Reseña - IT: Capítulo 2: una secuela estancada en el pasado

Pocas películas de terror han causado tanto furor como Eso lo hizo hace un par de años. Así como con las famosa miniserie de los 90, el nuevo proyecto fue divido en dos partes, no solo para extender el relato alrededor de El Club de los Perdedores y la malvada entidad conocida como Pennywise, sino, obviamente, para ganar más dinero. Desafortunadamente, esta última parece haber sido la razón de peso para el regreso de Eso, pues esta segunda parte falla al momento de continuar una historia sobre los miedos y frustraciones de un grupo de adultos, más allá de los traumáticos eventos que vivieron durante su adolescencia, y que han quedado sepultados en su memoria casi por completo.

27 años después de supuestamente haber derrotado al payaso Pennywise (Bill Skarsgard), El Club de los Perdedores, con casi todos sus miembros alejados de su pueblo natal de Derry, ha seguido adelante dejando el pasado atrás. Mike (Isaiah Mustafa), el único que se ha quedado esperando un posible regreso de su mortal enemigo, finalmente confirma sus sospechas cuando una serie de violentos acontecimientos comienza a azotar al pueblo una vez más. Consternado, este llama de vuelta a sus amigos, quienes además de haber olvidado lo que pasó, cada una enfrenta ahora sus propios problemas personales y profesionales. Aunque la mayoría se niega a cooperar con Mike para detener a Pennywise una vez más, su conexión con el pueblo y los encuentros cercanos con sus recuerdos les harán ver que se trata de la única manera de sobrevivir.


Ver It: Capítulo Dos puede fácilmente convertirse en un suplicio, pues sus casi tres horas de duración y los extensivos y francamente innecesarios flashbacks hacen que el espectador pierda rápidamente la atención. Andy Muschietti, uno de los tantos cineastas de género respaldados por Guillermo del Toro, regresa en esta segunda parte para tratar de darle un final satisfactorio a un relato de horror para las nuevas generaciones. Pero algo salió mal durante la gestación de la narrativa, pues la intención de volver a lo grande ha resultado en una serie de malas o extrañas decisiones que han afectado la calidad final de la película.

La secuela comienza con un prólogo protagonizado por ¿Xavier Dolan? y con un brutal desenlace. Como si estuviéramos viendo algo extraído de American Horror Story (lo cual no es necesariamente malo), Muschietti y el guionista Gary Dauberman insertan una crítica social extraída del pueblo de Derry, donde el mal no solo parece emanar de la maligna entidad que se mueve por las alcantarillas, sino también de sus mismos habitantes, temática que tuvo un buen desarrollo en la cinta anterior. Ya sea a través de homofobia, abuso o violencia, Pennywise vuelve a hacerse presente para satisfacer sus oscuros deseos.


Después, Muschietti y Dauberman se toman todo del tiempo del mundo para presentar las versiones adultos de El Club de los Perdedores. Poco a poco nos enteramos de qué ha sido de los adolescentes, quienes 27 años después se han convertido en exitosos profesionistas, pero que han entrado en una nueva fase complicada por alguna razón. Bill (James McAvoy), por ejemplo, es un escritor famoso que está teniendo problemas para adaptar una de sus obras para el cine, en lo que es una de varias referencias al creador de esta obra. Más grave aún es la situación de Beverly (Jessica Chastain), quien salió de las garras de su abusivo padre para caer en las de un violento esposo. Todos han olvidado realmente lo que pasó en Derry, pero las distintas situaciones de estrés a las que se enfrentan actualmente parecen ser recordatorio suficiente de sus vulnerabilidades.

El casting ha sido casi perfecto. Juntos, Beverly, Bill, Richie (Bill Hader) y los demás entregan los mejores momentos de la película. Las bromas subidas de tono, la química entre Richie y Eddie (James Ransone), el verdadero valor de su amistad, y el amor que proyectan en todo momento a pesar de la situación tan alarmante en la que se encuentran los convierten en un solo ente tan atractivo como divertido. Pero todo se cae cuando se separan. El momento en que Mike los envía en misiones personales, este Capítulo Dos de pronto luce como cualquier otra cinta de horror genérica, en la que los sustos baratos son la norma. En este largo momento de la trama, cada uno de los protagonistas se enfrenta a distintas manifestaciones de Pennywise, la mayoría tan absurdas como poco atemorizantes. La violencia y la sangre abundan, pero el impacto es minúsculo. La redundancia es notable.


Algunas subtramas tampoco convencen en lo absoluto, como la de Henry Bowers (Teach Grant), el bravucón convertido en asesino que ahora reside en una institución psiquiátrica. Su presencia permanece como una constante amenaza para El Club de los Perdedores, pero sus poco sorpresivas intervenciones no son más que relleno que bien pudo haberle restado aunque sea unos minutos a la duración. Los flashbacks también representan una buena parte de la cinta, pero casi ninguno lleva la historia hace adelante, sino todo lo contrario, pues además de la obviedad de regresarnos en el tiempo (de forma confusa, por cierto) Dauberman y Muschietti no son tan precisos al momento de establecer una conexión entre presente y pasado. Su necedad de explorar cosas que aparentemente no sabíamos, pero que en realidad carecen de importancia, también contribuye a la maratónica duración.

Capítulo Dos basa principalmente su esencia en el poder de los abusivos, y cómo sus constantes ataques engendran buena parte de la maldad que existe en el mundo. El miedo solo puede enfrentarse con valentía, pero eso también ya lo sabíamos. Esta nueva entrega parece entregarnos esta máxima como algo rotundamente nuevo e inesperado, cuando resulta evidente desde la primera parte, la cual se ve repetida nuevamente en distintos lapsos de esta. Por otro lado, aunque la comedia podría no ser bienvenida por todos, este no es el verdadero problema, la película falla básicamente por estancarse en un pasado sumamente familiar, y por buscar la manera de hacer a Pennywise más atemorizante, cuando ya es más que suficiente con el trabajo de Skarsgard.

La segunda parte nos da un pequeño vistazo a los traumas adultos, que van desde la violencia de pareja hasta vivir en el clóset; desafortunadamente, la esperanza que emana el final cierra la vivencia de estos personajes con una victoria, cuando lo que les espera de vuelta quizá sea decepción, golpes, y una existencia sumamente miserable. ¿Entonces realmente salieron triunfantes? Muschietti y Dauberman parecen haber olvidado ese pequeño detalle.

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