Kong: La Isla Calavera, un desastre de monstruosas proporciones

Más de una década después de su última aparición cinematográfica, King Kong está de vuelta para intentar recuperar su lugar entre los monstruos más icónicos de la historia. En esta ocasión, el gran simio llega gracias a Legendary Pictures y la idea de construir un nuevo universo compartido, fórmula que le ha funcionado tan bien a estudios como Marvel, con otros grandes monstruos. La Isla Calavera es una reinterpretación del clásico relato que todos conocemos pero con algunas notables y estrambóticas diferencias. El resultado es, sin lugar a dudas, una de las peores películas que se han estrenado este año. Con terribles actuaciones, efectos especiales poco sorprendentes, una ridícula trama que nos hace voltear los ojos en múltiples ocasiones y una serie de insufribles clichés, King Kong regresa al cine de la peor manera que nos hubiéramos imaginado.

A principios de los 70, un hombre llamado William Randa (John Goodman), miembro de una organización gubernamental llamada Monarch, organiza una expedición a una recóndita isla en el Pacífico a la que nadie ha podido llegar. Con el pretexto de hacer estudios geológicos y biológicos, Randa enlista a un temerario aventurero, James Conrad (Tom Hiddleston), para que guíe al equipo; una fotógrafa, Mason Weaver (Brie Larson), para que documente todos sus hallazgos, y a un coronel del Ejército de los Estados Unidos, Preston Packard (Samuel L. Jackson), y sus hombres, para que puedan asistirlos en caso de necesitarlo. Su llegada a la llamada Isla Calavera pronto es amenazada por la presencia de un formidable y mítico ser, un gorila del tamaño de un rascacielos que los ve como invasores y que pronto comienza a diezmar al grupo. Así, incomunicados y a merced de las demás temibles criaturas que habitan el lugar, los sobrevivientes tendrán que encontrar la forma de regresar sanos y salvos al mismo tiempo que descubren las verdaderas intenciones de Randa.


Cuando Hollywood nos da señales de que el blockbuster ha evolucionado y que este puede ser valorado más allá de los efectos especiales o las escenas de acción, cosas como La Isla Calavera representan dos pasos hacia tras y muestra de que las viejas fórmulas siguen mandando en la industria. Dirigida por Jordan Vogt-Roberts, quien apenas hace su segundo largometraje, la película es un fallido intento por revitalizar el mito de King Kong, monstruo que en esta ocasión carece de cualquier impacto. Está claro que hemos visto cualquier cantidad de cosas desde su última aparición cinematográfica, pero Roberts y su equipo simplemente no han encontrado el medio ni el contexto necesario para contar la historia una vez más.

La Isla Calavera es un desliz tras otro. Para esta nueva versión, Roberts ha moldeado una mezcla de conceptos, géneros y estilos que terminan por convertirse en una aberración de gigantescas proporciones. La Isla Calavera es una cinta de aventura, comedia, drama, guerra... El director y su guionista, en un afán por crear una película para un amplio público, han dado luz a un espantoso monstruo con el que ni siquiera Kong puede rivalizar. Llama la atención el tono tan distinto al de Godzilla, primer episodio de este universo compartido y en donde el drama y la tensión eran los ingredientes principales; que hayan sido efectivos o no es otro tema. La cuestión es la completa falta de sincronía entre ambas narrativas.


Otro gran problema con el que nos topamos es la falta de un protagonismo real por parte de cualquiera de los involucrados, ni siquiera Kong con toda su fuerza y grandeza puede asumir este papel. Las intervenciones del enorme simio son anticlimáticas y poco sorprendentes, nada que no hayamos visto anteriormente. Quizá la principal diferencia es su actitud más violenta y destructiva, misma que es desatada por las acciones de los invasores y la forma en que usa el ambiente para su beneficio, como las armas improvisadas que encuentra a su alrededor. De cualquier modo, las apariciones de Kong carecen de sorpresa y un aporte significativo a la trama. Del lado humano ocurre lo mismo, ninguno de los personajes logra sobresalir a pesar lo exagerado de las interpretaciones, como la de Samuel L. Jackson, quien interpreta al colonialista y obsesionado coronel, o la de John C. Reilly, como el soldado varado en la isla que trae consigo un alivio cómico que desentona bastante y que en realidad no es tan gracioso. Ni siquiera Larson o Hiddleston, actores más que probados, pueden entregar una sólida interpretación.

La Isla Calavera no funciona en ningún nivel. La formidable selección musical en ningún instante logra tener el efecto deseado, su papel se limita a decorar escenas sin sentido. La evocación a cintas clásicas como Apocalipsis Ahora o Parque Jurásico tampoco tiene una justificación más que la de repetir momentos que alguna vez consideramos geniales. La pérdida de tiempo en escenas irrelevantes y personajes poco memorables es lastimosa, como aquella en la que el que interpreta Toby Kebbell es asesinado por uno de los monstruos. Y qué decir de la pobre conexión entre la protagonista y Kong, parte fundamental de la historia que en esta ocasión se ve relegada un segundo y lejano plano.


Kong es un completo desastre, una prueba más de que Hollywood sigue sin aprender que un blockbuster también puede ser inteligente y arriesgado en muchos sentidos. A pesar de los intentos de puntualizar lo que significa la invasión humana y el peligro que somos para la naturaleza, los personajes unidimensionales y un pobre desarrollo de la trama coartan la posibilidad de obtener un producto más llamativo. En su lugar, Roberts ha escogido hacer un cinta que aparentemente se ve muy bien y llena de espectaculares momentos, pero que en realidad no es más que un cascarón vacío.

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