Reseña - Las Olas: una épica familiar sobre el amor y la reconciliación

En Las Olas, el título no solo hace referencia a la brisa marina que parece inundar buena parte de las tomas del filme, sino también a las ondas expansivas que generan un movimiento casi sísmico en el entorno y vida de los personajes. Las malas decisiones son un protagonista más en una historia de amor, decepción y perdón, la cual examina a profundidad la complicada dinámica de una familia que se enfrenta a las consecuencias de una inconmensurable tragedia, misma que deja al descubierto un vació enorme en las relaciones afectivas dentro de un hogar con reglas estrictas, pero aparentemente feliz.

A través de una serie de riesgos, algunos más efectivos que otros, la película propone un discurso visual poco común que la distingue del resto, otorgándole una fuerza inusitada a este relato familiar.


En el sur de Florida, la familia Williams vive en completa armonía. Ronald (Sterling K. Brown) y Catherine (Renée Elise Goldsberry) manejan un negocio exitoso, mientras que Tyler (Kelvin Harrison Jr.), su hijo adolescente, se desvive para convertirse en campeón estatal de lucha. Bajo un estricto régimen deportivo y académico supervisado por su padre, Tyler pronto cae en una situación de estrés al enterarse de una grave lesión en su hombro, la cual esconde de sus padres para seguir compitiendo. Su prometedora carrera y su propia vida son puestas en riesgo cuando Tyler poco a poco se deja consumir por los opioides y el alcohol, llevándolo a cometer un terrible acto de violencia que pone a prueba la entereza emocional de su familia.

Trey Edward Shults (Krisha, Viene de Noche) se ha convertido en uno de los cineastas estadounidenses más cautivadores de los últimos años. Con ya tres muy buenas películas en su haber, el joven director escala en su ambición con Las Olas, una épica familiar suburbana que nos adentra en una dinámica tóxica entre padre e hijo que termina con serias repercusiones en su relación yen aquellos más cercanos.

Shults ha encontrado en la familia una pasión narrativa. En su todavía corta pero valiosa filmografía, este ha explorado, desde distintos puntos de vista, la desintegración familiar y las consecuencias emocionales del acontecimiento en cada uno de los miembros. Habiendo probado con distintos acercamientos con sus tres obras, Shults finalmente parece haber encontrado un notorio y sumamente prometedor sello de autor.

Las Olas nos interna en la vida de los Williams, una familia negra privilegiada que ha depositado todos sus esfuerzos, quizá más de lo apropiado, en la carrera atlética de Tyler. Con gran madurez, Shults demuestra su talento como director al moldear la difícil relación entre padre e hijo, la cual ha sido marcada por las altas expectativas y una presión que se ha vuelto intolerable.

Brown y Harrison Jr. se convierten en el eje principal de la película interpretando a dos necios cuyo frágil vínculo es llevado al límite físico y emocional. El espíritu competitivo de Ronald ha vuelto a Tyler una bomba de tiempo cuya mecha ha sido encendida no por la terrible noticia que recibe por parte de su médico, sino por la bien intencionada pero opresiva mirada del primero.


En la primera mitad de la cinta, el espectador es testigo de la brutal destrucción de Tyler, quien pasa de ser una promesa deportiva a un ejemplo muy claro de toxicidad masculina, la cual ha sido exacerbada por su padre y el entorno en el que se desenvuelve.

Su lesión y la relación con Ronald pronto generan una ola de malas decisiones en la vida de Tyler, mismas que terminan por afectar a su novia, Alexis (Alexa Demie), una chica que Shults presenta con su propia historia de empoderamiento y responsabilidad. El amor apasionado entre ella y Tyler pronto se vuelve una relación de abuso y humillación producto de la inestabilidad emocional de este último. La ola se vuelve cada más grande, arrastrando a todos sin excepción. 

El clímax de estas relaciones abusivas llega muy temprano, cuando Tyler y Ronald deben responder por sus actos ante distintas instancias. Es en ese momento en el que Shults vuelca su mirada hacia la hermana, Emily (Taylor Russell), otra adolescente agobiada por la tragedia y la disolución familiar de la que únicamente ha sido testigo.

