Reseña - Green Book: un vago y superficial retrato de la discriminación racial

Una temporada de premios nunca puede estar completa sin la película en la que dos individuos completamente opuestos emprenden, a la fuerza, un viaje en el que no solo llegan a conocer profundamente a su compañero, sino a ellos mismos. En esta ocasión, Green Book emerge con esta descripción y como una cinta ligera apta para todo público. Con la mira puesta en algunos galardones, esta funciona como una inocente comedia que intenta señalar la discriminación racial sistematizada en los Estados Unidos; sin embargo, el drama no es lo suficientemente fuerte o profundo como para tomarla demasiado en serio. 

Frank Vallelonga (Viggo Mortensen) trabaja como guardia en un concurrido club nocturno del Nueva York de los 60. Cuando este cierra para llevar a cabo algunas renovaciones, el hombre tiene que buscar un trabajo para mantener a su familia. Su búsqueda lo lleva a Don Shirley (Mahershala Ali), un renombrado y sofisticado pianista negro que está en busca de un conductor para una gira de conciertos por el sur del país. Aunque renuente en un comienzo dado su color de piel, Frank acepta el trabajo por una buena suma de dinero. Así, ambos comienzan un viaje por carretera en el que conocerán los deseos y frustraciones del otro, así como el lado más racista de una sociedad blanca guiada por el odio.

Conocido por las bobas comedias que ha hecho con su hermano Bobby , Peter Farrelly incursiona en solitario para dirigir una película con algunos tintes dramáticos y reteniendo ese humor ligero que ha caracterizado su filmografía. Colaborando con el guionista Nick Vallelonga, hijo de Frank en la vida real, el director traza una historia de amistad a partir de acontecimientos verídicos relacionados con la carrera profesional de Don Shirley, músico de jazz que alcanzó cierta popularidad en los 50 y 60. Con una estructura estrictamente tradicional y recurriendo principalmente al talento de Mortensen y Ali, Farrelly concibe presenta una cinta entretenida con algunas implicaciones sociales, pero que no toma ningún tipo de riesgo considerando las lamentables hechos en los que se ven envueltos los protagonistas.

Frank es un tipo que, a pesar de su rudeza para lidiar con ciertos asuntos, muestra cariño y comprensión hacia sus seres queridos. Aunque siempre exhibe respeto por los demás, la segregación racial generalizada le ha hecho sentir algo de desdén hacia los negros; su ignorancia y mala educación a veces no le dejan ver más allá de su reducido círculo. Por otro lado, Don vive en la opulencia y haciendo gala de su gran reputación como músico; sin embargo, la soledad y un serio problema para sentirse parte de algo lo han sumido en una profunda tristeza que trata de disimular. El primer encuentro entre ambos saca a relucir sus diferencias, pero sus distintas necesidades nos les dejan otra alternativa mas que trabajar juntos para salir adelante.


La química entre Mortensen y Ali es la clave de Green Book. Sus personalidades chocan en todo momento, lo que genera un sinfín de situaciones divertidas, como aquella escena en la que Tony convence a Don de comer pollo frito, algo considerado desagradable por este último. Desafortunadamente, este tipo de comedia inocente se antepone a los momentos de más seriedad en la película. Conforme se adentran más hacia el sur, Don tiene que atenerse a una serie de indignantes circunstancias, como el hecho de tener que hacer del baño en una letrina a pesar de ser la estrella de los shows privados que ofrece. Hastiado, este se escapa una noche para dar rienda suelta a sus placeres. Farrelly y Vallelonga prefieren no meterse en problemas y apenas ofrecen un indicio de otra faceta de la personalidad de Don. De hecho, su personaje es sometido a este tratamiento durante toda la trama. Su vida ha estado llena de decepciones y fracasos personales, pero no se ahonda demasiado en el tema. Por suerte, la buena actuación de Ali es suficiente para salvar a un personaje que sin duda merecía más.

El protagonismo recae en Frank y su familia. Un ridículo sentido de urgencia se establece alrededor de todo el asunto de volver a tiempo de la gira para la cena navideña, algo que demerita en demasía el conflicto que vive Don. La cinta representa a Frank como el héroe redimido, quien cambia su percepción sobre los negros después de conocer muy bien a uno. Su vida es realmente aburrida, pero el guión no puede resistirse a enaltecer el corazón de la familia estadounidense con raíces inmigrantes y que triunfa espiritualmente a pesar de la precariedad económica. Al final, Don queda como una mera anotación, un tipo que no puede encontrar su lugar en el mundo, pero ¿a quién le importa realmente? Frank llegó a su casa a cenar para estar con su casi perfecta familia.


Tratando de complacer a todo el mundo, el filme no refleja del todo la lucha de los negros por la igualdad social. Otras recientes como Si la Colonia Hablara y El Infiltrado del KKKlan tratan de distinta forma esta situación, pero ambas lo hacen con respeto y anteponiendo ante todo el sufrimiento y frustración de un grupo de personas que temen salir a la calle. Aquí, quien realmente es sometido a una transformación narrativa es Frank; su ignorancia y displicencia son sustituidos por amistad, comprensión y tolerancia, una forma de lástima hacia un Don humillado que sigue siendo el mismo, sin un lugar aparente en una sociedad que solo lo estima por su talento y no por su valor humano.

Aunque Green Book tiene buenas intenciones, su trama tan complaciente y cuadrada no le ayudan para nada. Casi sin darse cuenta, Farrelly y Vallelonga presentan una obra con algunos tintes racistas, pero muy serios a fin de cuentas. Resulta extraño que Ali, un actor comprometido con las minorías, haya aceptado ser parte de un proyecto de esta naturaleza. De cualquier manera, este cumple con una buena actuación que probablemente le dará otro Óscar. Los cineastas blancas detrás de esta producción probablemente pensaban que estaban ensalzando a la raza negra con su historia, pero no podrían haber estado más equivocados.

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