Reseña - El Joven Ahmed: un retroceso narrativo para los hermanos Dardenne

En El Joven Ahmed, los hermanos Dardenne plantean un escenario complicado arraigado en la realidad de nuestros turbulentos tiempos, específicamente de los musulmanes, usualmente satanizados por una minoría radical: ¿en qué punto el fervor religioso se convierte en fanatismo?

A partir de este cuestionamiento, los aclamadores directores belgas ofrecen una nueva mirada hacia las distintas problemáticas sociales de su país y el occidente de Europa; sin embargo, en esta ocasión, el brevísimo relato que construyen carece de la fuerza y profundidad necesarias como para crear una conversación relevante alrededor de su nueva obra.

Ahmed (Idir Ben Addi) es un adolescente belga de una familia musulmana. Su reciente interés en la religión de pronto lo ha absorbido por completo, convirtiéndolo en un completo desconocido para su madre (Claire Bodson), para quien la fe ya no es algo realmente importante al tener que lidiar con otro tipo de problemas.

El fanatismo de Ahmed es exacerbado por las radicales y conservadoras enseñanzas del imán local (Othmane Moumen). Cuando Inés (Myriem Akheddiou), una de las profesoras de su escuela, intenta enseñar árabe con métodos supuestamente no aprobados por el Corán, además de estar relacionada románticamente con un judío, Ahmed se ofende al grado de querer asesinarla, desatando una serie de acontecimientos que cambiarán su vida en todos los sentidos.


El Joven Ahmed intenta volver a poner sobre la mesa el tema del fundamentalismo islámico, causante de distintos atentados y conflictos durante este siglo. Ganadores del premio a los Mejores Directores durante la pasada edición del Festival de Cannes, los Dardenne enfocan su atención en un niño a punto de convertirse en adulto, aunque de una forma inesperada. Cualquiera podría preguntarse: si dos europeos de la tercera edad, hasta cierto punto privilegiados, están capacitados para hablar sobre las verdaderas tribulaciones detrás de un pensamiento tan delicado.

Para esto, debemos recordar que el dúo ha podido explorar los problemas y sentimientos de las clases menos favorecidas de su país, las cuales generalmente afrontan situaciones extremas ante la falta de oportunidades. Con esto en mente, podemos pensar entonces que el problema con El Joven Ahmed no es falta de investigación o empatía, sino una improbable prontitud que impide conocer realmente al protagonista.

Ahmed es concebido como un chico inteligente al que no es fácil engañar. Su destreza mental solo es opacada por el profundo respeto que siente hacia su religión, el cual lo ha alejado de los placeres banales, e incluso de su propia madre. Su comportamiento también comienza a alarmar a Inés, quien se siente con la responsabilidad de rescatar a su pupilo del adoctrinamiento del que aparentemente ha sido víctima.

Como es usual, los Dardenne toman un acercamiento como meros testigos, sin ofrecer juicios y permaneciendo completamente neutrales. Una escena en particular, donde los padres de familia discuten con la profesora sobre sus métodos de enseñanza, deja al descubierto el temor de una cultura frecuentemente atacada por culpa de unos cuantos.


Desafortunada e inexplicablemente, los directores optan por contar la historia de Ahmed en tan solo 88 minutos, omitiendo pedazos que, definitivamente, le darían una mayor dimensión a lo que ocurre. Las decisiones de los Dardenne llegan a ser frustrantes. Apoyarse demasiado en la elipsis no ayuda del todo, pues pareciera como si cachos de la cinta hubieran sido cortados accidentalmente, privándonos de entender el razonamiento de Ahmed al haber querido asesinar a su profesora.

Aunado a ello, distintas referencias apuntan a otros problemas que apenas son abordados como la misteriosa ausencia de un padre, la muerte de un primo en un atentado, y hasta su relación con un hermano igual de radical que él, pero que todavía ansia deleitarse con uno que otro placer "mundano".

Idir Ben Addi no resulta tan contundente en su papel. Si bien es cierto que la ausencia de emociones podrían emanar de su compromiso religioso, es un tanto complicado seguir su camino sin siquiera saber lo que realmente pasa por su mente.

Esta elección parece un retroceso después de haber contado en el protagónico de sus películas anteriores con la fuerza de Adèle Haenel (La Chica Desconocida) o Marion Cotillard (Dos Días, Una Noche) Además, el trasfondo de su radicalización nunca se convierte en un tema que los Dardenne se preocupen en desarrollar. ¿Cuál fue el detonante? ¿Por qué Ahmed decidió dejarlo todo para profesar su fe inspirado en una corriente extremista? Todo esto brilla por ausencia.


En su lugar, los Dardenne prefieren concentrar sus esfuerzos en subtramas que conducen al mismo sitio. Una de estas involucra a una niña con la que Ahmed tiene que trabajar por razones que sería mejor omitir para no entrar en terrenos del spoiler. Este interés romántico supone nuevas formas de mostrar el fanatismo del joven, el cual incluso es más fuerte que el deseo sexual característico de su edad.

Lamentablemente, los momentos en los que finalmente el protagonista logra conectarse con la audiencia, específicamente aquellos en los que habla con su madre sobre lo que ha hecho, son escasos. En suma, los directores desperdician el poco tiempo del que disponen.

El Joven Ahmed ofrece muy poco al espectador. Además de la valiosa información que los Dardenne han decidido reservarse, la emotividad tampoco es su fuerte esta vez. En Dos Días, Una Noche, la desgarradora actuación de Cotillard, cuyo personaje vive una pesadilla mientras se encuentra entre la espada y la pared, resulta suficiente para conmover y ponerse en los zapatos de una víctima del sistema.

Aquí, el conflicto de Ahmed es igualmente complejo, pero no existe algún gancho emocional que nos haga vivir con él esta serie de duras experiencias. Al final, cuando la redención parece asomarse, ya es demasiado tarde como para cambiar de parecer.


Comentarios