La sátira, por supuesto, es el pan de cada día para Adam McKay. Incluso con el salto a un cine más "serio", en La Gran Apuesta (The Big Short, 2015), el elemento se mantuvo con notable efectividad, demostrando que el director podía insertarla en dramas más sustanciosos y hacer una crítica a distintos aspectos de su sociedad. Las cosas cambiaron con El Vicepresediente (Vice, 2018), una película que intentó, sin éxito, replicar esa fórmula al enfocarse en un solo individuo. Ahora, en No Miren Arriba (Don't Look Up, 2021), McKay lleva al máximo nivel este modelo enfrentándose por primera vez a un descarrilamiento de enormes proporciones. Tratando a su público como un grupo de ignorantes, McKay aparenta haber descubierto el hilo negro con una película que, demasiado consciente de sí misma, termina por ser extremadamente molesta.
Imagen: Hyperobject Industries, Bluegrass Films, Netflix |
Una joven astrónoma llamada Kate Dibiasky (Jennifer Lawrence) descubre un cometa durante sus labores normales. Después de avisarle a su profesor, el Dr. Randall Mindy (Leonardo DiCaprio), este descubre que el cuerpo celeste se encuentra en camino a impactarse con la Tierra en unos meses. Preocupados, ambos deciden alertar al gobierno; y aunque, en un comienzo, el Dr. Teddy Oglethorpe (Rob Morgan), cabeza de la Oficina de Coordinación de Defensa Planetaria, les presta toda la atención, la administración de la presidenta Janie Orlean (Meryl Streep) desestima su advertencia y decide no apoyarlos por completo. De cualquier manera, Kate y Randall se embarcan en una gira mediática para dar a conocer su hallazgo, encontrando, para su sorpresa, nada más que indiferencia por parte del público en general.
Reuniendo de nueva cuenta a un elenco conformado por superestrellas, McKay voltea ahora hacia el cambio climático para, aunque sea demasiado tarde, hacer su propia película anti-Trump. Si bien la orientación política del realizador no era ningún secreto, todo rastro de sutileza queda borrado en No Miren Arriba, una cinta que parece enlistar todos los fiascos de la administración del infame personaje para regodearse junto a la mayoría de Hollywood, notable detractor del expresidente durante todo su mandato. Y además de que se trate de un ataque directo a alguien que no está más en el poder, es la manera problemática en que pretende presentar una de sus más grandes equivocaciones: el negacionismo climático, idea que también sostienen miles de estadounidenses a pesar de las pruebas que existen.
Imagen: Hyperobject Industries, Bluegrass Films, Netflix |
No Miren Arriba utiliza el concepto del cometa para hablar del cambio climático —e, involuntariamente, de la pandemia— y de cómo millones de personas, y algunos gobiernos, todavía se resisten a darse cuenta de que nos encaminamos hacia un desastre global que, seguramente, dejará inservible el planeta, terminando con la especie humana. McKay, quien hace su primera película para Netflix, expone la temática con la sátira que lo caracteriza, pero sin la perspicacia de La Gran Apuesta. Llevando hacia el extremo lo que había hecho en El Vicepresidente, el director ridiculiza la causa en pro del planeta a través de un par de personajes erráticos y, en cierta medida, hasta patéticos que desvirtúan por completo el "mensaje". "La verdad parecería ser lo único que importa en problemáticas como esta; pero quizá no para McKay, quien prefiere hacerse presente en cada escena con decisiones creativas ciertamente cuestionables.
DiCaprio y Lawrence interpretan a un par de astrónomos víctimas de un sistema trumpiano más preocupado por retener la simpatía de sus seguidores que de atender una emergencia real. El desarrollo de ambos resulta problemático conforme avanza la trama. El arco narrativo del primero resulta desconcertante por momentos, sobre todo cuando McKay lo transforma en un individuo ensimismado con los medios y el súbito interés que ha despertado en la sociedad, aunque no precisamente por su descubrimiento. La subtrama en la que se interna el personaje, con una historia de amorío de por medio, resulta desagradable e innecesaria. El poder de los medios, por supuesto, es otro tema que el cineasta pretende criticar, pero ¿realmente era importante recalcar que la atención mediática termina por corromper a cualquiera, incluso al más ajeno a ella?
Lawrence, como Kate, se ve estancada en una serie de circunstancias poco graciosas que terminan por llevar a su personaje hacia otra historia "romántica", en la que también participa un Timothée Chalamet que nunca consigue justificar su repentina aparición en la trama. Aunque la presencia de Kate parece apuntar hacia otros problemas muy actuales, como la ansiedad y la inestabilidad emocional, McKay no llega a ninguna conclusión al respecto, dejando a la deriva a uno de los personajes menos molestos de una cinta repleto de ellos. En este apartado también está Rob Morgan, quien ofrece la actuación más sobria de todo el reparto; aun así, poco se indaga en la psique de un personaje que parece ser el único que actúa con cabeza fría.
Imagen: Hyperobject Industries, Bluegrass Films, Netflix |
Pero quien más llama la atención, y no precisamente para bien, es Mark Rylance, quien interpreta a Peter Isherwell, CEO de BASH, una compañía tecnológica con rasgos de Apple, Google y Tesla. Rylance canaliza el espíritu de Steve Jobs de una manera poco convencional para crear un desfachatado y nada gracioso personaje, el cual adquiere mayor importancia hacia la segunda parte de la película, después de ser presentado de la forma más incómoda posible en el principio. Jonah Hill, como el hijo de la presidenta y jefe del staff de la Casa Blanca, tampoco deja una impresión satisfactoria. Como la versión masculina de Ivanka Trump, Jason es uno más de los personajes en la lista negra de McKay, que parece convertir este trabajo en una suerte de venganza en contra de todo un grupo político.
No Miren Arriba, a pesar de su naturaleza satírica —con Armageddon (1998) e Impacto Profundo (Deep Impact, 1998) como referencias inmediatas—, se toma demasiado en serio su papel de "presentadora de la verdad". Tal y como dice Kate cuando parece haber perdido toda esperanza de ser escuchada, la verdad es más deprimente. En su afán de burlarse de todo aquel que considere un asno, McKay trivializa todo lo relacionado con el cambio climático, reduciéndolo a un pie de nota en una película interesada más en lo mediático y lo escandaloso, justamente lo que había jurado atacar desde que comenzó su campaña de marketing. Con uno que otro momento gracioso por ahí, la cinta no puede escapar del egocentrismo de un director que, después de este ejercicio, se asume como una especie de mesías fílmico cuya verdad se conoce desde hace tiempo; porque, contrario a lo que podría creer, muchos ya habían mirado hacia arriba.
No Miren Arriba está disponible en Netflix.
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