Los 8 Más Odiados: los retorcidos fundamentos de una nación reunidos en una cabaña

Tarantino está de vuelta. Tras haber explorado los horrores de la Segunda Guerra Mundial y la pesadilla racial de los Estados Unidos previo a la Guerra Civil, el icónico director ahora le entra de lleno al western en una película muy especial en muchos sentidos. No solo se trata de la primer cinta del estilo para él, sino la reunión con varios de sus antiguos colaboradores, el regreso del legendario Ennio Morricone al género después de décadas y la oportunidad ideal para revivir un formato cinematográfico casi extinto. Los 8 Más Odiados continúa con esa reciente fascinación histórica de Tarantino por indagar en momentos clave de la historia moderna y darle su propio toque de violencia, irreverencia e ingenio. Pero ¿está su nuevo esfuerzo a la altura de lo esperado? ¿Sigue el director teniendo esa gracia narrativa que lo ha caracterizado por años? 

Años después de la Guerra Civil, el Mayor Marquis Warren (Samuel L. Jackson) se encuentra varado en un camino de Wyoming. Para su suerte, un carreta que se dirige a toda prisa hacia un pueblo cercano, para evitar la tormenta de nieve que se aproxima, se detiene a su lado. El famoso cazarrecompensas John Ruth (Kurt Russell) va a bordo con una prisionera, Daisy Domergue (Jennifer Jason Leigh), a quien colgará para cobrar una jugosa recompensa. Warren convence a Ruth de llevarlo consigo, pero más adelante, otro hombre varado, Chris Mannix (Walton Goggins), quien dice ser el nuevo sheriff del pueblo al que se dirigen, también pide subir para no caer presa de la tormenta. Con la tempestad sobre los talones, el grupo encuentra refugio en una posada en la que se encuentran también otro grupo de personajes únicos: un mexicano a cargo del lugar llamado Bob (Demián Bichir); Oswaldo Mobray (Tim Roth), el verdugo local y quien ejecutará a Domergue; Joe Gage (Michael Madsen) un ecuánime vaquero y el General Smithers (Bruce Dern), un resentido confederado y racista. Sabedores de que pasarán días juntos sin poder salir, Ruth pone una serie de reglas para poder sobrevivir entre los desconocidos, pero alguien no es quien realmente dice ser y hará todo lo posible por liberar a Domergue y asesinar a todo aquel que se le oponga.


Si hay un director en la actualidad que ha sabido representar el aspecto más retorcido de la idiosincracia estadounidense, este tiene que ser Quentin Tarantino. De una forma poco convencional, el reverenciado cineasta nos ha insertado en las situaciones menos ordinarias en un contexto histórico que ha acogido las brillantes narrativas de sus últimos trabajos. Los 8 Más Odiados continúa con esta línea y nos presenta en esta ocasión la improbable reunión de las distintas ideologías que fundaron los Estados Unidos en una cabaña en medio de la nada. Además ser un western en forma, la película es también una de misterio. La mayoría de los personajes no son quienes dicen ser, casi todos guardan un secreto fundamental sobre su verdadera identidad y los motivos para estar en el cabaña en ese preciso momento. Uno o más de ellos tienen como intención ayudar a la prisionera. El esfuerzo de Tarantino como guionista esta vez es sumamente notable, pues vaya que es un tanto difícil poder predecir lo que sucederá a continuación. Por si fuera poco, el nivel de sus actores es verdaderamente grandioso. Aunque algunos de ellos destacan de entre los demás porque la representación de su personaje así lo requiere, el equilibrio resulta fundamental para poder concentrar toda la fuerza en una trama llena de tensión.

