Larraín. es reforzar ese culto a la personalidad, mismo que ha impedido humanizar a Diana, evitando incluir cualquier elemento que vaya en su contra.

La elección de Stewart para encarnar a Diana fue controversial en su momento, pero la actriz estadounidense da probablemente la mejor actuación de su carrera en Spencer. Si bien el acercamiento por el que todos los involucrados se decantaron da vida a una versión exagerada de la princesa, Stewart encuentra los matices necesarios para representar la angustia, la felicidad, el enojo y la frustración de una mujer que se siente atrapada en una jaula de oro. Criticada durante casi toda su carrera por la inexpresividad que ha mostrado en sus papeles, la actriz, de cualquier manera, ofrece una versión de Diana que consigue hacer visible en la ficción todo lo que se ha hablado de ella hasta ahora. Pero, ¿es esto suficiente para construir un personaje completo?

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Imagen: Shoebox Films, Komplizen Film, FilmNation Entertainment, Topic Studies, Fábula

Es en el guion donde yacen los más graves problemas de esta versión de la princesa. Durante toda la trama, el espectador es sometido a presenciar una constante autovictimización que, casi todo el tiempo, carece de argumentos y del drama necesarios como para crear empatía o incluso cierto interés. Cada diálogo que sale de su boca sugiere un sufrimiento inconmensurable, así como la posibilidad permanente de una emancipación que, sin embargo, nunca ocurre como tal. "Es historia antigua" y "Digan que vieron a un fantasma" son solo algunas de las frases con las que Diana responde cuando alguien le pregunta algo sobre su persona. Hacia el final, francamente resulta exasperante seguir a un individuo que se asume perseguido hasta por respirar. 

El asunto se torna todavía más extremo cuando referencias poco sutiles se apoderan de la trama. La presencia casi amenazante de Enrique VIII en un cuadro de uno de los salones de la casa y las apariciones de una Ana Bolena decapitada por supuestamente haber traicionado a su esposo establecen un paralelismo rimbombante que, a pesar de un bello tono lírico, va en detrimento de la deconstrucción de la casi enfermiza obsesión por el icono británico. Aunado a ella, Larraín y Knight se toman demasiado en serio lo de "la princesa del pueblo", pues los constantes deseos de la protagonista de ser "normal" crean una versión demasiado idealizada de una mujer blanca altamente privilegiada

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Imagen: Shoebox Films, Komplizen Film, FilmNation Entertainment, Topic Studies, Fábula

Otras decisiones cuestionables tienen que ver los personajes secundarios. Maggie, por ejemplo, como la única amiga de Diana en este microcosmos, desaparece durante buena parte de la trama, solo para aparecer al final para introducir de la nada una subtrama romántica completamente irrelevante. Por otro lado, el hecho de que la familia real se sienta como una entidad omnipresente que apenas y da la cara impide cualquier oportunidad de ofrecer su punto de vista; sus intervenciones se reducen a miradas de desaprobación y unas líneas de parte de Carlos y la reina Isabel (Stella Gonet) que solo contribuyen a humillar todavía más a Diana. Finalmente, ni en el chef (Sean Harris), otro amigo de Diana, ni en el mayor, a pesar de las buenas actuaciones, es posible hallar personajes que no sean parte de la cuestionable premisa de la que parten Larraín y Knight: una mujer odiada por unos cuantos y amada por todos. En Spencer hay pocos argumentos para identificar por qué era tan amada; sin embargo, sus constantes lamentos y su comportamiento errático ofrecen suficientes razones para saber por qué su presencia eran tan molesta para sus familiares.

Spencer recuerda en gran medida a Shiva Baby (2020), excelente cinta en la que una joven mujer es víctima del escrutinio familiar, arrastrándola hacia la desesperación absoluta. A diferencia de la película en cuestión, esta pone al público justo a lado de la protagonista, haciendo de su conflicto toda una experiencia, la cual echa mano de todos los elementos al alcance: la música, los visuales y personajes completos y divertidos. Aquí, a pesar de las hipnóticas composiciones musicales de Jonny Greenwod, una fotografía de ensueño a cargo de Claire Mathon— y un diseño de producción que genera una desorientación muy similar a la de Jack Torrance en El Resplandor (The Shining, 1980), Spencer falla rotundamente en ofrecer una representación de la princesa Diana que sea ajena al dañino culto a la personalidad que se ha construido a lo largo de los años.

Spencer se encuentra actualmente en cartelera.

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