En uno de los momentos más tensos de Los Últimos Jedi, Luke Skywalker (Mark Hamill) le dice a Rey (Daisy Ridley) que las cosas no saldrán como ella piensa. Un fan de Star Wars inmediatamente podrá sentirse identificado con esta frase después de ver el octavo episodio de la saga, uno de los más osados y diferentes. En la continuación de la historia de esta nueva generación de héroes, nos topamos con una de las tramas más extrañas que hayamos visto en una cinta de la franquicia, pero es justamente lo que se necesitaba. Después de la nostalgia que trajo consigo El Despertar de la Fuerza, desplegando básicamente la misma estructura de Una Nueva Esperanza; y Rogue One, que una vez más nos situaba alrededor del ya gastado concepto de la Estrella de la Muerte, esta nueva entrega sacude por completo los estatutos de la propiedad y nos lleva por un viaje completamente inesperado.
Mientras la Resistencia sigue luchando de la forma que puede contra La Primera Orden, Rey finalmente da con Luke Skywalker no solo con el objetivo de que este regrese del exilio para ayudar a su hermana Leia Organa (Carrie Fisher) y sus fuerzas, sino para desenvolver el misterio que yace alrededor de ella misma y tratar de descifrar su propósito. Aunque renuente y traumatizado por haber permitido que Ben Solo (Adam Driver) se haya convertido en Kylo Ren, el Maestro Jedi finalmente accede a enseñar a la joven todo lo que sabe sobre la Fuerza. En el otro lado de la Galaxia, Finn (John Boyega) y Poe Dameron (Oscar Isaac) encuentran aliados y rivales en las mismas filas de la Resistencia, los cuales serán determinantes en su lucha por salvar la galaxia de la sombra de la tiranía.
Si J. J. Abrams fue el responsable de devolverle la magia a una serie que había sido terriblemente lastimada por su mismo creador con una ciertamente infame nueva trilogía, Rian Johnson, director de Los Últimos Jedi, es el encargado de dirigirla ahora hacia una dirección insospechada, algo que se necesitaba urgentemente si es que no querían repetirse una vez más. Aun sin haber visto el resultado final, la aprobación de Johnson como director era unánime. Si bien su nombre no tiene el mismo peso que el de otras figuras involucradas con Lucasfilm como Abrams, Ron Howard o el mismo George Lucas, no podemos olvidar que se trata del hombre que estuvo detrás de un par de los episodios más brillantes de Breaking Bad, y de lo más raros también. Y si contamos Asesino del Futuro, la cinta que probablemente le dio el trabajo, podemos darnos cuenta de que Johnson tenía las credenciales suficientes para estar a cargo.
En Los Últimos Jedi somos testigos de algunas de las decisiones más atrevidas en la historia de Star Wars en cuanto al desarrollo de algunos de los personajes y las poco convencionales circunstancias en las que se ven involucrados. En el corazón de la película tenemos la difícil relación entre Rey y Luke, quienes, ante todo pronóstico, dejan entrar en sí un poco de la oscuridad que pretenden vencer, misma que se ha apoderado de Kylo Ren desde hace mucho tiempo. La joven, cuyo poder crudo todavía no es moldeado por ninguno de los dos extremos de la Fuerza, se decepciona terriblemente ante el pesimismo del Maestro y la forma en que ha abandonado sus principios. Por otro lado, este último se enfrenta una vez más al fracaso, característica que ha estado presente en su familia y que ha sido responsable de varias tragedias a través del tiempo según su perspectiva. Este tenso vínculo deja valiosas lecciones a ambos y ese miedo a fallar se vuelve más importante que nunca, pues es lo que definirá si tienen lo necesario para seguir adelante.
