Reseña - El Primer Hombre en la Luna: el relato más introspectivo acerca de Neil Armstrong

La llegada del hombre a la Luna ha sido un tema recurrente en la cinematografía contemporánea, de forma directa o indirecta. Incluso en los primeros años de este arte, el hecho, todavía a décadas de distancia, fue llevado a la pantalla por visionarios como George Méliès apelando completamente a la fantasía. Las misiones para llegar al satélite han sido adaptadas en numerosas ocasiones; sin embargo, casi todas se han enfocado en el contexto y la hazaña. El Primer Hombre en la Luna no pretende volver a contar por enésima vez la historia de este logro científico, sino más bien se concentra en desarrollar las emociones y conflictos internos de una de las piezas clave de este relato: Neil Armstrong, la primer persona en pisar la Luna.

Neil Armstrong (Ryan Gosling) es un piloto ingeniero de la NASA dedicado a realizar pruebas para las futuras misiones espaciales de la agencia. Cuando una de las más recientes toma un giro inesperado, este es relevado y obligado a mantenerse en tareas administrativas. Después de sufrir la muerte de su hija más pequeña, Neil y su esposa Janet (Claire Foy) comienzan una nueva vida con otro par de hijos y un posible trabajo para él como astronauta. Tras pasar las pruebas, Neil se convierte en parte importante del programa Apolo, el cual tiene como objetivo llegar a la Luna. Gracias a su determinación, este comienza a ganarse la confianza de los altos mandos; sin embargo, el doloroso recuerdo de su hija y nuevas tragedias relacionadas con el proyecto comienzan a poner a prueba su estabilidad y determinación.


Damien Chazelle vuelve tras el éxito de La La Land con una adaptación y un guión ajeno. Acostumbrado a dirigir sus propias historias, el joven director se interna en un territorio relativamente desconocido, pero la soltura que demuestra vuelven a demostrar sus habilidades en el set. Trabajando nuevamente con Gosling, y ahora con Claire Foy, Chazelle obtiene un par de destacadas actuaciones que nos meten de lleno en la relación entre los Armstrong, una dominada por la tragedia y una sensación de intranquilidad. Ambos actores sacan lo mejor de sí de formas muy distintas. Por un lado, Gosling interpreta a un hombre un tanto antipático y que reprime todas sus emociones cerrándose ante los demás; por el otro, Foy encarna a una mujer que canaliza este conflicto con un explosivo carácter. La química que ambos despliegan pronto se convierte en el alma de esta película.

Neil se mantiene estoico ante las múltiples adversidades. Es tan solo en las primeros segundos de El Primer Hombre en la Luna que lo encontramos enfrentando una situación de peligro. Tras haber arriesgado su vida en una misión, el protagonista se refugia en sí mismo sin dejar escapar algún rasgo de emoción. Son muy pocas las veces en las que lo vemos desahogándose, pero cuando estamos de frente ante un hombre que ha perdido a una hija podemos imaginar, aunque sea un poco, su estado mental. La trama no exige que sintamos compasión por él, sino más bien que lo acompañemos en un viaje que lo convertirá en uno de los personajes más emblemáticos de la era espacial. Aun así, el aspecto más íntimo del relato nos invita a conocer al individuo y no al astronauta.


Chazelle dispone de una serie de close-ups que nos acercan todavía más al conflicto de los personajes, sobre todo al de Neil y Janet, y que igualmente enmarcan esas claustrofóbicas escenas en las que loas astronautas entran a las diminutas cabinas de los cohetes. A diferencia de sus otros trabajos, El Primer Hombres en la Luna tiene una vibra documental por obvias razones, pero el director nunca se olvida de anteponer el sentir de los personajes en lugar de mostrar un hecho histórico tras otro. He aquí una cinta biográfica que no se preocupa por imitar la realidad, sino más bien en crear una experiencia similar y tratar de hacer sentir al espectador lo que significaba ser un astronauta en aquel entonces, con todo el estrés que conllevaba.

El Primer Hombre en la Luna es una maravilla técnica y artística, desde el diseño de producción hasta la composición musical. Esta última, a cargo de Justin Hurwitz, quien ha colaborado con el director en todas sus obras, acentúa el dolor de Armstong en distintas ocasiones, pero también embellece las tomas espaciales como si de una danza se tratase, donde las naves y sus tripulantes y los cuerpos celestes giran sobre su propio eje acercándose entre sí, un claro guiño a Stanley Kubrick, quien, irónicamente, fue sospechoso de haber orquestado un falso alunizaje en aquellos tiempos. Con el theremín, Hurwitz crea desoladores temas que reflejan el sentir de Armstrong, como en aquella conmovedora escena donde el protagonista finalmente encuentra cierta paz deshaciéndose del doloroso recuerdo en medio del inhóspito paisaje lunar.


Las escenas de la llegada a la Luna podrían parecer un poco anti-climáticas, pues esta apenas conforman una pequeña parte de la película; sin embargo, esta decisión refuerza el discurso de Chazelle y sus guionistas, el de mostrarnos el lado más vulnerable de un hombre golpeado por la vida y que, tras años de esfuerzos, logra lo que ningún otro en la historia de la humanidad. De cualquier manera, la secuencia completa del paseo lunar es asombrosa y técnicamente impecable. Deshaciéndose del sonido y dejando como único apoyo sonoro las melancólicas melodías de Hurwitz, el director obtiene momentos impactantes que realmente culminan el viaje emocional del protagonista y en el que finalmente encuentra una nueva oportunidad.

Alejándose de cualquier vanagloria hacia los Estados Unidos, omitiendo a propósito el icónico momento de la bandera, El Primer Hombre en la Luna bien podría ser una de las mejores y más valiosos filmes sobre la misión. Si bien otras cintas de exploración espacial, como Gravedad y Contacto, también han logrado expandir la temática con el drama alrededor de sus personajes y su relación con el espacio, esta demuestra que todavía hay cosas que pueden contribuir al género de formas sorpresivas y ciertamente emocionantes. Dejándonos dar un vistazo a la tensa y complicada dinámica de los Armstrong, Chazelle sigue evolucionando como director y nos convence de que puede trabajar en distintos géneros y con cualquier material.

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