Crítica - EO: la barbarie que nos consume

La inocencia del animal es un tema que ha sido objeto de estudio en el cine. Basta con hacer referencia a Al Azar de Baltasar (Au Hasard Balthazar, 1966), película de Robert Bresson en la que un burrito, después de pasar años de alegrías, es sometido a un trato cruel por sus distintos dueños. Podemos hacer mención también a Hagen y Yo (Fehér Isten, 2014) u Okja (2017), pero la aclamada obra de Bresson es la que nos ataña al ser la inspiración directa de EO (2022), otra cinta que sigue las desventuras de un asno, quien es testigo de la trágica y terrible naturaleza humana.

EO critica
Imagen: Skopia Film, Alien Films, Polski Sztuki Filmowej

Eo, un burrito que trabaja en un circo de Polonia, es amado por Kasandra (Sandra Drzymalska), su cuidadora. Sin embargo, cuando las autoridades locales, presionadas por la opinión pública, llegan para clausurar el lugar, la joven no puede hacer nada cuando ve a su animal siendo incautado. Eo es reubicado a distintos lugares, pero en ninguno consigue adaptarse. Luego, tras un remolino de emociones, este escapa y emprende un viaje en búsqueda de Kasandra. En el camino se encontrará con gente buena que lo ayudará, y también con personajes maliciosos que le harán daño.

Con su nuevo filme, el veterano director Jerzy Skolimowski (Le Départ, Zona Profunda) nos ofrece situar nuestra mirada desde la más pura de un animal. A través de Eo, el polaco nos invita a dar un vistazo a nosotros mismos, a la forma en que tratamos a los demás y al resto de los seres vivos. Con el burrito como observador y víctima, nos encontramos ante un reflejo difícil de ver; sus imágenes proyectan alegría y nostalgia, pero también dolor, decepción y tragedia. Y si bien varias de las subtramas que el cineasta nos presenta no consiguen hilarse del todo con el viaje de Eo, el sentimiento que generan buena parte de los visuales es innegable.

EO es más efectiva cuando pasamos más tiempo a solas con el burrito protagonista. Y aunque se le puede criticar de cierto antropomorfismo a la cinta durante los instantes en que Skolimowski parece querer adentrarnos en las memorias o los sentimientos de Eo, la mirada del animal, los encuadres y los movimientos de cámara son suficientes para expresar su estado de ánimo. El uso de recursos visuales ciertamente desorientadores también enmarcan varios simbolismos que aluden a la decadencia, la mortalidad y un funesto destino. Se trata de una obra que prescinde bastante de los diálogos para dejar que las imágenes hablen por sí solas.

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Imagen: Skopia Film, Alien Films, Polski Sztuki Filmowej

Pero algunas de las subtramas que componen la película resultan demasiado ambiguas como para discernir su significado. En una, por ejemplo, la sorpresiva aparición de Isabelle Huppert quien interpreta a una acaudalada condesa opaca una historia poco clara sobre la desobediencia, la decepción y las pasiones carnales; al final, queda la duda de cuál es su relación con Eo en ese determinado momento. En otra, la existencia de un traficante de animales termina en tragedia de la forma más extraña y aleatoria posible; su destino parece funcionar solo para darle continuación al relato, además de que se vale de la redundancia para seguir con el comentario general.

De cualquier manera, la belleza poética de EO radica en la ojeada a la desintegración social que arrastra a los demás seres vivos con quienes compartimos este mundo. Eo, el burrito, vaga por un entorno en el que la amabilidad y el cariño son sometidos por la crueldad y el odio. Skolimowski ofrece un trabajo críptico pero honesto sobre lo impredecible de la vida, la maldad encarnada y el lugar que merecen los animales en una sociedad demasiado ocupada en perpetuar la barbarie.

EO está actualmente en cartelera.

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