Reseña - Godzilla vs. Kong: el ocaso del MonsterVerse

Entre la plétora de ridiculeces (ojo: no por ser lo que es tiene que ser así) que podemos encontrar en Godzilla vs. Kong (2021), hay una secuencia que llama poderosamente la atención. En ella, el grupo liderado por Madison (Millie Bobby Brown) se infiltra en las instalaciones en ruinas de Apex, una malvada corporación con fines poco éticos. Con tan solo mover unos escombros, entrar por algunas puertas ¿y dar la vuelta al mundo? los personajes llegan a un lugar ultrasecreto, lo cual les revela la verdad sobre lo que realmente está haciendo la compañía. Sí, se trata de un megablockbuster en el que la historia es lo menos importante, pero ¿realmente debemos creer que una de las organizaciones más avanzadas tecnológicamente del mundo no se preocuparía por tener mejores medidas de vigilancia en el sitio donde está planeando algo ilegal y nefario? Y no, pasar por alto todos estos detalles que avanzan el relato de forma forzada no es suficiente como para realmente involucrase de lleno en el primer "gran" estreno del año.

Godzilla vs Kong reseña
Imagen: Legendary Entertainment, Warner Bros. 

Tiempo después de haber salvado la Tierra del ataque Ghidorah, Godzilla ha vuelto a aparecer causando destrucción sin razón alguna. Decidido a contener al titán de una vez por todas, Walter Simmons (Demián Bichir), CEO de Apex, anuncia que su compañía ha encontrado la manera de hacerle frente a la amenaza, y que pronto podrá ponerla en acción. Para ello, Simmons recurre al Dr. Nathan Lind (Alexander Skarsgård), un investigador y teórico de la Tierra Hueca el mundo subterráneo de donde provendrían los titanes—, clave para reclutar a la Dra. Ilene Andrews (Rebecca Hall), responsable de la octava maravilla del mundo: King Kong. Con la asistencia de todos ellos, Simmons pretende llegar al mítico lugar y hacerse con la energía milenaria que podría hacer funcionar su misterioso proyecto.

Hace más de media década, el ahora marginado Gareth Edwards fue elegido para darle nueva vida a Godzilla, figura severamente lastimada en Occidente debido a la infame cinta de 1998. El resultado, al menos, quitó el mal sabor de boca que había dejado Roland Emmerich hace tantos años. Este blockbuster estrictamente convencional, pero más fiel a su origen y su descomunal grandeza se acercaba más la concepción casi divina de la criatura y a las implicaciones sociales de su súbita aparición. Sin embargo, con una franquicia en el horizonte, parecía que esta propuesta no podría soportar la presión de un estudio que necesitaría más explosiones y peleas para hacerla más "atractiva". Godzilla II: El Rey de los Monstruos (2019) hizo precisamente eso: un festín de efectos especiales y más titanes para poner a prueba el poder del leviatán. 

Esta culminación que también funciona como secuela de la olvidable Kong: La Isla Calavera (2017) lleva al extremo las intenciones de los tipos de pantalón largo dueños de los derechos del monstruo, resultando en una total falta de respeto para la esencia y la historia de más de 60 años de la serie fílmica japonesa. En su versión más reciente, Godzilla pierde la imponencia que Edwards había diseñador para su reboot en estas tierras. Ahora, sus intervenciones realmente carecen de impacto y valor para la trama, relegándolo a un papel secundario o hasta terciario que supone la muerte narrativa del personaje. El director Adam Wingard (Death Note, La Bruja de Blair), y los guionistas Eric Pearson y Max Borenstein, han fallado al integrarlo a un universo mayor; aunque la culpa principal, sin duda, recae en sus superiores.

Godzilla vs Kong reseña
Imagen: Legendary Entertainment, Warner Bros. 

Y aunque los humanos del llamado MonsterVerse no han dejado bien parados a los guionistas de al menos las dos películas anteriores con Borenstein como común denominador—, los de Godzilla vs. Kong sobrepasan los límites de la vergüenza ajena en pantalla. Comandados por una insufrible Brown, el elenco humano brilla por el cúmulo de las decisiones estúpidas de sus personajes, las malas actuaciones, las líneas trilladas de una línea y los chistes tontos. 

La subtrama en específico a la que hace referencia esta reseña al principio representa lo peor del filme. Esta podría ser comparada con la de Finn y Rose en Los Últimos Jedi (2017), la penúltima y controversial entrega de Star Wars, en la que el dúo viaja a un planeta en busca de alguien que pueda brindarles acceso a la nave de Snoke. Innecesarias, burdas y nada graciosas, estas escenas suponen lo más bajo de ambas. Aunque la de Rian Johnson ciertamente se salva gracias a los riesgos que toma, la de Wingard sucumbe ante la insistencia de seguir a estos personajes en su aventura; Brian Tyree Henry, como un conspiranoico sabelotodo, es particularmente molesto con cada uno de sus diálogos, los cuales pareciera que tratan de legitimar a todos aquellos que usan las redes sociales para esparcir mentiras en busca de "un bien común".

La trama principal, en la que participan Hall y Skårsgard y con alusiones a Viaje al Centro de la Tierra (1959), es un poco más soportable, pero no por ello está exenta de malos momentos. La inclusión de Eiza González, como la hija también maligna de Simmons debe haber sido la peor decisión creativa de la producción. Su "maldad" solo es superada por el irrisorio destino que sufre su personaje. Bichir tampoco se salva de la ridiculez; sin embargo, algo en su actuación parece hacer notar que la pasó muy bien haciéndola de un tecnócrata que gusta de servirse un buen güisqui antes de poner en marcha sus malévolos planes. Y es también imposible no cuestionar la decisión de echar mano de actores mexicanos para interpretar a personajes "americanizados". ¿Para qué molestarse con la inclusión si al final terminarán haciendo lo que cualquier estadounidense?

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Imagen: Legendary Entertainment, Warner Bros. 

Y entre toda esta oscuridad, la luz que irradia de Kong es el faro que invita a seguir viendo y llegar hasta el ansiado final. Como el único personaje que realmente despide el carisma necesario como para preocuparse por él, el gran simio emerge como una poderosa fuerza emocional que trasciende cualquier muestra de poderío físico de su parte. Quizá el único acierto de Wingard y sus guionistas es poner demasiada atención sobre Kong y hacer de este relato una continuación de su historia, la cual toca temas como la pertenencia, la amistad y la invasión del hombre en los lugares que no le corresponden. No queda duda de que Kong es el único aspecto rescatable de la que, posiblemente, será una de las grandes decepciones cinematográficas al menos en la crítica del mainstream este año.

Como era de esperarse, Godzilla vs. Kong presenta un espectacular despliegue de efectos especiales e imágenes hechas por computadora. Kong en particular luce magnífico en cada toma. Sus gestos y movimientos claramente destacan su naturaleza salvaje, pero también permiten identificar ciertas emociones primarias como respuesta a los acontecimientos a los que es expuesto. Godzilla no luce mal, pero la ausencia de este aspecto psicológico le resta todavía más a su precaria presencia.  Al final, la cinta cumple con la promesa de una batalla épica entre los dos monstruos masivos más famosos del cine; sin embargo, esta se queda cortísima al momento de desarrollar el contexto en el que esto sucede.

Godzilla vs. Kong se encuentra ya en cartelera.

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