Crítica - Ferrari: una película sin demasiados caballos de fuerza

Ganar lo es todo en Ferrari (2023). Por un lado, está el casi legendario Enzo Ferrari (Adam Driver), personaje icónico de la Italia contemporánea y fundador de la que, posiblemente, es la marca de automóviles de lujo más famosa del mundo. Después está Laura (Penélope Cruz), su esposa, una mujer lastimada pero decidida a quedarse con lo que le pertenece a como dé lugar. Y luego están los pilotos de la escudería, hombres impetuosos que poco a poco aprenden a arriesgar la vida con tal de llevarse la victoria. ¿Pero a qué costo? Cada facción, a su manera, busca salvarse, defenderse o alcanzar la gloria, aunque el precio pueda ser demasiado caro. En su nueva película, el veterano Michael Mann (Fuego Contra Fuego, Colaretal) construye un discurso alrededor del triunfo a través de una historia bastante irregular, pero con ciertos destellos que vale la pena discutir.

Ferrari critica
Imagen: STX Entertainment, Forward Pass, Storyteller Productions, Iervolino & Lady Bacardi Entertainment

Barrida casi por completo de la temporada de premios a pesar de contar con un notable pedigrí cinematográfico, la cinta nos sitúa en la Italia de la posguerra, específicamente en un momento complicado para la compañía, que no solo enfrenta severos problemas económicos, sino también la superioridad técnica de Maserati, que le ha arrebatado un importante récord de velocidad. Pero hay que aclarar primero que esta no es una de esas películas recientes sobre el ascenso y caída de una gran compañía que, básicamente, funcionan como comerciales de las marcas. No, este es un drama ocasionalmente muy intenso sobre la intempestiva vida privada de Enzo Ferrari, que solía apostarlo todo cuando veía probabilidades de salir victorioso. 

Mann echa de mano de dos importantes actores para adentrarnos en el drama de la familia Ferrari. Adam Driver, como il commendatore, se mete de lleno en el personaje, explorando tanto su obsesión con el automovilismo como su preocupación por tener que lidiar con una empresa al borde de la bancarrota y un matrimonio ensombrecido por una relación extramarital. El problema con la participación de Driver es que el estigma que quedó de La Casa Gucci (House of Gucci, 2021) vuelve a sentirse; el acento no es su mayor fuerte, y por momentos resulta cómico. La decisión de haberlo incluido en el reparto no dio los frutos esperados. Cosa contraria ocurre con Cruz; quizá sea su origen europeo, pero no queda duda de que nadie más pudo haber interpretado a Laura, convirtiéndose incluso en el alma del relato. La desolación y la ira que proyecta, aunque llegan a lo melodramático, cumplen su cometido de principio a fin. Se trata, claramente, de uno de los elementos más destacados de la cinta.

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Imagen: STX Entertainment, Forward Pass, Storyteller Productions, Iervolino & Lady Bacardi Entertainment

Lo mismo no se puede decir de Shailene Woodley, que interpreta a Lina, la amante de Ferrari; la actriz nunca luce cómoda en el papel ni tampoco convence como una mujer italiana de mediados del siglo XX. La elección de casting deja mucho que desear. Pero el mayor desacierto de la película yace en el guion de Troy Kennedy Martin, que adapta la biografía de Enzo Ferrari. El ritmo errático la inserción de escenas un tanto irrelevantes durante los momentos de mayor tensión en la secuencia de la carrera resulta desafortunada, escenas íntimas innecesarias y una exploración extraña de la figura del protagonista algo así como una representación de un héroe trágico impiden tomar en serio esta propuesta.

Pero qué bien filma Mann las escenas de acción. Si bien es necesario esperar hasta el último acto para empaparse del aspecto deportivo del relato, la recompensa es enorme. Con impresionantes tomas y cortes que provocan alaridos, los instantes de la Mille Miglia presentan los autos en todo su esplendor; ver a los Maserati y a los Ferrari tocarse en las angostas curvas mantiene a los espectadores al borde de sus asientos. Y si a eso agregamos una mezcla de sonido casi perfecta, nos queda una secuencia muy atractiva. Aunque su culminación no es exactamente la mejor; una traumática escena de choque presentada con efectos visuales rudimentarios pone fin a esta emoción, pues da la impresión de que Mann se regodea forma excesiva en la tragedia. Algo similar ocurre al principio con otro accidente; queda claro que la intención del director y Kennedy Martin es hacernos recordar el precio a pagar, sobre todo en vidas humanas, para conseguir el triunfo, pero la ejecución luce torpe en ese sentido.

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Imagen: STX Entertainment, Forward Pass, Storyteller Productions, Iervolino & Lady Bacardi Entertainment

No cabe duda de que Ferrari se habría beneficiado enormemente de un mejor montaje, ya que hubiera limitado en cierta medida los daños de un guion que no sabe si quiere mostrar un drama familiar o una historia deportiva; la mezcla de estos dos elementos no funciona del todo. Los aficionados a las carreras se sentirán algo decepcionados al darse cuenta de que hay poco de lo que buscan en la película, mientras que los cinéfilos se sentirán confundidos por varias de las decisiones creativas de Mann y su equipo. Así como La Casa Gucci, el filme llega a ser involuntariamente cómico y demasiado sórdido por momentos. La visión de Mann y de Ridley Scott parece ser un síntoma de cineastas en su ocaso; su legado es indiscutible, pero su forma de contar historias ya luce anticuada.

Ferrari está actualmente en cartelera.

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