Una nación cimentada en el odio, la codicia y el despojo; un país construido sobre los cadáveres de aquellos que solamente defendían lo que era suyo. El western, desde su nacimiento, fue visto como el estandarte del cine estadounidense por mucho tiempo; películas que enaltecían la valentía del hombre blanco y su determinación para conquistar territorios salvajes y expandir el mundo civilizado. Tuvieron que pasar muchos años para que el otro lado de la moneda fuera retratado, el de los nativos asesinados y ultrajados que vieron sus números disminuir con el paso del tiempo, y cuyos sobrevivientes terminaron marginados o en espacios confinados en el mejor de los casos. Martin Scorsese es otro emblema del cine estadounidense, uno plenamente consciente de su influencia y sus responsabilidades. Si bien las dinámicas de poder al interior de la mafia ha sido su tema predilecto, su representación del crimen también ha estado emparentada con la avaricia y la decadencia que emanan de una sociedad como la estadounidense, tal y como quedó demostrado en El Irlandés (The Irishman, 2019). En Los Asesinos de la Luna (Killers of the Flower Moon, 2023), su nueva obra maestra, el legendario realizador rinde un homenaje a los pueblos originarios uniéndose a su dolor y dándoles voz en esta épica tragedia.
Imagen: Appian Way, Apple Studios, Imperative Entertainment, Sikelia Productions |
Basada en la novela de no ficción del mismo nombre, de David Grann, la cinta ve a Scorsese dirigir una vez más una titánica empresa que, en efecto, revalúa el cine en todos los sentidos; lo único que nos pide a cambio son tres horas y media de nuestro tiempo, una ganga para la recompensa de por medio. El cineasta vuelve a la épica histórica que tan bien desarrolló en obras como Silencio (Silence, 2016) o Kundun (1997); pero, ahora, abordando el tema religioso desde otra mirada, compagina el género con la ensangrentada historia de su país. En suma, se trata de un retrato de la maldad absoluta y la envidia del hombre blanco. La trama nos adentra en el genocidio de un pueblo —los Osage, específicamente— en nombre del progreso y el dinero.
Scorsese se vale de varias de las convenciones del western para construir la narrativa, pero el punto de vista toma un giro necesario. El espectador debe acompañar a un patético y deleznable protagonista: Ernest (Leonardo DiCaprio), un veterano de guerra que llega a la Nación Osage en busca de una nueva vida con ayuda de su tío, el "Rey" William Hale (Robert De Niro). Aquí no hay héroes, sino solamente gente común y villanos. Pero es en Lily Gladstone, quien interpreta a Mollie, mujer indígena que se convierte en esposa de Ernest, en donde reside el corazón del filme. A pesar de que su personaje va perdiendo fuerza por cuestiones que obedecen al relato, cada una de sus intervenciones deja una fuerte impresión, aludiendo al estoicismo y a la decepción de un pueblo carcomido desde sus entrañas.
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DiCaprio y De Niro, igualmente, ofrecen dos de las mejores actuaciones de su carrera. El primero sorprende reglándonos una interpretación distinta y anclada en la ineptitud de un individuo manipulable y pazguato. Sus expresiones faciales son suficientes para darnos cuenta del tipo de hombre al que tenemos en frente, uno que "ama el dinero tanto como a su esposa". Y luego está De Niro, quien podría ser el verdadero antagonista del filme. Su personaje representa la podredumbre de una clase ensimismada con las ganancias, sin importar a quién pise en el proceso. Se trata, básicamente, de un reflejo de una sociedad estadounidense alimentada por el capitalismo voraz y la imperiosa necesidad de segregar en pro del "orden".
Los Asesinos de la Luna, por supuesto, es una continuación de lo que Paul Thomas Anderson hizo en Petróleo Sangriento (There Will Be Blood, 2007), otra película que incorpora en su relato una muy profunda reflexión acerca del dinero y la religión como los pilares de la idiosincrasia estadounidense, y cómo estos han sido explotados para manipular al por mayor. Scorsese, en esta ocasión, retoma varios de estos conceptos —curiosamente, con la incipiente industria petrolera de fondo— para construir su propia versión del violento origen de su país como potencia global. Ambas, sin duda, se convertirán en clásicos y obras fundamentales que no dudan en criticar la esencia de su país.
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Vale la pena recordar que Scorsese cambió drásticamente la historia para orientarla hacia el pueblo Osage; la novela, principalmente, se enfoca en la investigación del FBI. Este cambio hace su nuevo trabajo uno de sus más personales en cierto sentido, pues, no solo participó en la escritura del guion junto a Eric Roth, sino que también hizo lo necesario para que lo que vemos se quede en nosotros; el brillante epílogo es prueba de ello. Y si a eso agregamos la forma tan sutil pero contundente en la que la música del difunto Robbie Robertson se infiltra en las imágenes; la majestuosa e impactante fotografía del mexicano Rodrigo Prieto, y las buenas actuaciones de parte de todo el elenco, tenemos ante nosotros una de las mejores cintas del año y una de las más valiosas por su mensaje, la manera en que se gestó y el tributo que le rinde a las víctimas del capitalismo.
Los Asesinos de la Luna está actualmente en cartelera.
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