El Depredador: la gran contendiente a peor película de 2018

La saga fílmica de Depredador nunca ha sido buena. Si bien la primer cinta permanece como un clásico del cine acción, las secuelas, spin-offs y demás han expandido de forma innecesaria un universo que realmente no tiene mucho que decir. Por años, Hollywood se ha empreñado en revivirla con una serie de reboots y crossovers con la también moribunda franquicia de Alien; sin embargo, todos los intentos han sido fallidos hasta ahora. El Depredador, la última entrega, por supuesto que no es la excepción. Esta película no solo fracasa como un blockbuster, sino como una historia que intenta adentrarnos en la extraña relación entre un grupo desadaptados y los (¿graciosos?) traumas que los han marginado de la sociedad.

Quinn McKenna (Boyd Holbrook), francotirador de élite del ejército, es enviado a rescatar a unos rehenes. La misión es interrumpida por el choque de una nave especial, la cual es piloteada por un avanzado y letal extraterrestre. A pesar de perder a su equipo, McKenna logra escapar. Más tarde, una entidad del gobierno estadounidense liderada por el agente Traeger (Sterling K. Brown) arriba en busca del alienígena, su nave y el mismo McKenna, a quien identifican como testigo. Este pronto es capturado, pero enseguida entabla una relación con un grupo de soldados deshonrados, con quienes planea su escape. Todo sale mal cuando el extraterrestre conocido como "Depredador" escapa también de manos del gobierno, solo para ser perseguido por otro y mejorado ser que busca eliminarlo. McKenna y sus nuevos aliados quedan entonces en medio del conflicto y se ven obligados a responder.

El Depredador es un completo desastre y posiblemente la peor cinta de alto perfil de este año. Después de varios fracasos con la propiedad en todo lo que va de este siglo, Fox decidió hacer algunos ajustes para tratar de darle nueva vida al famoso personaje alienígena. Primero, a cargo estaría Shane Black, quien no solo venía de dirigir una gran película de compañeros como lo es Dos Tipos Peligrosos, sino que también actuó en la primera parte junto a Arnold Schwarzenegger, por lo que su sensibilidad y conocimiento sobre la historia parecían los adecuados como para ponerlo a cargo. Aunado a ello, se apegarían únicamente a lo sucedido en las dos primeras entregas, algo que cada vez es más común en las grandes franquicias con pasados turbulentos. Si entonces se tomaron bastantes precauciones ¿qué es lo que salió mal?

Absolutamente todo. No existe algún elemento rescatable en una película plagada de errores, malas actuaciones, inconsistencias y tremendos hoyos en la trama. Primero están los personajes, poco memorables y los cuales parecen ser juguetes malhablados del director y los guionistas aprovechando las bondades de la clasificación. Ninguno consigue conectarse con la audiencia a pesar de la supuesta vulnerabilidad con la que son concebidos, sobre todo el grupo de soldados con los que McKenna se junta enseguida. De igual forma, la aparición de Jacob Tremblay, como el hijo de este último, es odiosa y confusa. Tratando de mostrar burdamente las capacidades intelectuales que puede ostentar un niño introvertido y marginado por los mismos chicos de su edad, Black y su equipo se pierden en sentimentalismos y lecciones de vida poco convincentes.


La historia no se sostiene por ningún lado. El argumento, en esta ocasión, está basado en dos depredadores, uno como los que hemos visto en las otras películas; y uno nuevo, más grande y mortífero por una razón que tiene que ver directamente con las motivaciones de la especie para venir a la Tierra. Al contarnos las intenciones de los depredadores, la mística que alguna vez rodeaba la saga queda perdida para siempre, tal y como ocurrió con Alien y sus deplorables secuelas, las cuales igualmente han dejando moribunda a la franquicia. Por si fuera poco, los creativos se han tomado la libertad de introducir algunos desconocidos y ridículos elementos, como los sabuesos alienígenas con todo y sus rastitas.

Las incoherencias en la trama tampoco pueden pasarse por alto. Los personajes toman decisiones sin sentido, incluso las acciones de los depredadores tampoco obedecen siempre a los objetivos que se les han impuesto. Las inconsistencias temporales y espaciales tampoco ayudan del todo, pues aunque sean irrelevantes hasta cierto punto, estas terminan por crear una confusión acerca de lo que está pasando. Como era de esperarse, Black apela a una burda nostalgia tirando frases y situaciones referentes a la película clásica, todo un cliché de la industria en estos momentos. Pero quizá lo peor de todo es la excesiva comedia en la historia. Por largos instantes, el espectador es sometido a una serie de conversaciones llenas de bromas y doble sentido entre los ex militares perturbados. La acción surge a cuenta gotas, pero los chascarrillos llegan en marejada.


El Depredador bien podría ser el último clavo sobre el ataúd de la serie. No solo se trata de una mala película, sino una que parece inconclusa y apresurada, ya que algunos de los efectos especiales resaltan por su fallido procesamiento. Lejos quedaron aquellos días en los que el extraterrestre atemorizaba con nada más que efectos prácticos y un ambiente de incertidumbre ante su acecho. Resulta extraño que un tipo como Black no haya sido capaz de al menos entregar un trabajo digno teniendo muchas herramientas a su disposición. Esperemos que este sea verdaderamente el final, porque el desenlace de la cinta es probablemente lo más ridículo que se haya visto en el cine este año. Nadie en su sano juicio debería aprobar una secuela más.

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