Si la Colonia Hablara tiene momentos de inconmensurable ternura, pero también de absoluta devastación. En su siguiente trabajo después de la portentosa Luz de Luna, Barry Jenkins vuelve con otra historia de implicaciones raciales en un mundo hostil y sumamente cruel. En tiempos en los que la brutalidad policíaca con la gente negra y los actos sistemáticos de racismo asolan a todo el mundo, pero principalmente a Estados Unidos, esta cinta expresa puntualmente la desesperación ante una situación que resulta insostenible desde hace décadas. Es a través de una bella e inocente trama de amor que Jenkins retrata el desprecio hacia la raza negra por parte de una sociedad que se niega a reconocerla como igual.
"Fonny" (Stephan James) y "Tish" (KiKi Layne) son dos jóvenes neoyorquinos enamorados y que han sellado su lazo romántico con la próxima llegada de un hijo. Aunque sus planes de pareja pronto encuentran varios obstáculos, como la imposibilidad de encontrar un lugar donde vivir debido a la reticencia de la mayoría de los caseros dado su color de piel, y la desaprobación de la madre fanática religiosa de Fonny, los amantes continúan acrecentado su cariño por el otro. Cuando este último se encuentra en el momento y lugar equivocado y es señalado como el autor de una violación, las autoridades no dudan en declararlo como culpable, por lo que termina en prisión. Decidida a ayudarla, junto a su familia, Tish emprende una tortuosa lucha para tratar de limpiar su nombre.
En Si la Colonia Hablara, Jenkins se mete de lleno en un discurso social que ataña completamente a nuestra época. Si bien Luz de Luna ofrecía un panorama de lo que significa ser negro y homosexual en una comunidad castigada por la violencia e intolerancia, la cinta en cuestión señala directamente las injusticias que los negros viven día a día: represión, indiferencia y un constante recordatorio de que no valen lo mismo que los blancos. Basada en la novela del mismo nombre de James Baldwin, el filme se concentra en las temáticas ya mencionadas, pero también en una bella historia de amor marcada por el odio y un sistema judicial fallido que, como era de esperarse, no favorece para nada a la gente negra.
Fonny es un tipo honrado que desea triunfar como artista. Las circunstancias sociales le han impedido sobresalir y lo han relegado notablemente. El amor llega súbitamente con Tish, una chica de 19 años a la que promete cuidar y nunca dejar sola. Su injusto encarcelamiento es un duro golpe para su relación, pero el vínculo se sostiene a pesar del vidrio que los separa en la sala de visitas de la prisión, sin mencionar que la noticia del embarazo de Tish los insta a luchar más fuerte para volver a estar juntos. Entre tanta zozobra y podredumbre, Jenkins construye un relato de amor verdadero que debe enfrentar la prueba más compleja.
Al comienzo de la cinta, Jenkins cita a Baldwin: "Cada persona negra nació en la Calle Beale, ya sea en Jackson, Mississippi; o Harlem, Nueva York. La Calle Beale es nuestro legado". La terrible experiencia de Fonny y Tish es solo una de las que se viven en la larga avenida. A través de una serie de fotografías insertadas en distintos escenas de la trama, el director fusiona ficción y realidad. Estamos ante un relato imaginado por la mente del autor, pero las imágenes interpoladas realzan el valor social de la vivencia de estos jóvenes, cuya relación parece ser un problema para muchas personas, incluidas algunas de su propia comunidad.
Jenkins estructura su obra a través de dos lineas temporales, las cuales tienen como punto de partida o llegada el arresto de Fonny. En una de estas exploramos el florecimiento del amor entre los protagonistas, quienes experimentan bellos instantes de pasión carnal, los cuales son filmados con una intimidad apabullante. La inocencia de ambos y profundidad de su afecto quedan manifiestos cuando los vemos haciendo el amor y jurándose lealtad incondicional. Todo marcha viento en popa entre ellos a pesar de que el entorno social no es del todo favorecedor. De igual forma, la aparición de otros personajes secundarios avivan esta tensión, como la de Daniel (Brian Tyree Henry), amigo de Fonny que vive antes que ellos la imparcialidad y desdén de la justicia blanca.
Pero el personaje secundario que más sobresale es el de Sharon (Regina King), la madre de Tish. Como un apoyo económico y moral para la pareja en problemas, Sharon enfrenta a su manera este calvario, aunque esto no resulta un impedimento para emprende un largo viaje y encontrarse con la mujer que clama haber sido violada por Fonny. Las escenas situadas en la isla son la plataforma en la que King demuestra todo su talento y el tacto para interpretar a una mujer afligida por la situación social en la que vive, pero también por el dolor y frustración de su hija. Su preparación para la reunión es tensa e incómoda, pero su determinación es tan trágica como esperanzadora.
