A través de las manzanas, Kornél Mundruczó (Hagen y Yo, Jupiter's Moon) y la guionista Kata Wéber representan la esencia de Fragmentos de una Mujer, su más reciente película. Como símbolos de fertilidad pero también de algo podrido, el fruto aparece constantemente para acentuar en la protagonista, Martha (Vanessa Kirby), una mujer que enfrenta la más grande de las pérdidas, el inconmensurable dolor que la inunda. Su insistencia en aferrarse a una a media comer y completamente oxidada contrasta con la pequeña pero significativa tarea que emprende más tarde en casa: procurar la germinación de unas nuevas semillas.
Esa transición hacia una nueva etapa, nada sencilla, por supuesto, es la que queda manifiesta en lo más reciente de este par de cineastas húngaros.
Imagen: Bron Studios, Little Lamb, Creative Wealth Media, Netflix |
Martha y Sean (Shia LaBeouf) están por recibir a su primera hija. Optando por un parto casero, la pareja echa mano de Eva (Molly Parker), una partera sustituta que acude con ellos cuando la que habían contratado les avisa que tiene que atender una emergencia. Aunque, en un comienzo, todo parece marchar bien, más adelante Eva se da cuenta de que algo anda mal; y cuando finalmente llaman a una ambulancia, ya es demasiado tarde.
Meses después, Martha y Sean tratan de continuar con sus vidas; sin embargo, sus maneras radicalmente distintas de lidiar con el duelo comienzan a lastimar su relación. Por si fuera poco, los constantes enfrentamientos entre Martha y Elizabeth (Ellen Burstyn), su madre, cuando esta última busca ayudarla a su manera, y la necesidad de enfrentar a Eva en un juicio terminan por devastar a una ya de por sí afligida mujer.
Mundruczó hace su debut en inglés con Fragmentos de una Mujer, cinta nominada al León de Oro en la pasada edición del Festival de Venecia. Así como en sus últimos dos filmes, el director trabaja con los guiones escritos o coescritos por Wéber, su esposa, quien, en esta ocasión, se inspira en una experiencia vivida por ambos para concebir esta historia. Esto nos deja en claro por qué, al principio, podemos leer que esta es una película en conjunto; un ejercicio que, sin duda, resultó sumamente catártico como pareja.
Si bien el dúo se dio a conocer más allá de su país con Hagen y Yo (White God, 2014), una fábula sobre el levantamiento de los perros callejeros de Budapest en la que hacen una crítica a la distinción por clases sociales, este nuevo esfuerzo los pone en el plano global gracias a la distribución de Netflix.
La cinta, por supuesto, deposita todo su peso en Martha, interpretada por una apabullante Kirby en su papel más importante hasta ahora. La británica se vale de todo su talento para representar el dolor que consume a su personaje; irónicamente, esto lo hace ofreciendo una actuación retraída en la que las emociones brillan por su ausencia en muchos momentos, lo que genera desconcierto dentro y fuera de la pantalla.
Todos alrededor de ella esperan una reacción de una u otra forma a pesar de la tragedia. Incapacitados para entender su pena, sus amigos, conocidos, familiares y, sobre todo, su madre y su pareja, comienzan a hostigarla pensando que saben lo que es mejor para ella. No es hasta una poderosa escena, en el marco de una reunión familiar, que Martha finalmente explota dejando en claro que ella es la única que puede decidir cómo se siente. En pocas palabras, la mujer reclama el derecho a vivir su intimidad.
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Esta actuación también brilla en lo físico, específicamente en el larguísimo plano secuencia que sigue cada detalle del parto fallido. Durante este prólogo, Mundruczó no pierde detalle del sufrimiento de su protagonista. Kirby, entre profundos gemidos y sonoros eructos, lidera esta tensa escena en tiempo real viviendo la angustia del momento y usando su rostro para comunicarla en cada instante.
Pero incluso en estos apremiantes momentos, los realizadores encuentran algunos espacios para celebrar la dicha de un acontecimiento como este. Cuando Martha ve fijamente a Sean mientras se encuentra en la bañera, su amor y la felicidad que parece estar a unos cuantos minutos de distancia lo son todo para ellos. Esto es hecho añicos cuando el funesto desenlace del parto, enmarcado por un par de dolorosas y casi traumatizantes vistas, dan por concluido este primer cuarto de la película para dar ´paso a un necesario respiro. Se trata de unna poderosa secuencia de la que se hablará por lo que resta del año.
Fragmentos de una Mujer sigue los meses posteriores a la tragedia. La desfragmentación familiar se convierte en uno de los temas en los que Wéber se concentra para retratar las consecuencias de esta pérdida. Burstyn, quien también sorprende con una actuación que, posiblemente, será tomada en cuenta durante la próxima temporada de premios, hace acto de presencia como una madre dominante y manipuladora que necesita controlar las emociones de su hija para que actúe según lo que crea que es mejor para ella.
Es en la misma escena de la reunión familiar donde la veterana actriz ofrece una emotiva y desgarradora vivencia que, en un sentido, nos permite entender su actuar.
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La cinta también nos recuerda a Historia de un Matrimonio, (Marriage Story, Noah Baumbach, 2019) la cual igualmente sigue el rompimiento de una pareja. Aunque en aquella no hay alguna tragedia de por medio, la desilusión de dos individuos adorables por sí mismos resulta desconsoladora. Curioso también es el hecho de que en ambas se muestra un juicio. Por último, y aun cuando traten temas radicalmente distintos, las dos muestran rasgos evidentes de la influencia de Ingmar Bergman.
Desafortunadamente, otros elementos de la película no son tan efectivos como los anteriores. Una subtrama en particular, aquella en la que está involucrada la prima abogada que lleva su caso, se siente demasiado forzada y un poco ridícula. Con ella, pareciera como si Wéber y Mundcruczó solamente quisieran antagonizar todavía más a Sean, quien toma una actitud con tintes violentos conforme su relación con Martha se deteriora cada vez más. Es cierto que la toma de un partido podría parecer necesaria dadas las circunstancias que rodean a los personajes, pero la imposición es más que obvia.
Estos también hacen referencia a otras cuestiones que no tienen mayores implicaciones después de surgir o que simplemente no son convincentes. El pasado como adicto de Sean queda como un pie de página; pero es su estatus social bajo, contrario al de la familia de su pareja, el que plantea un escenario telenovelesco, el cual culmina con un extraño encuentro que sostiene con su suegra.
A pesar de ello, Wéber y Mundruczó hacen de Fragmentos de una Mujer una de las trabajos más notables de su filmografía. En la ya mencionada reunión familiar, Chris (Benny Safdie), el esposo de la hermana de Martha, comenta, durante una conversación cualquiera, que "el tiempo cura todas las heridas". Al escuchar estas palabras, insensibles por omisión en aquel momento, la protagonista se siente aludida, lo que desemboca en una confrontación con todos los presentes. Una vez más, Martha siente una presión en su persona. Y aunque la película misma esta estructurada de tal forma que el paso del tiempo resulte obvio, el dolor es lo único que permanece constante. De cualquier forma, la escena final abierta a la interpretación sobre su verdadera naturaleza, abre la posibilidad de una nueva oportunidad no para olvidar, sino para aceptar.
Fragmentos de una Mujer está disponible en Netflix.
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