La dinámica entre Rey y Kylo también toma un giro inesperado. El refugio que cada uno encuentra en el otro deja al descubierto su vulnerabilidad y la frustración que sienten hacia sus respectivos maestros. Ninguno ha obtenido lo que quiere en el camino que han elegido; por un lado, Rey no obtiene respuestas y recurre a Kylo no solo para buscar otro tipo de enseñanzas, sino para poder traerlo de vuelta del lado oscuro. Por el otro, este último ve en la guerrera alguien quien realmente entiende su profunda tristeza y con quien probablemente podría hacerse más poderoso. Pero los dos están equivocados, su inexperiencia y juventud les impiden ver que cada uno ya ha tomado su decisión. A pesar de que una de las mejores escenas de la cinta los tiene como protagonistas trabajando en equipo en contra de un grupo formidable de enemigos, este momento deja en claro las intenciones de cada uno y las razones por las que una alianza resulta imposible. El egoísmo no está en la naturaleza de Rey, mientras que la bondad se ha esfumado de la de Kylo.
Si El Despertar de la Fuerza celebraba el legado de nuestros héroes, Los Últimos Jedi se aleja del ayer y propone solo mirar hacia adelante. A pesar de sus nefastas intenciones, Kylo tiene razón en instar a Rey a que olvide su pasado, matarlo si es necesario, pues algunas cosas están simplemente destinadas a terminar o reinventarse para seguir existiendo. Luke más o menos pienso lo mismo de los Jedi, a quienes califica como vanidosos y arrogantes. El miedo al fracaso le impide entregarse de lleno a entrenar a Rey y nueva generación; el pasado no le permite continuar. Rey, por supuesto, es la llave, al igual que todos sus amigos y compañeros en la Resistencia. Resulta un gran acierto de Johnson tomar este acercamiento, pues una vez que termina este episodio podemos entender que el pasado finalmente ha quedado enterrado y la única manera en la que el conflicto entre la Resistencia y La Primera Orden llegará a su fin será con una nueva camada de héroes que probablemente fracasarán en alguna ocasión, pero que no se darán por vencidos.
El resto de los personajes principales también nos sorprenden con insólitos instantes que demuestran una vez más los riesgos que tomó Johnson al concebir este relato. Leia, por ejemplo, brilla en una de las escenas más extrañas y que seguramente levantará las cejas de varios; sin embargo, el poder verla haciendo uso de la Fuerza de la forma en la que lo hace esta vez es algo que no habíamos presenciado hasta ahora. Si bien su participación se mantiene pasiva todavía, la emoción que Fisher proyecta en el personaje es suficiente para hacer de última aparición como la princesa convertida en general una muy satisfactoria.
Quizá uno de los lujos más grandes que Johnson se ha tomado tiene que ver con la figura del Líder Supremo Snoke (Andy Serkis), el gran villano que habíamos visto entre las sombras en la cinta anterior y que ahora aparece en carne y hueso con el propósito de exterminar a los Jedi de una vez por todas. El misterio alrededor suyo ha sido uno de los más comentados por los fans desde su aparición hace un par de años; decenas de teorías fueron formuladas acerca de su origen, pero la verdad es que el director y guionista se la he ocurrido la más improbable de todas. La mayoría se sentirán defraudados con el tratamiento del personaje; pero una vez más, Johnson no se muestra complaciente y evita darnos respuestas a preguntas que, realmente, no son tan relevantes para lo que viene a continuación. Ya nos hemos aferrado al pasado por mucho tiempo y él lo sabe perfectamente.
Por supuesto, este octavo episodio no es perfecto. La extrema duración perjudica por momentos el ritmo de la narrativa, la cual parece estancarse por un buen lapso, sobre todo durante la secuencia de Canto Bight, el sitio con uno de los casinos más reconocidos de la galaxia a donde Finn y Rose (Kelly Marie Tran), también parte de la Resistencia, viajan para cumplir con una misión clave. La intención de mostrar nuevos mundos y criaturas es bienvenida, pero al final podríamos decir que todo eso resulta en una pérdida de tiempo dadas como resultan las cosas. Probablemente lo más destacado de esta subtrama sea el breve pero directo discurso sobre el enriquecimiento de un selecto grupo a costa del sufrimiento de la mayoría.
