Crítica - El Chef: las consecuencias de llegar al punto de ebullición

El plano secuencia es uno de esos recursos que, usados correctamente, le otorgan cierta notoriedad a una película. Si bien puede parecer un mero truco para llamar la atención, algunos ejemplos a través de la historia han dado de fe del nivel de inmersión narrativa que puede brindar a una cinta. Desde Alfred Hitchcock hasta Sam Mendes, distintos cineastas han experimentado con él en busca de realzar sus historias, pero pocas han logrado lo de El Chef (Boiling Point, 2021) basada en un corto del mismo nombre y nominada a cuatro premios BAFTA, incluyendo Mejor Película Británica, que hace uso de él para adentrar por completo al espectador en el universo que propone, justificando la ausencia de cortes con un ejercicio de bloqueo y de coreografía apantallantes.

Andy (Stephen Graham) es el jefe de cocina de un popular restaurante londinense. Agobiado por problemas personales, su bajo rendimiento en el trabajo queda al descubierto durante la noche más ajetreada del año. Mientras trata de satisfacer las demandas imposibles de sus clientes y de la encargada, Andy también debe lidiar con sus empleados, quienes no dejan de cometer errores de principiante u holgazanear. Aunado a ello, la visita sorpresa de un reconocido chef y de un inspector de sanidad lo tensan todavía más, acercándolo a un punto de ebullición que podría destruir todo lo que ha logrado.

El Chef critica

El británico Philip Barantini da cátedra de cómo hacer un plano secuencia que aquí solo requirió de cuatro tomas filmando una película entera con uno; su nivel de dirección no solo queda de manifiesto en cómo se desarrolla esta toma de 90 minutos, sino también en la actuación de todos los involucrados, aspecto fundamental para hacernos creer que realmente estamos dentro de un restaurante cualquiera. 

Al introducirse en cada rincón del lugar, la cámara de Matthew Lewis muestra cómo funcionan las cosas en restaurante de moda, en los que detrás de cada platillo hay historias o experiencias que contrastan notablemente con su presentación. Y esto es justamente lo que Barantini pretende: darle voz a los trabajadores que se desviven en sus labores y que solo reciben a cambio un sueldo o trato injustos. Si bien Andy es el corazón del relato gracias a un Graham que exude desesperación en cada intervención, los distintos segmentos de la cinta se concentran en varios de los empleados, mostrándonos sus propios deseos y frustraciones, muchos producto del tiempo que pasan como meseros, cocineros, bármanes, garroteros, etc.

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Estas pequeñas subtramas albergan también una serie de situaciones que enmarcan lo que significa la atención al cliente, que van desde el racismo hasta las aspiraciones de superación. Con El Chef, Barantini hace un comentario sobre la industria de la hospitalidad, cuyo lema de "el cliente siempre tiene la razón" esconde prácticas abusivas, ambientes laborales tóxicos y sueños rotos.

Así como Birdman (2014) cuyo plano secuencia esconde sus cortes hábilmente, pero corta a fin de cuentas, El Chef examina las relaciones humanas en un espacio cerrado y con las tensiones al límite; pero a diferencia de esa, o de, por ejemplo, Clímax (2018), la cámara se mantiene ecuánime y simplemente se dedica a retratar, manteniendo en un plano muy discreto pero efectivo el trabajo de Barantini, quien le da todo el protagonismo a sus actores y al discurso, evitando salir quemado por su propia creación.

Podrá discutirse que todos estos directores incurren en el anticine con sus planos secuencia, y que, en este caso, el recurso apenas brinda una mirada superficial a los conflictos de los personajes; pero hay que recordar que estamos ante historias humanas, inconclusas por naturaleza. Barantini únicamente nos deja dar un vistazo momentáneo a las vidas de estos individuos, afectadas en una forma u otra por lo que verdaderamente nos ataña en estos 90 minutos: la delicada relación entre la vida personal y profesional.

El Chef se encuentra actualmente en cartelera.

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