Crítica - La Trampa: Shyamalan reflexiona sobre la paternidad con un thriller inesperadamente cómico

M. Night Shyamalan es un gran padre. Vamos, en el último año no solo produjo la ópera prima de su hija Ishana, sino que también moldeó su propia nueva película alrededor de la incipiente carrera musical de su otra hija, Saleka, Pero más allá de otro evidente caso de nepotismo en Hollywood, el director estadounidense de origen indio parece ser un tipo que se pregunta constantemente, o al menos desde hace tiempo: "¿seré un buen papá?". En La Trampa (Trap, 2024), esta preocupación queda de manifiesta a través de la doble vida de un tipo ordinario que, aunque hace todo lo posible por complacer a su hija, lucha consigo mismo y su carrera para darse cuenta de ello. El problema es que este thriller con notorias influencias hitchcockianas y un inusual tono cómico se derrumba con un tercer acto lleno de incosistencias y "giros" poco convincentes.

La Trampa critica
Imagen: Blinding Edge Pictures

Si bien este nuevo esfuerzo es superior a Viejos (Old, 2021) y Llaman a la Puerta (Knock at the Cabin, 2023), el popular cineasta vuelve a caer en sus más famosos vicios de guion. Por suerte, la mayor sorpresa aquí es la mezcla tan extraña de géneros: estamos ante un tenso thriller de crimen, pero también ante un drama familiar, pero también ante una comedia que hace un comentario sobre el privilegio blanco más de eso adelante, y también ante una película de concierto que pretende capitalizar el éxito de Taylor Swift: The Eras Tour (2023). Desafortunadamente, cuando parece que está por seguir una ruta interesante, cambia súbitamente de dirección hacia algo menos atractivo. Si hay algo que tenemos que alabar de Shyamalan es su eterna capacidad para ser impredecible; sin embargo, esto no siempre conduce a algo valioso.

En esta ocasión, Shyamalan propone un concepto ciertamente intrigante: un concierto como una trampa para atrapar a un sádico criminal. Así como en Fragmentado (Split, 2016), el realizador adopta el punto de vista del villano y poco a poco va desenvolviendo su estado psicológico; la diferencia aquí es que la faceta oculta de Cooper (Josh Hartnett) solo es conocida por el espectador, creando una especie de suspenso hitchcockiano. Pero los problemas narrativos no tardan en aparecer. El guion utiliza a una perfiladora criminal para "escupir" información constantemente; en lugar de mostrar, Shyamalan nos cuenta todo con palabras.

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Imagen: Blinding Edge Pictures

Aunado a ello, el prometedor planteamiento pronto prueba quedarse sin recursos por la manera en que la historia se mueve, llevando la acción a otro escenario sumamente improbable para la segunda mitad, donde las absurdas decisiones de los personajes resultan un enorme distractor. Curiosamente, Shyamalan vuelve a abrazar a Hitchcock cambiando el protagonismo hacia Lady Raven (Saleka Shyamalan), quien, al menos por unos instantes, nos presta su perspectiva muy al estilo de Psicosis (Psycho, 1960), aunque a la inversa. Desafortunadamente, su participación no trasciende demasiado, y la actuación deja mucho que desear. Algo similar ocurre con Alison Pill, como la esposa, cuya introducción tardía no permite entender la complicada relación entre ambos personajes.

Pero si hay algo que sobresale en la cinta es Hartnett, quien se entrega por completo a un papel cuyo delicado balance entre comedia, terror y drama milagrosamente nunca se cae gracias a él. A pesar de las malas líneas que tiene que pronunciar casi todo el tiempo, el actor está lejos de hacer el ridículo, pues es un placer verlo conjuntar la villanía del personaje con la dulzura de un papá que solo quiere ver a su hija ser feliz. Hartnett regala una interpretación que nos recuerda a Anthony Perkins en la ya mencionada Psicosis de hecho, hay una parte que incluso hace referencia a un traumático control por parte de su madre, pero no se ahonda mucho en ello—, y a Christian Bale, en Psicópata Americano (American Psycho, 2000). Uno de los aciertos de Shyamalan es permitir a su protagonista divertirse y soltarse totalmente.

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Imagen: Blinding Edge Pictures

Y no podemos dejar de hablar de la maravillosa fotografía de Sayombhu Mukdeeprom; el tailandés trabaja de forma excelsa el grano de la imagen, dándonos cuadros maravillosos tanto del concierto como de los close-ups de Hartnett. Merece una estrella completa solo por este apartado técnico.

La Trampa, además de servirle a Shyamalan para meditar sobre el éxito o no de su paternidad, parece también criticar el privilegio blanco, pues durante la porción del concierto vemos cómo Cooper nunca es detenido para una revisión exhaustiva por parte de las autoridades que buscan al sospechoso. De cualquier manera, estas inquietudes tampoco se materializan en algo de mayor peso en la trama, ya que la preocupación por los giros "inesperados" gana aunque aquí, realmente, brillan por ausencia. Aun así, la cinta es lo más disfrutable que Shyamalan ha hecho en años; la vara no estaba muy alta, pero resulta imposible apartar la vista de estas imágenes, ya sea por morbo o para tratar de identificar el aspecto más personal del relato.

La Trampa está actualmente en cartelera.

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