Reseña - Benedetta: el placer como arma en contra de la doble moral

Mientras la joven Benedetta es vestida por una de las monjas del convento al que su padre la acaba de ingresar, esta le dice: "Tu cuerpo es tu peor enemigo. Mejor no sentirte cómoda en él". De esta premisa parte el legendario Paul Verhoeven para construir la película que lleva el mismo nombre de la protagonista. Mostrando el cuerpo desnudo de la mujer como una arma poderosa en contra de la mojigatería y la doble moral religiosa, el director entrega una cinta que, más allá de provocar, señala las falencias de una organización que hace exactamente lo contrario de lo que predica. Benedetta (2021) se despoja de cualquier atadura al buen gusto —porque sí, hay chistes de pedos y dildos tallados de estatuas de la Virgen María— y de la corrección política para enarbolar una especie de feminismo arraigado en el placer.

Imagen: SBS Productions, Pathé, France 2 Cinéma, France 3 Cinéma, Topkapi Films, Belga Productions

Enviada a un convento en Pescia, Italia, Benedetta Carlini (Virginie Efira) vive intensamente su fervor religioso al tener visiones del mismísimo Jesús cargadas de un erotismo del que la estricta abadesa (Charlotte Rampling) renegaría. Cuando una mujer llamada Bartolomea (Daphne Patakia) llega para buscar refugio, un deseo oculto en su interior comienza a acentuarse, llevándola a comenzar una relación prohibida con ella. Al mismo tiempo, una serie de extrañas ocurrencias de aparente índole sobrenatural parecen respaldar su declaración de que Jesús habla a través de ella. Suspicaz e indignada, la abadesa recurre a todos los recursos a su alcance para tratar de desenmascarar a la alguna vez pequeña niña que recibió en su convento.

Seleccionada por el Festival de Cannes el año pasado, Benedetta asesta un golpe más en la credibilidad de una Iglesia católica en crisis desde hace mucho tiempo. A través de una serie de repugnantes y deleznables individuos, la cinta satiriza las férreas creencias de una institución interesada más en el poder y muy poco en el bienestar del hombre. Y claro, mucho menos en el de la mujer, cuyo rol, no más valioso que el de unas cuantas monedas, se convierte aquí, ya sea por mandato divino o no, en la mayor resistencia ante aquellos que se asumen como puros para poder juzgar. Inspirada en hechos reales, y adaptada del libro Immodest Acts: The Life of a Lesbian Nun in Renaissance Italy, de Judith C. Brown, la película se vale del cuerpo femenino para llevar a cabo un contundente acto de rebeldía.

Efira —quien, curiosamente, hizo de una devota católica en Elle (2016), el anterior trabajo de Verhoeven— encarna a la susodicha monja, una mujer adoctrinada confundida por el deseo carnal que siente hacia una compañera. La belga se enfrenta a una tarea compleja al tener que interpretar las distintas facetas de una religiosa que experimenta todo tipo de situaciones no asociadas con su papel, desde múltiples orgasmos hasta posibles posesiones. Con su actuación, Efira respalda una de las ideas del guion, escrito por el mismo Verhoeven y David Birke: ¿se trata de una charlatana o, genuinamente, de una enviada de Dios? Su trabajo es tan convincente que, al final, la duda permanece. 

Imagen: SBS Productions, Pathé, France 2 Cinéma, France 3 Cinéma, Topkapi Films, Belga Productions

Afortunadamente, el director y coguionista le presta el mismo interés a sus personajes secundarios. La abadesa, interpretada brillantemente por Charlotte Rampling, proyecta la envidia de una mujer que ve el poder escapársele de las manos; su arco narrativo, brutal y tristísimo, apunta a la hipocresía a la que Verhoeven hace referencia durante casi toda la historia. En una escena, por ejemplo, la abadesa confronta al padre de Benedetta por ofrecerle una dote inaceptable por darle un espacio a su hija; más tarde, cuando Benedetta le pide a su progenitor que pague también para darle una oportunidad de supervivencia a Bartolomea, la abadesa le advierte al hombre que "los ricos no entran al cielo". 

Esta doble moral se hace todavía más visible con la entrada a escena del nuncio (Lambert Wilson), quien, en plena peste, le niega apoyo incluso a uno de sus párrocos, que sucumbe ante la terrible enfermedad. O cuando una de sus sirvientas, vistiendo un pronunciado escote, recibe cualquier cantidad de miradas lascivas de su parte al acercársele. 

Finalmente, Bartolomea, quien, a pesar de ser la llave de la liberación de Benedetta, se enfrenta a una decepción romántica que deja al descubierto su lado más vulnerable, oculto al principio por su desinhibición.

Imagen: SBS Productions, Pathé, France 2 Cinéma, France 3 Cinéma, Topkapi Films, Belga Productions

Al igual que en Elle, en Benedetta nos encontramos con una mujer empoderada que halla en el placer sexual un arma infalible en contra del dominio masculino o religioso. Como mujeres que no encajan en los estándares sociales de sus respectivas épocas, ambas protagonistas toman el control de sus vidas, de su sexualidad y de su identidad para hacer frente a los embates de un sistema inclemente. Habrá quien diga que la mirada de Verhoeven no apoya del todo esta idea al enfocar demasiado su atención en los cuerpos desnudos de Efira y de Patakia; pero es en esa carnalidad en donde yace la gran crítica hacia la doble moral de quienes piden ocultar una figura cuando adquiere cierto poder.

Mientras se confiesa, el padre que la escucha le dice a Benedetta que "el sufrimiento es la única forma de amar a Cristo". Esta premisa se ve echa añicos cuando la monja expresa su amor a Jesús muy a su manera, ofreciéndole sus orgasmos y sus pechos desnudos, porque "la vergüenza no existe bajo la protección del amor de Dios". En Benedetta, las mujeres comienzan como mercancía, pero terminan, en circunstancias distintas, en completo control de su destino. Entregadas cada una a diferentes estrategias para alcanzar sus objetivos, estas reafirman su valía desafiando todo lo que una Iglesia completamente desvirtuada representa, porque, al final del día, todos tenemos derecho a un pecado.

Benedetta se encuentra actualmente en cartelera.