Literalmente cargando con el mundo a sus hombros, Vampire Weekend se presentó por primera vez en solitario en CDMX, más de una década después de haber hecho su debut en aquella ciudad, justo en los albores de su carrera.
Consolidados como exponentes del rock alternativo, y con un sonido sumamente particular e inconfundible, los neoyorquinos regresaron al país para presentar Father of the Bride, su aclamado cuarto álbum de estudio que los ve probar distintos estilos musicales y una nueva dinámica como grupo.
Aprovechando un Metropólitan casi a tope, Vampire Weekend no se guardó nada, pues el maratónico show presentó prácticamente todos los éxitos que han definido la todavía corta pero significativa carrera de una agrupación que se ha mantenido constante a través de los años.
Ezra Koenig, Chris Baio y Chris Tomson estuvieron acompañados de una multitudinaria banda de apoyo, conformada por otro baterista, un par de tecladistas y un guitarrista más, Brian Robert Jones, quien fue el que más destaco de todos ellos por su habilidad con el instrumento, un vistoso afro y una presencia tan notable como inesperada.
Los asistentes se olvidaron de sus asientos prácticamente desde el primer minuto. Frente a ellos, un enorme globo terráqueo rodeado por un anillo de luces suponía el único elemento decorativo en el escenario, pero vaya que llamaba la atención.
Las energéticas "Mansard Roof" y "Unbelievers" daban inicio a una noche que se extendería por un largo rato. Koenig, siempre con guitarra en mano, entregaba lo mejor de sí, pues según sus propias palabras, se trataba de un evento muy especial, lo cual quedó claro conforme avanzaba el show.
Sin grandes aspavientos, Koenig se dedicaba a tocar, aunque a su lado, Baio y Jones eran los que se movían de aquí para allá dándole más vida a la presentación.
Como era de esperarse, Father of the Bride moldeó el setlist del concierto. Los timos latinos y flamencos de "Sympathy" y la melodiosa "This Life" nos dejaban ver la madurez musical del grupo, el cual tuvo que enfrentar la salida de uno de sus integrantes clave, Rostam Batmanglij, antes de la producción del álbum en cuestión. Pero quizá esto es lo mejor que les pudo haber pasado. Aunque este todavía contribuyó con algunas piezas, Koenig ha tomado el control creativo total, regalándonos temas cálidos y con un sonido ciertamente lleno de esperanza, el cual impregnó cada rincón del teatro.
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La inclusión de más músicos en la alineación le permite a Vampire Weekend extender varias de sus nuevas canciones, sobre todo las más cortas como "2021" y "Sunflower", donde los jams rockeros nos daban una nueva y grata perspectiva sobre esta banda.
Por supuesto, Koenig y compañía no dudaron en traer los temas más destacados de sus álbumes anteriores. ¿Quién no bailó con "Diane Young"? ¿Quién no se emocionó con "A-Punk"? ¿Quién se atrevió a quedarse sentado durante "Cousins"? Absolutamente nadie.
Tras casi dos horas de concierto, el encore llegó con otro tema más de Father of the Bride, un cover de Paul Simon, y probablemente los mejores momentos de la velada. Antes de concluir, Koenig dejó a los fans pedir un par de temas de su elección. La majestuosa "Ya Hey" fue una de estas, así como "Giving Up the Gun"; y después de haber revisado prácticamente toda su discografía, solo quedaba una canción para cerrar con broche de oro. "Walcott" retumbó en las paredes del Metropólitan, y la gente no pudo sentirse mas que agradecida por las bondades ofrecidas de sus ídolos.
Vampire Weekend cumplió en sobremanera. Constantemente abrumados por los gritos y aplausos del público, el cual realmente no los dejaba continuar en ocasiones, Koenig y los demás probablemente encontraron en esto una pizca de inspiración para seguir adelante con lo que mejor saben hacer.
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