Algo anda mal en Beckett (2021) desde el comienzo. Quizá sea el lento inicio y el énfasis en la relación romántica entre los protagonistas, o también la sensación de indiferencia que proyectan dos individuos al vacacionar felizmente en un país en crisis. La realidad es que la trama pronto confirma el titubeante andar cuando vemos a uno de ellos involucrarse en un enredo sociopolítico de grandes proporciones, asumiendo el trillado papel de víctima convertido en salvador —por más involuntario que sea—. A pesar del buen talento de por medio, y de una clara intención de recuperar la propuesta de thrillers de antaño, la nueva apuesta de Netflix falla rotundamente debido a una historia que deja de ser atractiva desde muy temprano.
Imagen: Frenesy Film Company, MeMo Films, RT Features, Faliro House Productions, Rai Cinema, Netflix |
Beckett (John David Washington) y su novia April (Alicia Vikander) vacacionan en Grecia durante un momento de inestabilidad política para el país. SPOILERS ADELANTE Después de un accidente en automóvil en el que esta última muere, Beckett termina en la estación de policía, donde clama haber visto a un niño que intentó ayudarlo. Desorientado y devastado emocionalmente, el hombre regresa al lugar de la tragedia, solo para ser recibido por disparos de los mismos policías que lo habían asistido hace un instante. TERMINAN SPOILERS Huyendo desesperadamente, Beckett fija rumbo hacia la embajada estadounidense en Atenas, donde piensa que podrían ayudarlo. Sin embargo, una conspiración nacional —que tiene que ver con el niño que cree haber visto— lo succiona rápidamente dejándolo sin opciones.
Dirigida por el italiano Ferdinando Cito Filomarino —y producida por Luca Guadagnino—, Beckett se presenta a sí mismo como un thriller político de alta tensión; la historia de un hombre en el momento y el lugar equivocados que termina involucrado activamente. Las comparaciones con el cine de Hitchcock y clásicos como Z (1969), de Costa-Gavras, ciertamente le hacen un favor a la película; sin embargo, la forma en la que trata las problemáticas políticas y económicas en Grecia —país donde fue filmada— no hacen lo mismo por la nación mediterránea, y no porque deban ocultarlas o algo así, sino porque el tema simplemente sirve de fondo para contar la historia de Beckett, un turista, para variar, estadounidense.
Imagen: Frenesy Film Company, MeMo Films, RT Features, Faliro House Productions, Rai Cinema, Netflix |
Washington, quien ha desarrollado una relación muy estrecha con Netflix durante la pandemia, no tiene mucho de dónde sostenerse al interpretar a un sujeto sin ningún atractivo narrativo. Si bien en varias entrevistas él mismo y Cito Filomarino han recalcado que el mayor encanto del personaje yace en su cualidad de "tipo ordinario", quizá ambos olvidan que esto no necesariamente represente un activo para el relato. Poco emocionante resulta ver a un vendedor de software de Ohio —incluso uno de los personajes se burla sutilmente de ello— correr por las calles de Atenas recibiendo todo tipo de castigo físico y emocional. Cabe destacar que Washington prácticamente hizo todas sus escenas de acción; aunque también hay un problema en ello, pues su ejecución no es la mejor, ya que el trabajo de edición no las hace lucir.
Pero quizá el aspecto más problemático de Beckett es su trama, la cual se convierte en un enredo difícil de seguir conforme aparecen más personajes, cada uno con agendas distintas, las cuales propulsan la historia hacia direcciones diferentes. Esto por supuesto, termina por llevarla hacia ningún lado. Tenemos a Vicky Krieps como Lena, una activista ¿extranjera? que está en Grecia para unirse a las protestas nacionales. Su papel, totalmente desaprovechado, resulta irrelevante hacia el clímax de la película. Al final, su rol se limita a acompañar fielmente al protagonista. Y está también Boyd Holbrook como Stephen, un empleado de la embajada estadounidense cuya participación en el conflicto se convierte en un nuevo dolor de cabeza para Beckett. Revelarla sería demasiado, pero basta decir que se trata del peor desacierto de Filomarino y el guionista Kevin A. Rice; su papel complica innecesariamente los acontecimientos ya de por sí enredados.
Entre tantas persecuciones, golpizas y choques, Beckett apenas se da el espacio para explorar el sentir de su protagonista; solo son un par de breves momentos en los que Filomarino y Rice deciden darle su lugar al trauma y la desesperación de un personaje, que, irónicamente, le da nombre al filme. La obsesión por tejer una intrincada red de corrupción y terrorismo, que se va desdoblando ante nosotros de la forma más anticlimática posible, deja fuera de toda posibilidad la exploración de aspectos más relevantes, como el conflicto interno de Beckett. Al final, se trata de un esfuerzo fútil de los creadores para imitar la intriga política de las cintas de los 70. Aquí el único misterio es cómo un hombre puede sobrevivir a ser golpeado, atropellado, ahorcado, balaceado y hasta caer desde tres pisos sin ser un superhéroe o un agente secreto.
Beckett está disponible en Netflix.
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