Si la Colonia Hablara ciertamente no tiene esa profundidad e impacto que hacen de Luz de Luna una de las cintas más apasionantes de los últimos años, pero el discurso social y racial que lidera sin duda le otorgan un carácter muy valioso. Jenkins nos muestra que poco o nada ha cambiado desde que se escribió la novela. El miedo y recelo continúan acechando a una comunidad que simplemente no puede vivir en paz. El final es desolador y la sensación de impotencia permanece latente, pero nos quedamos con esa representación de amor sincero e interminable, lo único que no le han podido arrebatar a una pareja resignada.
En Si la Colonia Hablara, Jenkins se mete de lleno en un discurso social que ataña completamente a nuestra época. Si bien Luz de Luna ofrecía un panorama de lo que significa ser negro y homosexual en una comunidad castigada por la violencia e intolerancia, la cinta en cuestión señala directamente las injusticias que los negros viven día a día: represión, indiferencia y un constante recordatorio de que no valen lo mismo que los blancos. Basada en la novela del mismo nombre de James Baldwin, el filme se concentra en las temáticas ya mencionadas, pero también en una bella historia de amor marcada por el odio y un sistema judicial fallido que, como era de esperarse, no favorece para nada a la gente negra.
Fonny es un tipo honrado que desea triunfar como artista. Las circunstancias sociales le han impedido sobresalir y lo han relegado notablemente. El amor llega súbitamente con Tish, una chica de 19 años a la que promete cuidar y nunca dejar sola. Su injusto encarcelamiento es un duro golpe para su relación, pero el vínculo se sostiene a pesar del vidrio que los separa en la sala de visitas de la prisión, sin mencionar que la noticia del embarazo de Tish los insta a luchar más fuerte para volver a estar juntos. Entre tanta zozobra y podredumbre, Jenkins construye un relato de amor verdadero que debe enfrentar la prueba más compleja.
Al comienzo de la cinta, Jenkins cita a Baldwin: "Cada persona negra nació en la Calle Beale, ya sea en Jackson, Mississippi; o Harlem, Nueva York. La Calle Beale es nuestro legado". La terrible experiencia de Fonny y Tish es solo una de las que se viven en la larga avenida. A través de una serie de fotografías insertadas en distintos escenas de la trama, el director fusiona ficción y realidad. Estamos ante un relato imaginado por la mente del autor, pero las imágenes interpoladas realzan el valor social de la vivencia de estos jóvenes, cuya relación parece ser un problema para muchas personas, incluidas algunas de su propia comunidad.
Jenkins estructura su obra a través de dos lineas temporales, las cuales tienen como punto de partida o llegada el arresto de Fonny. En una de estas exploramos el florecimiento del amor entre los protagonistas, quienes experimentan bellos instantes de pasión carnal, los cuales son filmados con una intimidad apabullante. La inocencia de ambos y profundidad de su afecto quedan manifiestos cuando los vemos haciendo el amor y jurándose lealtad incondicional. Todo marcha viento en popa entre ellos a pesar de que el entorno social no es del todo favorecedor. De igual forma, la aparición de otros personajes secundarios avivan esta tensión, como la de Daniel (Brian Tyree Henry), amigo de Fonny que vive antes que ellos la imparcialidad y desdén de la justicia blanca.
Pero el personaje secundario que más sobresale es el de Sharon (Regina King), la madre de Tish. Como un apoyo económico y moral para la pareja en problemas, Sharon enfrenta a su manera este calvario, aunque esto no resulta un impedimento para emprende un largo viaje y encontrarse con la mujer que clama haber sido violada por Fonny. Las escenas situadas en la isla son la plataforma en la que King demuestra todo su talento y el tacto para interpretar a una mujer afligida por la situación social en la que vive, pero también por el dolor y frustración de su hija. Su preparación para la reunión es tensa e incómoda, pero su determinación es tan trágica como esperanzadora.
Si la Colonia Hablara ciertamente no tiene esa profundidad e impacto que hacen de Luz de Luna una de las cintas más apasionantes de los últimos años, pero el discurso social y racial que lidera sin duda le otorgan un carácter muy valioso. Jenkins nos muestra que poco o nada ha cambiado desde que se escribió la novela. El miedo y recelo continúan acechando a una comunidad que simplemente no puede vivir en paz. El final es desolador y la sensación de impotencia permanece latente, pero nos quedamos con esa representación de amor sincero e interminable, lo único que no le han podido arrebatar a una pareja resignada.
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