Reseña - Clímax: una delirante experiencia cinematográfica

En los primeros instantes de Clímax, lo nuevo de Gaspar Noé, los múltiples bailarines que conforman este proyecto se nos son presentados a través de una serie de entrevistas reproducidas en un viejo televisor. Decenas de libros y películas rodean el aparato. Algunos de los títulos llaman la atención: Suspiria, Possession, Saló... En esta introducción, el espectador se prepara mentalmente para lo que viene dando un vistazo inicial a la personalidad de los danzantes y creando una imagen en su cabeza gracias a las referencias de las cintas ya mencionadas. La nueva obra del siempre irreverente director francoargentino se transforma rápidamente en una experiencia audiovisual que estimula los sentidos, y en un potente ejercicio lleno de dinamismo con una tremenda agresividad que se concentra en los cuerpos de sus participantes.

En un internado enclavado en algún lugar lejano, en medio de una tormenta de nieve, un grupo de bailarines se reúne para practicar y festejar. En un principio, estos muestran compromiso y gran talento ejecutando una serie de intrincadas coreografías. Conforme la noche avanza, todos disfrutan de botana y bebidas, principalmente sangría, y las mezclas de su DJ residente. Mientras conversan sobre distintos temas y comienzan a revelar sus verdaderas ideologías y posiciones, el LSD que alguien puso en la sangría comienza a hacer efecto. Alucinaciones, delirio y paranoia pronto se apoderan del lugar y lo que comenzó en armonía absoluta pronto se transforma en un completo caos que expone la fragilidad y el lado más oscuro del grupo.


Siempre dispuesto a crear experiencias para el espectador, Gaspar Noé regresa con Clímax, un ejercicio cinematográfico altamente efectivo que supone otro viaje sensorial muy a su estilo. Aunque algunos de sus experimentos no han funcionado del todo, como la egocéntrica Love en 3D, su nuevo proyecto representa un paso hacia adelante y una innovadora propuesta que nos adentra en una microsociedad que se desbarata lentamente en cuestión de una noche. Sumiendo a sus personajes en un pequeño infierno y apelando a la desorientación, sobre todo en la segunda parte de la cinta, Noé concibe una pesadilla musical tan violenta como emocional y que encuentra su mayor expresión a través de los cuerpos de los bailarines.

Por medio de un especie de prologo, Noé pone sobre la mesa varias pistas sobre lo que se viene a continuación. Además de las entrevistas y referencias fílmicas, una mujer ensangrentada camina por la nieve antes de desplomarse. Así como en Irreversible, los créditos aparecen y entonces nos percatamos de que las cosas no terminarán bien. Después de presenciar los extractos de las cándidas entrevistas con las bailarines, la leyenda "Una cinta francesa y orgullosa de serlo" antecede una espectacular secuencia en la que los bailarines forman un ente colectivo con decenas de brazos y piernas controlados por los beats del DJ. Una enorme bandera francesa vigila la pista y de pronto recordamos las declaraciones un tanto arrogantes de los bailarines enarbolados en su vibrante escena musical, aunque sin ocultar su deseo de visitar Estados Unidos próximamente. Como una posible referencia a la sociedad francesa misma, Noé nos presenta así un pequeño universo a punto de implosionar.


Noé utiliza a Selva (Sofia Boutella) como el único rostro conocido para guiar al espectador a través de este delirio audiovisual. Aunque la actriz podría ser denominada como la protagonista de la cinta, la narrativa también está complementada por las experiencias de cada uno de los bailares. Después de la hipnótica coreografía inicial, los personajes comienzan a entablar conversaciones entre ellos y a revelar su sentir hacia sus compañeros. Está, por ejemplo, la profesora y colega de Selva, quien sorpresivamente lleva a su pequeño hijo a la fiesta. También nos encontramos con un par de hombres hablando lascivamente sobre encuentros sexuales previos y uno que otro futuro, unos hermanos enfrentados por su perspectiva sobre el sexo y unas mujeres amantes con algunos problemas de confianza. El LSD lleva al límite todos estas situaciones con algunos giros tan inesperados y como violentos.

Clímax podría considerarse una cinta musical. Patrick Hernandez, los Rolling Stones, Daft Punk, Aphex Twin, Soft Cell y más son parte de un soundtrack que prácticamente nunca deja de sonar. Ya sea en primeros o segundos planos, la música es incesante y acompaña la infernal locura que se gesta durante la noche. En el apartado visual, Noé utiliza su reconocible estilo de tomas cenitales y encuadres poco claros para retratar los cuerpos lastimados de los bailarines. La transición de los colores también es notable. El rojo que inunda la pista de baile contrasta con las luces verdes y azules que bañan los angostos pasillos y diminutas habitaciones del internado. Mientras un niño grita desesperado, la oscuridad de apodera del edificio por unos segundos, solo para que una intensa luz roja encienda nuevamente sus pasiones y deseos.


Resulta curioso que esta película esté en cartelera al mismo tiempo que el remake de Suspiria, pues aunque Noé desde un comienzo la clasifica como fuente de inspiración, el trabajo de Luca Guadagnino está basado también en buena parte en el baile y la destrucción del cuerpo humano. No solo es la espectacular coreografía del comienzo, con tintes tribales y rituales, la que nos recuerda a Suspiria, sino también la forma en la que se mueven, excitan y estremecen las figuras que habitan la escuela, especialmente cuando presenciamos a una chica quemándose por accidente, o a un sujeto contorsionando su cuerpo de una manera escalofriante.

Clímax bien podría ser el trabajo más vanguardista de Gaspar Noé hasta ahora. Con una serie de magistrales planos secuencia y un trabajo de cámara que raya en lo claustrofóbico, el director da rienda suelta a los impulsos de unos personajes que se enfrascan en una cacería de brujas que les cuesta muy caro. Al final, mientras todos los cuerpos yacen devastados y la cámara nos muestra un mundo al revés y colapsado, la música y la droga han hecho su trabajo; sin embargo, algunos de los involucrados han encontrado una especie de redención entre tanto caos. Esta cinta no ganará ningún premio importante, pero no hace falta, solo podemos agradecerle a Noé por regalarnos una vivencia como esta.

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