Reseña - Vivarium: la fallida promesa de la vida suburbuna

Resulta curioso que una película como Vivarium tenga su estreno (si es que se le puede llamar así dada la situación) durante un momento delicado para la humanidad, en el cual millones de personas están quedándose adentro de sus cosas, o al menos esa esa la idea, para evitar una catástrofe mayor. En esta peculiar cinta, los protagonistas son sometidos a un encierro sumamente extraño, solo para ser confrontados con una pesimista interpretación de la existencia.

El mensaje suena pertinente para estos tiempos y hasta atractivo desde el punto de vista narrativo; sin embargo, con una pobre ejecución y un tedio que se vuelve insoportable por momentos, Vivarium fracasa al pretender representar ciertas falencias de la vida contemporánea.


Tom (Jesse Eisenberg) y Gemma (Imogen Poots) son una joven pareja que decide visitar una agencia de bienes raíces. Ahí, Martin (Jonathan Aris), un agente de apariencia misteriosa, los invita a "Yonder", un nuevo desarrollo suburbano que clama ser el nuevo lugar idear para vivir. Extrañados por la quietud y casi improbable simetría del lugar, Tom y Gemma dejan que Martin les muestre la bella pero ciertamente inquietante propiedad; sin embargo, este desaparece de repente, dejándolos un tanto desconcertados.

Cuando finalmente deciden irse, las calles de Yonder se convierten en un laberinto sin salida, dejándolos atrapados en la nueva casa de sus sueños. La situación se torna más surreal cuando una caja con un bebé dentro, al que se supone deben criar de ahora en adelante, aparece frente al hogar que se les ha dado a la fuerza.

Inspirándose en la crisis inmobiliaria en Irlanda de la década pasada, Lorcan Finnegan trata de trasladar la desesperación de aquella época a un relato que hace una singular mezcla entre lo cotidiano y lo sobrenatural. En una entrevista para Coming Soon, el irlandés hace un paralelismo entre su cinta y lo que pasó en su país: "Muchas parejas quedaron atrapadas en estos vastos y vacíos desarrollos porque no pudieron vender su casa, quedándose en este especie de limbo".

En Vivarium, efectivamente, un joven matrimonio de pronto se ve obligado a vivir una vida que no eligió, pero lo que Finnegan y el guionista Garret Shanley no pueden descifrar es qué hay detrás de esta desafortunada situación: ¿una crítica social? ¿Un comentario sobre la vida en pareja? Es así como la trama se mueve por distintos terrenos sin un rumbo claro.


Eisenberg y Poots, reunidos por tercera vez en la pantalla grande y vistos recientemente también en la satírica El Arte de Defenderse, interpretan a las dos víctimas de Yonder, dos individuos sometidos a un castigo cuyo sentido parece difícil de dilucidar.

Si bien la química que ambos actores han desarrollado a través de todas sus colaboraciones le viene bien a la historia, la falta de contundencia en la trama nos impide ver más allá de las interacciones que sostienen estos personajes. Los vemos tener sexo, hastiarse de la situación y colapsar emocional y físicamente, pero nada de esto realmente nos adentra en el conflicto. La falta de un trasfondo hace de Vivarium algo totalmente superficial, así como el inmenso desarrollo en el que se desenvuelven los acontecimientos.

Yonder es presentado como uno de esos paraísos suburbanos de antaño en donde, aparentemente, nada puede salir mal, lo que significa, obviamente, que todo saldrá mal. De igual forma, la exagerada caracterización de Aris como el excéntrico Martin nos dice de forma poco sutil que algo no anda bien con lo que ofrece. ¿De verdad son tan tantos los protagonistas al no poder darse cuenta de dónde se están metiendo?

La incorporación del ya mencionado niño a la ecuación también deja poco a la imaginación, sobre todo cuando vemos en quién (o qué) se está convirtiendo. En suma, Vivarium pretende privarnos de mucha información en favor del misterio, pero la obviedad de las intenciones de Finnegan y Shanley no ayudan del todo.

El Hoyo, otra reciente película sobre confinamiento, tampoco tiene reparo en obviar la metáfora en la que incursiona, la diferencia está en el discurso y la intención de escritores y director, quienes logran reflejar de la manera más brutal posible la retorcida naturaleza del hombre en circunstancias extremas.

Aunque en Vivarium se expone la monotonía y el desgaste emocional como un problema que igualmente tiene serias repercusiones en el microcosmos del hogar, el argumento no consigue sostenerse por completo, principalmente por la incorporación de otros elementos fantasiosos.


El pequeño universo de Vivarium es vistoso en un comienzo. ¿Estamos dentro de un mundo tan caricaturesco como macabro en el que las leyes de la física no aplican? Tom y Gemma, junto al espectador, comienzan a entender poco a poco cómo funcionan las cosas en esta comunidad vacía, y aunque, por supuesto, nada tiene sentido, las distintas pistas que vamos encontrando parecen apuntar hacia muchas direcciones al mismo tiempo: ¿se trata de un experimento diabólico? ¿O más bien hay un elemento sobrenatural de por medio?

Nada está claro, pero ese nos es el problema, sino más bien la falta de relación entre todas las ideas que director y guionista han intentado incorporar. En algún lugar hay una exploración hacia la vida en pareja de finales del Siglo XX y principios del nuevo, en la que, muchas veces, las cosas simplemente suceden, privando a hombres y mujeres de sentirse plenos con una existencia más o menos impuesta por la misma sociedad. En Vivarium, esta queda sepultada por malos diálogos, un desarrollo poco convincente y la obsesión por anclar el relato a distintas cuestiones supuestamente misteriosas y asombrosas.

En otra entrevista igualmente para Coming Soon, Poots asemeja la filmación de la película con la dinámica de Los Sims, el videojuego sobre simulación de la vida por excelencia. Si bien su comparación se refiere al hecho de haber estado caminando por el set en forma de casa con el mismo vestuario casi todo el tiempo, sus palabras apuntan a una verdad menos decorosa: así como en el emblemático título, los personajes se mueven por ahí como si fueran guiados por una fuerza superior, vacíos y sometidos totalmente a un designio inconsistente.

Sí, el concepto alrededor del diseño de producción hacen de Vivarium algo llamativo en un inicio, pero tal y como Tom nota cuando come por primera vez los alimentos que misteriosamente aparecen frente a la casa, nada de esto tiene sabor alguno.

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