Dicen que lo que haces en la vida tiene eco en la eternidad, pero en el caso de Ridley Scott, tiene eco más bien tan solo 25 años después, pues Gladiador II (Gladiator II, 2024), su nueva cinta, es, básicamente, un remake de aquella célebre épica histórica que cautivó a todo el mundo con el viaje del héroe de Máximo.
El veteranísimo director, que lleva una racha poco decorosa con fracasos comerciales y de la crítica, vuelve con otra secuela grandilocuente que intercambia las ideas frescas por una, muy divertida, eso sí, variedad de absurdos y ridiculeces. Y no es que la primera película fuera innovadora narrativamente, pero la memorable confrontación entre el bien y el mal, y su inolvidable protagonista, la hacían una gran experiencia.
Imagen: Scott Free Productions, Lucy Fisher/Douglas Wick Productions |
Desde el comienzo resulta obvio que estamos ante la misma estructura y hechos que la anterior, pero con diferentes personajes y situaciones; la trayectoria de "Hanno" es prácticamente idéntica a la del Máximo de Russell Crowe: un romano que termina como esclavo vuelto gladiador y que busca venganza en contra de los que le arrebataron todo. Paul Mescal está muy lejos de convertirse en el nuevo héroe de acción. Si bien cumple con una apariencia física imponente, cuesta trabajo creerle cuando recita citas amenazadoras o discursos inspiradores ante sus hombres. ¿Será que su talento no funciona se acopla tanto a proyectos de esta escala? Su primera aparición en blockbusters no convence en general.
Los ecos a Gladiador (Gladiator, 2000) también se sienten en más personajes. Los emperadores Caracalla y Geta, tienen un poco de la locura de Cómodo, aunque no pueden escapar de la caricatura con la que el guion los construye. Fred Hechinger, como el primero, al menos nos da varios momentos de comedia (¿involuntaria?).
Y claro, Denzel Washington es el nuevo Próximo, un individuo que se mueve entre los grises y cuyos motivos poco a poco se van revelando, entregándonos quizá lo más exquisito de la cinta. La ambigüedad alrededor de Macrino se convierte en el aspecto más interesante de una historia sobre lucha de poderes y lealtades, otro elemento replicado de la original. Pero es la desfachatada y anacrónica interpretación de Washington lo que hacen de Macrino quizá la novedad más notoria.
Imagen: Scott Free Productions, Lucy Fisher/Douglas Wick Productions |
Los demás pasan sin pena ni gloria, sobre todo Pedro Pascal, cuyo personaje se va diluyendo conforme avanza la trama. Connie Nielsen, que regresa de la primera parte, no está mal, aunque tampoco tiene mucho que hacer.
En cuanto a lo técnico, los sets y el diseño de producción no decepcionan, sin embargo, también es cierto que la Gladiador de hace 24 años se ve mejor que esta; el CGI saca de la inmersión en diversos momentos, como en una escena de combate con unos animales que parecen sacados de un filme fantástico.
Imagen: Scott Free Productions, Lucy Fisher/Douglas Wick Productions |
Resulta curioso que Gladiador II sea la segunda película en el año que hace un comentario, por más superficial que sea, sobre el imperialismo. Con su Megalópolis (Megalopolis, 2024), Francis Ford Coppola señaló la hipocresía de su nación a través de un relato empapado de la historia romana. Scott hace algo parecido al regalarnos una visión más decadente de Roma que la que nos dio en el 2000, haciendo eco al estado de la nación más poderosa del mundo en la actualidad. De hecho, es posible encontrar una crítica a la xen0fobia, al entretenimiento como medio de control y a las políticas antimigrantes. El "sueño americano/romano" ya no existe.
A pesar de su guion poco inspirado y todo lo reciclado, Gladiador II es muy entretenida. La secuencia de naumaquia es alucinante, y la intriga que crea Macrino es un verdadero deleite. Scott nos ofrece una nueva tragedia shakespeariana con algunos instantes de esplendor cinematográfico, pero también otros de escenas forzadas que desesperadamente tratan de evocar a su antecesora, un vicio que hemos visto ya en repetidas ocasiones este año.
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