Hagen y Yo: una cruda fábula sobre la opresión

Esa fascinación y obsesión humana por clasificarse a sí mismos de acuerdo a su raza o a su estatus socioeconómico nos ha lastimado como especie desde el principio de los tiempos. La segregación nunca terminará y permanecerá entre nosotros estigmatizando sociedades hasta el último de nuestros días. Hagen y Yo (White God) expone este vicio de una manera singular pero ciertamente efectiva. A partir de las brutales y crueles experiencias por las que pasa el perro protagonista de esta película, Kornél Mundruczó nos recuerda que un enésimo estallido social es inminente y que en algún punto no muy lejano, las clases oprimidas finalmente tomarán lo que les pertenece por derecho.

En la película, el gobierno de la ciudad de Budapest ha decretado un nuevo impuesto para todo aquel poseedor de un canino de razas que no sean puras. Mientras, Lili (Zsófia Psotta) y su perro Hagen tienen que irse a vivir con el intolerante padre de esta por un tiempo mientras su madre está de viaje. Cuando las autoridades locales son notificadas de que el padre de Lili tiene un perro cruzado en su domicilio, se le obliga a que pague el impuesto o que les entregue al animal. Indispuesto a pagar por eso, el hombre abandona a Hagen en la calle y a su suerte contra los deseos de su inconsolable hija. Así, perro y niña se embarcarán en un viaje de auto descubrimiento que los llevará a madurar antes de tiempo.

En Hagen y Yo, Mundruczó, ha creado una metáfora sobre la opresión que mantienen las clases superiores con los menos afortunados. Hagen, cuidado y amado por su dueña, de pronto se ve desamparado en un mundo en donde el rechazo, la violencia y el miedo se viven en todo momento. Sin esperanza alguna de encontrarse nuevamente con Lili, Hagen pronto conoce la maldad en carne propia, la cual está personificada por la avaricia y la sed de sangre de sus opresores. 

En la cinta, casi todos los humanos que conocemos son detestables. El padre de la niña es un tipo que odia su trabajo y que vive reprimido en medio de una economía que no le da para más. Su maestro de música es un hombre severo y poco comprensivo y sus amigos son un grupo de patanes aficionados al alcohol y a las drogas. Y ellos son los más decentes. Hagen se topa con mafiosos, vagabundos oportunistas, organizadores de peleas de perros y empleados de un refugio animal sin ningún tipo de escrúpulos. Por otro lado, los perros con los que el protagonista se encuentra han sufrido su mismo destino. Por alguna razón han terminado en la calle haciendo su vida sin el cuidado de un humano. Inexplicable para la escoria previamente mencionada, los perros han creado un vínculo de solidaridad y empatía que los hace cuidar los unos a los otros. Hagen pronto halla amparo con sus nuevos compañeros, quienes lo cobijan ante la amenaza latente que hay ahí afuera. La estricta demarcación antagónica inicial de ambos bandos puede resultar poco convincente; pero más adelante, Mundruczó le da una giro a la historia que nos demuestra que al final todos somos iguales, tan salvajes como conscientes de lo que hacemos, sin importar de dónde vengamos. 


Aunque la temática de la segregación racial resulta evidente, el proceso por el que pasan perro y dueña también es destacado. Desde el momento en el que se separan, ambos se ven abandonados y perdidos en la vorágine que los rodea. Resignada y resentida con su padre, Lili trata de olvidarse del asunto al acercarse al fruto prohibido de la juventud: las drogas y el alcohol. Sus acciones la involucran en situaciones inapropiadas para una niña de 13 años, pero le dejan decidir sobre lo que ella cree es mejor para sí misma. Por otro lado, Hagen se encuentra con su lado más oscuro cuando un hombre aficionado de las peleas de perros se hace con el. Sometido a las más duras pruebas y a una serie de hábitos anti naturales, el lado más violento de Hagen despierta cambiándolo para siempre. Cuando el hasta poco manso animal prueba la sangre, algo se quiebra en su espíritu. Lili ya no es su idealización sobre la "clase superior", sino más bien todos aquellos que han hecho su vida en la calle un infierno. Así, indignado y enojado, el perro pronto se convierte en el símbolo de una violenta revolución en la que justos pagarán por pecadores. 


Si bien la obra se ha convertido ya en el estandarte de los protectores de animales, su esencia va más allá de lo obvio. En las primeras escenas, el padre de Lili trabaja en el centro de procesamiento de carnes abriendo reses en dos y partiendo su corazón con una gran indiferencia. Cuando una gota de sangre cae sobre su camisa, este la la limpia como cualquier otro tipo de mancha. La clase política y aquellos que gobiernan el mundo hacen lo mismo. Su falta de empatía mantiene al borde del precipicio a este mundo y la única forma con la que serán removidos vendrá acompañada inevitablemente de una poderosa fuerza. Sin embargo, Mundruczó advierte que esto no será la salvación. Hagen se convierte en un Mesías y sus seguidores lo siguen ciegamente convirtiéndose en aquello mismo que odian: seres sedientos de sangre. Por supuesto, la relación de Hagen y Lili parece ser la última esperanza. Su vínculo, a pesar de todo por lo que han pasado, se mantiene por más tenue que sea. ¿Habrá reconciliación en algún momento? Ni Mundruczó ni nadie lo puede anticipar, pero podemos trabajar hacia ella.


Hagen y Yo es especial por varias razones, pero quizá la más llamativa de todas sea el hecho de que el director y su equipo trabajaron arduamente con decenas de perros callejeros con tal de poder armar complejas secuencias sin ningún tipo de alteración digital. Está de más alabar el nivel de cooperación de los animales, quienes, ya sea a propósito o no, lucen más interesantes y vivos que su contraparte humana. Se podrá criticar el hecho de que Mundruczó cayó en una de las actitudes que reclama con su película, como lo es inhibir el compartimiento de sus estrellas caninas para poder amaestrados. Ya cada quien establecerá su punto de vista.

En una época en la que las crisis económicas acentuarán más esta división social, Hagen y Yo nos advierte acerca del inminente desenlace. Ahí está Grecia, pueblo que acaba de unirse en su mayoría para clamar libertad y respeto a sus derechos. ¿Llegarán hasta las últimas consecuencias para conservarlos? Eso está por verse.

Comentarios

  1. Me gusta mucho tu análisis sobre la película, como expones el punto medular de lo que este filme claramente nos quiere hacer ver, y que lo logra a la perfección, justo estoy dando los toques finales a mi opinión sobre esta película que hace un par de meses vi y me encontré con tu ensayo. Muy bueno. Por acá te seguiré leyendo.

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