Viene de Noche: paranoia y desintegración humana

Por años, el cine de horror ha perpetuado la idea de que el miedo tiene un origen sobrenatural, algo que no pertenece a este mundo. Este concepto se ha normalizado a tal grado que las convenciones del género han pasado a convertirse en clichés, mismos que le han quitado ya cualquier tipo de encanto. Por suerte, en el frente independiente, jóvenes cineastas han comenzado con una nueva corriente que pretende revolucionar este tipo de películas con distintos estilos, pero con algo en común: una profunda preocupación por los males reales que aquejan a la sociedad contemporánea. Este nuevo terror social explora los temores de una población presa del peor de los monstruos: el mismo hombre. Viene de Noche es el más reciente ejemplo de esta nueva ola, una minimalista obra en donde la paranoia es el principal catalizador de una cruel serie de acontecimientos.

Un extraño virus se ha extendido por el mundo acabando con la civilización tal y como la conocemos. Paul (Joel Edgerton), un férreo y protector hombre, cuida de su esposa, Sarah (Carmen Ejogo) y su hijo Travis (Kevin Harrison Jr.) en una remota cabaña en el bosque propiedad del padre de Sarah, a quien han asesinado para terminar con su sufrimiento producto de la enfermedad. Paul y su familia sobreviven y mantienen una relativa armonía en el hogar; sin embargo, la paz que experimentan se ve quebrantada cuando un hombre entra a su casa buscando víveres y agua para los suyos. Al interrogar a Will (Christopher Abbott), el sujeto en cuestión, Paul se ve en un dilema al desconfiar de sus intenciones, pero al final no tiene más remedio que dejarse llevar por la compasión. Así, Paul invita a Will, su esposa Kim (Riley Keough) y a su pequeño hijo a vivir con ellos, sin imaginar que su estancia desatará un caos y acentuará sus peores temores.


Viene de Noche es el segundo filme del jovencísimo Trey Edward Shults, un ex estudiante de administración que dejó los estudios para ver cine y hacer lo propio. Hace un par de años, Shults causó gran revuelo con Krisha (disponible en Netflix), un intenso drama familiar que nos acerca al sufrimiento, arrepentimiento y frustración de una mujer madura incapaz de enfrentar a sus propios demonios. Con cero presupuesto, pero mostrando grandes dotes como director, Shults pronto captó la atención de la crítica. Ahora, con su segundo trabajo, el joven realizador se da a conocer a nivel mundial con una cinta de terror psicológico que continúa ese estudio de la naturaleza humana que comenzó con su debut. Vaya forma de irrumpir en el medio teniendo solamente 28 años.


Hay que tener muy en claro que, a pesar de la forma en la que se le ha promocionado, Viene de Noche no es una película de horror como tal, como tampoco lo son otras recientes cintas de la corriente como ¡Huye! o No Respires. El valor de lo que ha hecho Shults no reside en alguna situación terrorífica que nos haga saltar del asiento o algo por el estilo, sino más bien en esa tensión generada a partir de los hechos que viven los protagonistas, los cuales realmente llegan a ser terroríficos si nos detenemos a pensar por un momento. La película en cuestión y las previamente mencionadas toman conflictos específicos de nuestra época, como el abandono, la discriminación y la paranoia, y los introducen en situaciones extraordinarias que ponen a prueba la entereza y la fuerza de los involucrados, justo lo que varios grupos sociales tienen que vivir día a día. Pero hay algo todavía más impactante en Viene de Noche, pues el mal al que posiblemente hace referencia el título emana directamente de nosotros, de lo profundo de nuestro ser y de esa, hasta cierto punto normal, incapacidad de confiar en los demás.

Paul es un hombre que hará lo que sea para cuidar a su familia. Las primeras escenas lo dejan en claro. El asesinar a un anciano con tal de acabar su sufrimiento y evitar que los contagie habla por sí solo. Las reglas que ha impuesto les han permitido sobrevivir y mantenerse en una relativa paz a pesar de la incertidumbre que los perturba. La llegada de Will cambia la dinámica por completo y, cual protector de la manada, Paul tiene que actuar rápidamente para evitar un posible desastre. Si bien admite que una familia de extraños vayan a vivir con ellos, la suspicacia nunca se escapa de su mente. Cuando su hijo comienza a pasar tiempo con Will y su familia, Paul le advierte sobre no encariñarse, pues no sabe si algo podría ocurrir en el futuro. La paranoia es la elusiva entidad que acecha a este grupo de individuos, sobretodo a Paul.


Shults es un maestro para crear tensión. Este logra mantener al margen cualquier tipo de emoción o sobresalto que nos den alguna pista sobre lo que ocurrirá a continuación, y justo esa misma paranoia se no es transmitida con los extraños acontecimientos que empiezan a ocurrir. ¿Están Will y su familia tramando algo? ¿Tienen otra intención que han ocultado todo este tiempo? La mirada de Paul es estricta y no permite ningún desliz; por otro lado, uno también puede observar lo que pasa desde la de Travis, un compasivo adolescente que siente un deseo sexual hacia Kim o que simplemente quiere hacerlos sentir como estaban en su propia casa antes del cataclismo mundial. Aun así, Shults envuelve al personaje de Travis en otra capa de misterio que no nos deja tranquilos. Sus constantes y espeluznantes pesadillas son un augurio del fatal desenlace que está por llegar.

Esa sensación de claustrofobia que genera el hecho de que las familias estén encerradas en la casa contrasta notablemente con la agorafobia que se puede experimentar cuando Paul, Will y Travis salen al bosque, el cual parce abrumarlos con sonidos o esquivas presencias que alimentan sus temores y la paranoia. Algo muy parecido a lo que sucede en La Bruja, otra cinta que también indaga en las tribulaciones sociales y las sitúa en un tétrico ambiente ciertamente sobrenatural, pero donde la condición humana es igual de retorcida. Ambas nos presentan a una familia que se cae pedazos mientras la desconfianza hace de las suyas. Cada padre hará lo que sea para proteger a los suyos y como bien dice Paul cerca del final, "las personas desesperadas pueden hacer cualquier cosa".


Al final, Paul y Sarah, buscando protegerse a sí mismos, se entregan totalmente a la paranoia y al inevitable caos que probablemente ha consumido a la sociedad, algo más potente que el virus que lo ha destruido todo. Sin hacer uso de recursos grandilocuentes como algún tipo de giro inesperado, Shults únicamente apela a la fuerza dramática de sus actores y la solidez de su guión. El escenario postapocalíptico no guarda ningún secreto, pero sí que refuerza el aislamiento de estos personajes y la desesperación por enfrentar algo desconocido. Con Viene de Noche, Shults ha dejado de ser una promesa para convertirse en una realidad del cine independiente. El talento que ha demostrado para concebir personajes muy complejos atormentados por circunstancias fuera de su control es realmente notable. Habrá que seguirle la pista.

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