Sofia Coppola siempre ha retratado en su cine cómo las mujeres son puestas en jaulas de oro mientras sus familias o parejas viven sus vidas; algo así como darles todo dentro de los límites impuestos por ellos y hacerles renunciar a su independencia. En Priscilla (2023), la directora retoma el concepto para visibilizar la historia de Priscilla Presley, cuya relación con El Rey del Rock, romantizada hace tanto tiempo, refleja todo lo que está mal no solo con este tipo de vínculos, sino con las dinámicas abusivas perpetradas por hombres que nunca o rara vez rendirán cuentas. Lo nuevo de Coppola captura la melancolía y la soledad de una adolescente a la que se le robó la parte más bonita de su vida y luego se le convirtió en una muñequita moldeada según los gustos de quien "jugó con ella".
Imagen: American Zoetrope, The Apartment, Fremantle |
A poco más de un año de la maximilista versión de Elvis que entregó Baz Luhrmann, en la que el personaje de Priscilla es, prácticamente, un cero a la izquierda, esta otra cara de la moneda ahonda en la relación entre la superestrella musical y la jovencita, quien captó la atención del primero mientras ambos vivían en Alemania. Coppola toma el punto de vista de Priscilla y desarrolla su vida a lado de Elvis. Si en la película de 2022 el músico fue representado como una víctima del coronel Parker, aquí no necesariamente se muestra como victimario total, pero sí como una fuerza opositora y opresora que obliga a la niña en cuestión a madurar rápidamente, convirtiendo también su sueño en una pesadilla.
La estrella ascendente, y ganadora de la Copa Volpi a la Mejor Actriz en el Festival de Venecia, Cailee Spaeny encarna a Priscilla con una interpretación retraída basada en casi suspiros y movimientos sutiles. La joven actriz deja un buen sabor de boca al proyectar con precisión la angustia adolescente y la desesperación de una mujer cuya identidad poco a poco se va desmoronando ante los caprichos de su nueva familia. Jacob Elordi, a diferencia de Austin Butler, nos regala un Elvis más misterioso y menos visceral. No resulta apropiado definir quién lo hizo mejor, pues cada versión se ajusta acertadamente a la visión de su creador o creador; el de Elordi, por ejemplo, se mueve más en la periferia, pero la oposición a la protagonista se hace sentir incluso cuando no está en pantalla.
Imagen: American Zoetrope, The Apartment, Fremantle |
Por supuesto, al tratarse de una cinta de Sofia Coppola, el diseño de producción, el vestuario y el soundtrack no decepcionan. Los outfits de Priscilla son un deleite visual y una muy vistosa representación de la moda de la época. Los de Elvis, aunque más sencillos que los que vimos en el trabajo de Luhrmann, también cumplen su cometido. Y en cuanto a la música, imposibilitada de usar la música de Elvis por obvias razones, Coppola y su equipo, en su lugar, complementan los visuales con una serie de canciones de distintas épocas, que, igualmente, reflejan el humor de los personajes, algo por lo que apuesta la narrativa la mayor parte del tiempo.
Priscilla, desafortunadamente, comete el error de extender la trama más de la cuenta, y cualquiera podría argumentar que las situaciones comienzan a ser reiterativas una vez que la protagonista llega a Graceland, donde en general, es mostrada como un accesorio de Elvis. Coppola se concentra demasiado en los conflictos entre los amantes, pero no del todo en la individualidad de la jovencita. Si bien es cierto que, en efecto, su persona va siendo modelada a partir de las órdenes y gustos de su novio y luego esposo, apenas y obtenemos un vistazo a la Priscilla real; el final y algunas escenas en las que pasa tiempo con otras personas —como un instructor de karate con el que se sugiere algo más que una relación de maestro/aprendiz— son la excepción.
Imagen: American Zoetrope, The Apartment, Fremantle |
Sea como sea, Coppola hace una declaración de empoderamiento femenino y de liberación con su más reciente obra. De la mano de la verdadera Priscilla Presley, la directora y escritora nos presenta otra recapitulación de los hechos y nos hace pensar en quién sabe cuántas mujeres viven limitadas por las opiniones de sus parejas o por un tipo de maltrato psicológico. Sabemos perfectamente que lo que ocurrió entre Elvis y Priscilla no podría definierse de otra manera más que abuso. Aun así, Coppola prefiere que el espectador llegue a su propia conclusión. Su Elvis no es un demonio ni nada por el estilo en la película, pero sí una fuerza intempestiva que termina por absorber todo a su alrededor, incluida una pobre niña que no tenía que haber pasado por lo que pasó.
Priscilla está actualmente en cartelera. Pronto llegará a MUBI.
Comentarios
Publicar un comentario