De igual manera podemos encontrar algunos trazos de El Imperio Contraataca, sobre todo en la batalla que tiene lugar en el planeta Crait y en el entrenamiento trunco de Rey, los cuales nos recuerdan a la memorable Batalla de Hoth y el adiestramiento de Luke en Dagobah con Yoda respectivamente. Afortunadamente, la similitud es mínima y el desenlace de cada situación resulta distinta.
Los Últimos Jedi es la película de Star Wars más diferente e intrépida de todas. Puede que no se trate de la mejor, ese calificativa permanece para El Imperio Contraataca, pero debemos aplaudir lo que Johnson ha hecho con la saga y los nuevos horizontes a los que ha encaminado a este nuevo grupo de personajes. Las preguntas que todo mundo tenía antes de entrar a verla no serán respondidas, pero los planteamientos que el director hace son los necesarios para mantener la narrativa con vida y disponer todo para una resolución que promete ser espectacular. Ahora todo está en manos nuevamente de Abrams.
Mientras la Resistencia sigue luchando de la forma que puede contra La Primera Orden, Rey finalmente da con Luke Skywalker no solo con el objetivo de que este regrese del exilio para ayudar a su hermana Leia Organa (Carrie Fisher) y sus fuerzas, sino para desenvolver el misterio que yace alrededor de ella misma y tratar de descifrar su propósito. Aunque renuente y traumatizado por haber permitido que Ben Solo (Adam Driver) se haya convertido en Kylo Ren, el Maestro Jedi finalmente accede a enseñar a la joven todo lo que sabe sobre la Fuerza. En el otro lado de la Galaxia, Finn (John Boyega) y Poe Dameron (Oscar Isaac) encuentran aliados y rivales en las mismas filas de la Resistencia, los cuales serán determinantes en su lucha por salvar la galaxia de la sombra de la tiranía.
Si J. J. Abrams fue el responsable de devolverle la magia a una serie que había sido terriblemente lastimada por su mismo creador con una ciertamente infame nueva trilogía, Rian Johnson, director de Los Últimos Jedi, es el encargado de dirigirla ahora hacia una dirección insospechada, algo que se necesitaba urgentemente si es que no querían repetirse una vez más. Aun sin haber visto el resultado final, la aprobación de Johnson como director era unánime. Si bien su nombre no tiene el mismo peso que el de otras figuras involucradas con Lucasfilm como Abrams, Ron Howard o el mismo George Lucas, no podemos olvidar que se trata del hombre que estuvo detrás de un par de los episodios más brillantes de Breaking Bad, y de lo más raros también. Y si contamos Asesino del Futuro, la cinta que probablemente le dio el trabajo, podemos darnos cuenta de que Johnson tenía las credenciales suficientes para estar a cargo.
En Los Últimos Jedi somos testigos de algunas de las decisiones más atrevidas en la historia de Star Wars en cuanto al desarrollo de algunos de los personajes y las poco convencionales circunstancias en las que se ven involucrados. En el corazón de la película tenemos la difícil relación entre Rey y Luke, quienes, ante todo pronóstico, dejan entrar en sí un poco de la oscuridad que pretenden vencer, misma que se ha apoderado de Kylo Ren desde hace mucho tiempo. La joven, cuyo poder crudo todavía no es moldeado por ninguno de los dos extremos de la Fuerza, se decepciona terriblemente ante el pesimismo del Maestro y la forma en que ha abandonado sus principios. Por otro lado, este último se enfrenta una vez más al fracaso, característica que ha estado presente en su familia y que ha sido responsable de varias tragedias a través del tiempo según su perspectiva. Este tenso vínculo deja valiosas lecciones a ambos y ese miedo a fallar se vuelve más importante que nunca, pues es lo que definirá si tienen lo necesario para seguir adelante.