En la segunda mitad, Shults ofrece un atisbo de esperanza entre tanta oscuridad a través de Emily y su propio viaje personal, en el cual yace la resignación, el amor, el despertar sexual, y una reconciliación consigo mismo y con un padre ausente que se perdió mucho de su vida al haber estado obsesionado con el éxito de su otro hijo.

Este súbito cambio narrativo también se siente indudablemente en un ritmo que sustituye el vértigo inicial por algo más apacible y romántico, puede ser visto como una disonancia o el siguiente paso en el duelo de los Williams, quienes enfrentan los acontecimientos ocurridos de formas muy distintas, tanto que ha provocado el alejamiento entre todos.

Pero entre todo este dolor, Emily encuentra en Luke (Lucas Hedges), compañero de equipo de Tyler, la posibilidad de ser feliz y de hacer algo importante por ayudar a alguien con problemas familiares distintos, pero igual de serios. En esta segunda mitad, las cosas cambian para bien a pesar de todo. Tras ofrecer una mirada hacia la frustración y soledad, Shults nos recuerda que en la vida también hay oportunidades para abrirse y entregarse por completo.


Además de las actuaciones, el trabajo de cámara y la música llaman poderosamente la atención. Con el fotógrafo Drew Daniels, Shults capta la rabia e impaciencia de Tyler con una serie de tomas rápidas y violentas que parecen asimilar el ímpetu masculino y salvaje del primer protagonista.

Cambiando igualmente de relación de aspecto en múltiples ocasiones, dependiendo del humor y gravedad de la situación, el director emplea todo tipo de recursos para retratar el malestar psicológico de una familia al borde del colapso. Más tarde, la cámara se asienta para mostrarnos algo más suave y delicado; las vivencias de una niña amable y comprensiva en busca de una oportunidad de amar.

La música también juega un papel importante en el discurso de Shults. Con una selección que abarca hip hop y rock alternativo de distintas vertientes, con exponentes como Frank Ocean, Tame Impala, Animal Collective, Radiohead, Kanye West, Alabama Shakes y más, la cinta le da un toque juvenil y vibrante a las experiencias de los jóvenes Williams; y aunque a veces pareciera más como un capricho de Shults por incluir sus canciones favoritas en su trabajo, lo cual seguramente no fue nada barato, el soundtrack le otorga más vida a este relato de crisis adolescente, así como Andrea Arnold lo hizo no hace mucho en Dulzura Americana.

Y, por si fuera poco, Trent Reznor y Atticus Ross le dan a Las Olas una música original con ese distintivo sello etéreo que ha caracterizado su trabajo cinematográfico.

Quizá el único cabo suelto en esta película es el tema racial, abordado solo una vez en la trama, cuando Ronald le recuerda a Tyler que a ellos les toca trabajar diez veces más duro si desean alcanzar sus sueños. Esta frase no tiene mucho sentido cuando comparamos su privilegiada situación con la de, por ejemplo, Luke, un chico blanco humilde con aspiraciones más ordinarias.

Además, la representación del negro violento y machista realza la aparición del blanco sensible y amoroso. Estas decisiones narrativa podrían lucir inofensivas, pero la realidad social que vivimos nos impide pasarlas por alto.

La respuesta sin duda estaría en el hecho de que un hombre blanco ha escrito y dirigido, lo que nos remite a la obra de Barry Jenkins, un hombre negro que, en sus dos recientes trabajos (Luz de Luna y Si la Colonia Hablara), ha retratado lo que significa realmente ser negro en una sociedad incapaz de reconocer la igualdad entre razas.

De cualquier manera, Las Olas resulta una poderosa de lección del poder aliciente femenino, y como este es desquebrajado generalmente por el incesante dominio masculino, perpetrador de terribles actos de violencia física y emocional.

Al final, los Williams nunca volverán a ser los mismos, pero el amor emerge como su última esperanza, lo único capaz de dejarlos perdonar y encontrar la calma después de la tempestad. Pero solo cuando sean capaces de tener un efectivo positivo en lo demás podrán ser realmente felices, o al menos intentarlo. De esto suele tratarte todo el asunto de pertenecer a una familia.

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