Reseña - Había una Vez... En Hollywood: la faceta más nostálgica y personal de Tarantino

Hay una secuencia en Había una Vez... En Hollywood que no parece conducir a ningún lugar, pero que guarda dentro de sí la esencia de la novena película de Quentin Tarantino. Cliff Booth (Brad Pitt), un doble de acción que ha visto tiempos mejores, llega a un viejo estudio de cine convertido en comuna hippie. Rodeado por establos, salones y demás edificios que asemejan un desolado pueblo del Viejo Oeste, Booth es recibido por un grupo de jóvenes harapientos que ven su llegada como una invasión. El hombre, desafiante y sin temor alguno, se interna en su territorio buscando a un viejo conocido, pero las misteriosas palabras de la líder, "Squeaky" (Dakota Fanning), le hacen dudar sobre el estado de su amigo. Los ánimos se caldean, pero Booth se mantiene firme ante las amenazas de los locales. Mientras, al otro lado de la ciudad, su jefe y amigo, el actor Rick Dalton (Leonardo DiCaprio), filma una escena para un show western, Este símil es solo una de las piezas que construyen el discurso de este trabajo, aquel con el que el veterano director nos muestra que, como decía ese popular slogan de un canal de televisión, "pasa en las películas, pasa en la vida...".

Rick Dalton, una estrella de televisión que ha tenido problemas para trasladar su éxito a la pantalla grande, teme que su carrera esté por terminar. Respaldado siempre por su leal amigo y doble de acción, Cliff Booth, Dalton trata de dar lo mejor sí para continuar vigente, pero los cambiantes tiempos se ponen en su contra, o al menos eso cree. Booth, por otro lado, a pesar de haber sido relegado en la industria por un acontecimiento en su pasado, disfruta el momento, pues en realidad no tiene nada que perder. Al mismo tiempo, una joven estrella naciente, Sharon Tate (Margot Robbie), disfruta de los placeres que Hollywood tiene para ofrecer. En el ocaso de una era, los tres serán protagonistas de los cambios que se avecinan en la industria.


Quentin Tarantino ha llamado a Había una Vez... En Hollywood su Roma, y no solo porque se trata de su obra más personal hasta ahora, sino por el empeño que ha puesto en recrear una época de "ensueño" con sumo detalle, tal y como Alfonso Cuarón hizo no hace mucho. Pero ¿cómo interpretar una historia que definitivamente no guarda un vínculo como el que el mexicano tiene con su reciente filme? En 1969, año en el que transcurre la trama, Tarantino apenas tenía seis años, aunque asegura que recuerda con gran precisión todos los letreros, teatros y negocios de Hollywood y Sunset Boulevard. Pero más allá de los recuerdos o memorias, su novena cinta resulta no solo un homenaje a la industria y al final de su época de oro, sino al poder de la ficción.

En esta ocasión, el aclamado y siempre controversial director nos presenta tres realidades. La primera, el universo fílmico que ha alimentado durante casi 30 años de carrera con toda clase de personajes, situaciones y lugares; la segunda, el Hollywood de finales de los 60 en el que lo clásico estaba muriendo para dar paso a la contracultura en el entretenimiento; y la tercera, una mezcla de ambas y en la que Tarantino altera una serie acontecimientos preguntándose "¿qué pasaría si...?", como lo hizo de forma brillante en Bastardos sin Gloria, con la sorpresiva muerte de Hitler y los altos mandos nazis en un incendio dentro de un cine. Así, el director nos entrega una de sus trabajos más elaborados en todos los sentidos hasta ahora.