Si El Despertar de la Fuerza celebraba el legado de nuestros héroes, Los Últimos Jedi se aleja del ayer y propone solo mirar hacia adelante. A pesar de sus nefastas intenciones, Kylo tiene razón en instar a Rey a que olvide su pasado, matarlo si es necesario, pues algunas cosas están simplemente destinadas a terminar o reinventarse para seguir existiendo. Luke más o menos pienso lo mismo de los Jedi, a quienes califica como vanidosos y arrogantes. El miedo al fracaso le impide entregarse de lleno a entrenar a Rey y nueva generación; el pasado no le permite continuar. Rey, por supuesto, es la llave, al igual que todos sus amigos y compañeros en la Resistencia. Resulta un gran acierto de Johnson tomar este acercamiento, pues una vez que termina este episodio podemos entender que el pasado finalmente ha quedado enterrado y la única manera en la que el conflicto entre la Resistencia y La Primera Orden llegará a su fin será con una nueva camada de héroes que probablemente fracasarán en alguna ocasión, pero que no se darán por vencidos.
El resto de los personajes principales también nos sorprenden con insólitos instantes que demuestran una vez más los riesgos que tomó Johnson al concebir este relato. Leia, por ejemplo, brilla en una de las escenas más extrañas y que seguramente levantará las cejas de varios; sin embargo, el poder verla haciendo uso de la Fuerza de la forma en la que lo hace esta vez es algo que no habíamos presenciado hasta ahora. Si bien su participación se mantiene pasiva todavía, la emoción que Fisher proyecta en el personaje es suficiente para hacer de última aparición como la princesa convertida en general una muy satisfactoria.
Quizá uno de los lujos más grandes que Johnson se ha tomado tiene que ver con la figura del Líder Supremo Snoke (Andy Serkis), el gran villano que habíamos visto entre las sombras en la cinta anterior y que ahora aparece en carne y hueso con el propósito de exterminar a los Jedi de una vez por todas. El misterio alrededor suyo ha sido uno de los más comentados por los fans desde su aparición hace un par de años; decenas de teorías fueron formuladas acerca de su origen, pero la verdad es que el director y guionista se la he ocurrido la más improbable de todas. La mayoría se sentirán defraudados con el tratamiento del personaje; pero una vez más, Johnson no se muestra complaciente y evita darnos respuestas a preguntas que, realmente, no son tan relevantes para lo que viene a continuación. Ya nos hemos aferrado al pasado por mucho tiempo y él lo sabe perfectamente.
Por supuesto, este octavo episodio no es perfecto. La extrema duración perjudica por momentos el ritmo de la narrativa, la cual parece estancarse por un buen lapso, sobre todo durante la secuencia de Canto Bight, el sitio con uno de los casinos más reconocidos de la galaxia a donde Finn y Rose (Kelly Marie Tran), también parte de la Resistencia, viajan para cumplir con una misión clave. La intención de mostrar nuevos mundos y criaturas es bienvenida, pero al final podríamos decir que todo eso resulta en una pérdida de tiempo dadas como resultan las cosas. Probablemente lo más destacado de esta subtrama sea el breve pero directo discurso sobre el enriquecimiento de un selecto grupo a costa del sufrimiento de la mayoría.
De igual manera podemos encontrar algunos trazos de El Imperio Contraataca, sobre todo en la batalla que tiene lugar en el planeta Crait y en el entrenamiento trunco de Rey, los cuales nos recuerdan a la memorable Batalla de Hoth y el adiestramiento de Luke en Dagobah con Yoda respectivamente. Afortunadamente, la similitud es mínima y el desenlace de cada situación resulta distinta.
Los Últimos Jedi es la película de Star Wars más diferente e intrépida de todas. Puede que no se trate de la mejor, ese calificativa permanece para El Imperio Contraataca, pero debemos aplaudir lo que Johnson ha hecho con la saga y los nuevos horizontes a los que ha encaminado a este nuevo grupo de personajes. Las preguntas que todo mundo tenía antes de entrar a verla no serán respondidas, pero los planteamientos que el director hace son los necesarios para mantener la narrativa con vida y disponer todo para una resolución que promete ser espectacular. Ahora todo está en manos nuevamente de Abrams.
Comentarios
Publicar un comentario