En esta cabaña de Wyoming nos encontramos con los prototipos del western por excelencia. Warren y Ruth son dos cazarrecompensas con un modus operandi muy distinto uno del otro. Mientras que el primero prefiere llevar los cuerpos de sus víctimas para cobrar más fácilmente, el segundo no puede abstenerse del placer de ver colgados a cada uno de sus prisioneros. Domergue es la única fuerza femenina entre tanta testosterona. Como presa del brutal Ruth, esta se ve sometida a todo tipo de violencia física y psicológica, pero a pesar de ello, la mujer se mantiene firme y hasta cierto punto optimista sobre su destino. La intolerancia racial también tiene un espacio reservado en este lugar. El General Smithers es un hombre que no puede tolerar ver a un negro en un uniforme militar y aunque en un principio Warren trata de ser cortés con él, sus verdaderas intenciones van más allá del buen trato. Tenemos igualmente al sheriff, un tipo de dudosa procedencia pero con un distinguido sentido de la justicia; el vaquero solitario, que prefiere mantenerse al margen y al cínico verdugo, cuyo trabajo no parece afectarle en los más mínimo. Por supuesto, varias de las descripciones anteriores se tratan únicamente de una fachada, pero he ahí el ingenio de Tarantino de crear personajes tan sólidos difíciles de leer.


La estructura y la ambientación en un solo lugar nos remite invariablemente a Perros de Reserva. De hecho, dos de las estrellas de aquella película vuelven a trabajar con Tarantino después de mucho tiempo, especialmente Roth, quien no lo hacía desde Tiempos Violentos. Pero a diferencia de su debut, Los 8 Más Odiados nos revela información a cuentagotas y nos mantiene a ciegas al igual que algunos de sus personajes. Ambas mantienen una esencia teatral que podría desplegarse en cualquier puesta en escena sin problema, pero tantos años de experiencia le han dado al director las herramientas para crear vistosos espacios rebosantes de referencias culturales. Si bien estamos hablando de unos cuantos metros cuadrados, la cabaña parece un mundo entero no solo por la variedad de personalidades y formas de pensar que alberga, sino por la manera en que la acción está filmada. El hecho de estar rodada en 70 milímetros nos ofrece exquisitas panorámicas en donde los primeros, segundos y terceros planos llaman nuestra atención. Si un personaje está tocando la guitarra, otro más está tomando café por allá. Si uno más se está sirviendo de comer, otro se recuesta delicadamente sobre la cama. Bastantes tomas nos ofrecen numerosas acciones ocurriendo al mismo tiempo y el uso de elementos que no son captados por la cámara también ayudan a soportar toda la atmósfera. Un gran trabajo del veterano fotógrafo Robert Richardson.

Para darle todavía otro nivel de legitimación a su western, Tarantino ha empleado los servicios del legendario Morriconne, quien hace un formidable trabajo en su regreso al género. Las composiciones del maestro italiano aportan otra capa al ya de por sí incesante misterio. Desde la grandiosa secuencia inicial podemos percatarnos del tono y esa gran sensación de intriga que estamos por experimentar. Como dato curioso, esta es la primera vez que Tarantino emplea una banda sonora original. El uso de música popular esta vez ha quedado relegado. Solo un puñado de canciones de actos como los White Stripes o Roy Orbison hacen su aparición.


Como es usual en casi toda su filmografía, ninguno de estos hombres y mujeres puede ser considerado un héroe. La violencia, la crueldad y el dinero les apasiona. Unos en mayor medida que otros. Conforme la trama avanza, nos damos cuenta que sus ideales están regidos por un incontenible deseo de jalar un gatillo, ahorcar a alguien o cobrar una jugosa recompensa. Libertad y conciencia social son supuestamente los preceptos los que fundaron a la nación más poderosa del mundo, pero es en esta cabaña donde quizá podamos desmentir lo anterior. ¿No es acaso la codicia, la discriminación racial y el menosprecio de la mujer lo que ha manchado la cultura estadounidense durante todo este tiempo?


Los 8 Más Odiados es una muestra más del don de Quentin Tarantino como narrador y como vanguardista. Si bien esta vez no da rienda suelta a los recursos de intertextualidad que ha desplegado en toda su obra, el enfoque total en los diálogos y en desarrollar una trama carga de ingeniosos diálogos y con giros inesperados en cada esquina hacen de la película una realmente fascinante. Solo nos queda esperar ver a dónde nos llevará en su siguiente incursión.


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