Crítica - El Planeta de los Simios: Nuevo Reino, un futuro a la deriva


[...] te he dicho que ya 

no existe ni rey ni ciudad! 

¡La selva reina en torno nuestro!


RUDYARD KIPLING

El Libro de las Tierras Vírgenes


Bajo la luz áurea de un atardecer se sellaba un viaje y una promesa se pronunciaba: "Hijo... sabrá... quién fue... padre. Y lo que... Caesar... hizo... por nosotros". El Planeta de los Simios: La Guerra (War for the Planet of the Apes, 2017) concluía con las dos figuras fundamentales de la trilogía, Caesar y Maurice —interpretados por Andy Serkis y Karin Konoval con presencias y gestualidades consagratorias de los prostéticos digitales/CGI/VFX vía la técnica de captura de movimiento— contemplando la salvación de su pueblo en una tierra idílica. La esperanza de un futuro que se extendía más allá de las tormentas del pasado.

Lo que entonces resonaba como un continuum de referencias bíblicas, con un Caesar/Moisés libertador y dador de leyes, llega en El Planeta de los Simios: Nuevo Reino (Kingdom of the Planet of the Apes, 2024) al inevitable quiebre que corrompe y tergiversa un legado, para así propiciar la necesidad de una alianza nueva que reanude aquel vínculo

El Planeta de los Simios Nuevo Reino critica
Imagen: Oddball Entertainment, Jadon T. Reed Productions, Twentieth Century Fox

La película comienza en las horas inmediatamente posteriores al final de su antecesora —durante la noche de aquel cierre crepuscular— con las exequias de Caesar. Lo que sucede después, la elipsis temporal —planteada como un salto multigeneracional— será tan sugerente como enigmática y se volverá uno de los motivos narrativos más sólidos de esta entrega: nos hace partícipes del viaje iniciático —al final de cuentas, es una sui generis cinta coming-of-age— que el protagonista emprende para descubrir el mundo más allá de sus límites conocidos/familiares, que han dejado de serlo. 

Dicha transición es de orden tanto argumental como visual/atmosférica: de la fotografía a menudo sombría, plena en sus inclemencias trágico-torrenciales de las películas de Matt Reeves —evocadas en la escena inicial—, se da paso a escenarios pletóricos de verdor y frondosidad que invitan a la aventura.

El cambio de tono, debe decirse, es también una invitación que pretende llegar a ojos nuevos. Dirigida por Wes Ball con un ritmo lleno de pulsión por el descubrimiento, más allá de su pericia técnica para construir y desenvolver espacios —experiencia recogida como artista de efectos visuales y como encargado de llevar a la pantalla la serie de libros juveniles The Maze Runner—, la imaginería y algo de su flujo se sienten en deuda con videojuegos como The Last of Us u Horizon Zero Dawn

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Imagen: Oddball Entertainment, Jadon T. Reed Productions, Twentieth Century Fox

En 2011, al momento del estreno que renovó/relanzó la franquicia sin muchos aspavientos, Avatar (2009) era la joya reciente de su productora —que aún se llamaba 20th Century Fox— y Star Wars era todavía propiedad de George Lucas. Trece años después, ambos títulos y sus dividendos pertenecen a The Walt Disney Company. Corolario de una homogeneización de los medios audiovisuales y un planeta donde reinan los conglomerados empresariales, Nuevo Reino hace eco a Avatar —un clan/tribu con señas caracterológicas que los unen/relacionan con la naturaleza, su cameronista inundación final y, para mayor obviedad, el guionista Josh Friedman— como de Star Wars —un hogar destruido que lanza a un joven a la travesía heroica— y hasta algo de la supuesta compañía rival Warner Bros. Discovery —con un Proximus similar al Immortan Joe de Mad Max: Furia en el Camino (Mad Max: Fury Road, 2015)—. Y en medio de todo ese trenzado, la película no pierde el hilo de su tradición, pues más bien lo expande y lo pone en entredicho

En las notas críticas antitotalitarias —siguiendo la vena orwelliana de la que ya bebía la serie— que se iluminan con un Kurt Vonnegut explícitamente mencionado, o en las acciones que trastocan las leyes fundamentales —vistas por primera vez en El Planeta de los Simios: Confrontación (Dawn of the Planet of the Apes, 2014), escritas en una roca-pizarra—; el cultivo de la no violencia, la unión/convivencia interespecie o la búsqueda del conocimiento. 

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Imagen: Oddball Entertainment, Jadon T. Reed Productions, Twentieth Century Fox


Es entonces una obra de promesas rotas y comunicaciones interrumpidas, pero también de la posibilidad compartida para establecer los términos con los que dialogamos con el pasado —Caesar mantiene una presencia/ausencia simbólica-espiritual de tipo crístico; el contorno de su ventana vuelto emblema a la manera de un crucifijo—. Para el futuro, sobre la serie pesa la incertidumbre de hundirse en comodidades e imitaciones que condenan o de escapar con la soltura de un Noa/Noé después de la inundación.

El Planeta de los Simios: Nuevo Reino está actualmente en cartelera.

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