Reseña - Jojo Rabbit: una bella sátira sobre el odio

"Deja que todo te pase, la belleza y el terror, solo sigue andando, ningún sentimiento es definitivo". Con esta cita de Rainer Maria Rilke, Taika Waititi cierra la controversial Jojo Rabbit, cinta con una de las premisas más originales que se hayan visto en Hollywood en los últimos tiempos.

Un niño nazi  profundamente comprometido con el partido y con un amigo imaginario moldeado a partir de Adolf Hitler podría sonar a demasiado, sobre todo para quienes vivieron de alguna forma u otra el brutal embate de nacionalsocialismo; sin embargo, el director neozelandés, más cotizado que nunca, consigue que su arriesgada idea no se contagie del mal gusto o de aquella a veces ridícula necesidad de mantenerse ajeno a los temas delicados.

En el ocaso de la Segunda Guerra Mundial, "Jojo" Betzler (Roman Griffin Davis), un niño alemán de diez años obsesionado con todo lo que tenga que ver con el nazismo, queda lastimado seriamente tras asistir a un campamento de guerra de las juventudes hitlerianas.

Su tiempo de reposo le permite pasar más tiempo con Rosie (Scarlett Johansson), su madre; y Adolf (Waititi), su amigo imaginario. Los mensaje opuestos que recibe de libertad y opresión de cada uno son puestos a prueba cuando descubre que Elsa (Thomason McKenzie), una niña judía desamparada, ha estado viviendo en su casa todo este tiempo. Su improbable relación pronto se ve impactada no solo por el acecho de las autoridades, sino por el final mismo de la guerra.

Waititi se ha convertido en muy poco tiempo en uno de los directores más solicitados de la industria. Con cualquier cantidad de proyectos en puerta, y amarrado ya por Disney para atender varios de sus frentes, el cineasta vive el mejor momento de su carrera. Jojo Rabbit, probablemente su película de más alto perfil hasta ahora, incluso mayor que Thor: Ragnarok, es una apuesta que solo pudo haber sido concebida en su cabeza.

Si bien es cierto que se trata de una adaptación de la novela Caging Skies de su compatriota Christine Leunens, el tono y enfoque de la trama provienen de la habilidad de Waititi para poder presentar una de las terribles facetas del nazismo en forma de una tierna comedia sobre un niño al que se le presenta la invaluable oportunidad de reivindicarse.

Jojo Rabbit está llena de personajes excéntricos, entrañables y ciertamente disparatados. Como Jojo, Griffin Davis proyecta una irresistible dulzura a pesar de la convicción que muestra hacia el partido. Aunque el comienzo de esta fascinación no es explorada, Waititi se preocupa más bien en presentarnos la duda en Jojo. "¿Realmente creo en todo esto?", "¿de verdad los judíos son seres repugnantes que duermen colgados del techo como murciélagos?".

Esta confusión se convierte en el centro narrativo de la cinta, la cual también presenta a Elsa como otra piedra en el zapato para el protagonista, probablemente la más grande de todas. Davis, joven actriz con un gran presente y futuro, también hace un buen trabajo como la desesperada y lastimada chica en busca de la salvación.


El resto de los personajes también tienen escenas brillantes e hilarantes a lado de Jojo. Johansson, presumiendo dos nominaciones al Óscar este año, una por esta cinta, es la madre que ama a su hijo por sobre todas las cosas. Sam Rockwell, como el bobo capitán Klenzendorf, se asoma como otro absurdo e hilarante ejemplo de vida para Jojo.

Finalmente, Yorki (Archie Yates), su segundo mejor amigo después del führer, claro está, emerge como uno de los ya recurrentes personajes dulces, impetuosos y torpes en el catálogo de Waititi. Y no podía faltar último, el único capaz de interpretar la versión más ridícula y satisfactoria de Hitler, un megalómano que de cierta forma mantiene control sobre las ideas y pensamientos de su joven pupilo, así como los de toda una nación.

Fiel a su estilo, el realizador construye Jojo Rabbit como una comedia negra que satiriza sin reserva alguna a una ideología que sigue arraigada hasta nuestros días en distintas corrientes de pensamiento. Este bien podría ser el mejor momento para que una película como esta irrumpa en el mainstream.

Por medio de su sátira y característico humor, Waititi nos cuenta la historia de un niño frente a una bifurcación en el camino. Hacia un lado, yace la senda del odio, el adoctrinamiento, y la humillación; en el otro, la redención, la aceptación, y el amor se pueden ver en el horizonte. Aunque su decisión parecía haber sido tomada, la inesperada llegada de Elsa supone la destrucción de buena parte de sus creencias, pero también la posibilidad de una reconciliación con él mismo.


El improbable emparejamiento que propone el director continúa con esa línea narrativa que ha desplegado desde el falso documental Entrevista con unos Vampiros, y principalmente en Cazando Salvajes, donde dos individuos diametralmente opuestos también se embarcan en una aventura con implicaciones sumamente personales para ambos, descubriendo en el proceso una curiosa afinidad.

Es en ese rubro donde Waititi pone todo su empeño, en sacar a relucir aquellos lazos afectivos que surgen en momentos de zozobra e incertidumbre, un rayo de esperanza en medio de las tinieblas. 

Con un diseño de producción del que seguramente Wes Anderson está orgulloso, una selección musical tan anacrónica como convincente, buenas actuaciones, y la habilidad para internarse en terrenos oscuros después de tantas risas y burlas, Jojo Rabbit es un lindo recordatorio del poder del amor, así como de la posibilidad de reconocer que quizá no teníamos razón después de todo.

Waititi podrá ser criticado por desplegar este tipo de relato en un contexto con cicatrices que nunca terminarán de cerrar, aun cuando este no duda en darle una contundente resolución a los personajes de su obra, incluidos los malos; pero nadie puede negar que el riesgo que ha tomado el neozelandés ha rendido sus frutos. Al final, Waititi ha salido avante al mostrarnos esa diminuta belleza contenida en el terror máximo, la misma a la que Rilke hace referencia.

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