Pero hay que ser claros, muchos fans del director seguramente saldrán decepcionados o hasta molestos de la sala. Con nueve películas en su haber, su filmografía parece estar cerrando un círculo al regresar a sus orígenes. Según sus propias palabras, Había una Vez.. es probablemente el trabajo que más se asemeja a la que muchos consideran su obra maestra, Tiempos Violentos. En ambas, los personajes recorren a diestra y siniestra Los Ángeles topándose con gente aleatoria e involucrándose en algunas situaciones poco ordinarias, así como en conversaciones tan profundas como irrelevantes en apariencia. Pero lo cierto es que un sector de la audiencia estaba esperando otra cosa, pues el ritmo semilento de otras de sus cintas como Jackie Brown y Los Ocho Más Odiados vuelve a lo grande para convertir esta historia en algo contemplativo hasta cierto punto.

Robert Richardson, su fotógrafo de cabecera desde la década pasada, es clave para llevar a buen puerto los deseos de Tarantino, quien como Cuarón decidió filmar en locaciones y ambientarlas de acuerdo la época, una titánica tarea que resulta en maravillosas y nostálgicas vistas. Richardson captura a un Brad Pitt conduciendo como enfermo por las calles de la ciudad con todas las luces y letreros luminosos de fondo, a una Margot Robbie disfrutando de la vida en la mansión Playboy, y a Leonardo DiCaprio emborrachándose en solitario con una hermosa panorámica de Los Ángeles detrás. Y por si fuera poco, la cámara también se somete a los designios metanarrativos del director. En una de las secuencias más notables de la cinta, en la que nos metemos de lleno en la filmación de una serie western, la cámara de Richardson se convierte en un personaje más de forma muy ingeniosa.


Pero estos recursos técnicos y narrativos son solo una parte del valor de esta obra. Los tres protagonistas cumplen sus roles con creces, destacándose ciertamente por el guión de Tarantino, pero también por la gracia y chispa que han inculcado a sus personajes. En cada uno de ellos nos encontramos una visión muy distinta de Hollywood. Como un actor en una supuesta decadencia, pero perseguido por una permanente sensación de fracaso, Dalton trata de dar lo mejor de sí, aunque su ego a veces resulta imposible de satisfacer. DiCaprio, haciendo una actuación dentro de otra resulta sumamente convincente. Pero del otro lado de la moneda está Tate, una joven y hermosa actriz que apenas está probando las mieles del éxito. En otra secuencia, Tarantino nos mete a una sala de cine para presenciar extractos de una película real junto a una actriz haciéndola de otra actriz que está viendo muy emocionada a la verdadera en pantalla, todo mientras los espectadores en la sala ríen con sus intervenciones dentro la cinta real, que a su vez está insertada en esta ficción. Esta es la magia del cine. Pero volviendo a Tate, Robbie hace un gran trabajo proyectando una inocencia casi infantil (y que también podemos ver en otro personaje que interactúa con Dalton) que conmueve e ilusiona.


Y luego está Pitt, para muchos, el corazón de este filme. Como un noble tipo con un aparente pasado oscuro, Cliff solo desea trabajar y cuidar a su jefe y mejor amigo, pero eso no le impide poner a los bocones o bravucones en su lugar, como podemos ver en una de las escenas más memorables de Había una Vez..., en la que se enfrasca en un conflicto físico y verbal con Bruce Lee (Mike Moh). Cada uno brilla de distinta manera, pero la despreocupación, buena vibra y carácter sumamente incisivo que Pitt despliega lo integran a ese universo de personajes tarantinescos que han trascendido el espacio fílmico.

Había una Vez.. guarda un secreto a plena vista en su título, con el cual incluso podríamos deducir del desenlace si traemos a colación el concepto del cuento de hadas en el que suele utilizarse la frase. Pero sin hacer ninguna revelación, ni nada sobre todo el asunto de la Familia Manson que es parte de la trama de forma intermitente, la cinta funciona como la fantasía ideal de Tarantino, un Hollywood de antaño para nada perfecto, pero lo suficientemente mágico como para mezclar realidad y ficción en un entorno de ensueño. Al final, no importa si los hechos son distintos, sino más bien ese tributo a una época de oro, que en nuestra realidad fue testigo de un brutal y trágico incidente. Aquí, el director se pregunta qué habría pasado si la inocencia hubiera prevalecido.

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