Dicen que la fe mueve montañas, pero sin duda que también puede destruirlas. La ancestral creencia en un poder divino ha inspirado al hombre y al mismo tiempo lo ha llevado a cometer actos atroces e irracionales. Para un creyente, la fe es su mayor escudo y una de sus virtudes más sobresalientes, pero ¿qué ocurre cuando todos los fundamentos que la sostienen se derrumban frente a nuestros ojos? Cuando ese Dios en el que hemos confiado toda la vida aparentemente ha dejado de escuchar el sufrimiento. Silencio, la nueva obra de Martin Scorsese, aborda esta cuestión con un cruel y profundo relato sobre un ferviente religioso que es sometido a la prueba más dura de todas: sostener sus principios ante la tortura y buscar a un ausente Dios en el proceso.
Es el Siglo XVII. En un Japón feudal en donde el catolicismo pretende ser erradicado de raíz por el shogunato, el padre Ferreira (Liam Neeson) ha desaparecido. Alarmados y preocupados por un rumor de que este ha apostatado (renunciando a la fe católica), los padres jesuitas Garupe (Adam Driver) y Rodrigues (Andrew Garfield), estacionados en Macao, parten clandestinamente hacia Japón en busca de su mentor y amigo en contra de la recomendación de sus superiores. Lo que encuentran ahí es opresión y crueldad, pero también un rayo de esperanza entre una notable multitud de aldeas católicas que viven intensamente sus creencias mientras se esconden del Inquisidor (Issey Ogata) y sus hombres. Tras separarse para ayudar a los fieles, Rodrigues es capturado por este último y sometido a duras pruebas que comprometerán su templanza, el físico y hasta su misma fe.
Después de años de espera, Martin Scorsese finalmente ha podido materializar uno de sus más grandes proyectos personales, Silencio, cinta basada en la novela del mismo nombre de Shüsaku Endö. Como católico, este trabajo representaba una oportunidad ideal para explorar la temática de la fe, tal y como lo había hecho en La Última Tentación de Cristo y Kundun. Si bien podríamos clasificarla como religiosa, Silencio más bien hace un acercamiento a la espiritualidad humana y a las creencias que dan sentido a nuestra vida. Con una notable solemnidad y evocando a grandes figuras del cine como Ingmar Bergman y Akira Kurosawa, el director nos entrega una puntual obra que nos invita a reflexionar y preguntarnos si lo que estamos buscando es escuchar a Dios o a nosotros mismos.
En Silencio nos encontramos con dos jóvenes padres comprometidos con sus responsabilidades y principios como católicos. El hecho de que su mentor posiblemente haya renunciado a su fe los perturba y los insta a embarcarse en un peligro viaje del que quizá no haya retorno. Si bien ambos se emocionan al encontrar aldeas remotas que todavía practican el catolicismo a pesar de la intensa persecución, el riesgo de permanecer en aquellas tierras pronto hace notar algunas de sus cualidades, pero también varios de sus defectos más humanos. Garupe se encuentra incómodo ante las costumbres de esta gente y la inminente posibilidad de que sean descubiertos. Rodrigues, por otro lado, conmovido por la manera en que los pobres aldeanos viven su fe, se encandila con la esperanza de que su religión todavía tiene un papel muy importante por jugar en el Japón. Pero ¿qué estará dispuesto a hacer cuando las inclementes autoridades lo hagan escoger entre Dios o la gente que está siendo torturada en su nombre?
"Ustedes nos alimentan" admite uno de los aldeanos a los padres al saber que cuentan con ellos para oficiar misa, escuchar sus confesiones y otorgarles la comunión. Esto, por supuesto, llena de felicidad a los jesuitas, les hace ver que su odisea tenía un fin más grande que el de encontrar a Ferreira. La gran prueba llega cuando se topan con el dilema de entregarse al Inquisidor, quien se ha enterado ya de su presencia en la región, o convertirse en espectadores del sufrimiento ajeno. Garupe le advierte a Rodrigues que no tienen otra alternativa que presentarse ante el Inquisidor para que los aldeanos tengan una oportunidad de sobrevivir; sin embargo, este último se resiste y se inspira ante el deseo de sus feligreses de convertirse en mártires. Ambos observan cómo son torturados por días, no sin antes haberlos convencido de no negar a Dios. ¿Se ha convertido entonces la fe en una cuestión de orgullo para el joven padre?
Scorsese filma con virtuosismo y una ambigüedad que resulta necesaria para poder entender ambos puntos de vista. Por un lado está el Inquisidor y sus hombres adeptos al budismo, personas civilizadas y muy conscientes de su entorno, que no pueden entender cómo es que Rodrigues se niega a apostatar mientras ve sufrir a otros; por el otro, este último encuentra inexplicable el aparente silencio de Dios ante la desgracia de aquellos que lo veneran y lo respetan. El director y su co-guionista, Jay Cocks, se mantienen al margen y no emiten ningún juicio ni toman una postura. En la actitud de ambas partes hallamos la representación de conceptos muy apegados a la religión, como el imperialismo que generalmente vino después de su introducción en nuevos territorios; y el de la sintonía con la naturaleza, creencia muy arraigada en el Japón.
Gracias a la fotografía del mexicano Rodrigo Prieto, Silencio destaca por las belleza de sus imágenes y la manera en que la cámara se muestra ecuánime pero consciente de la tortura que viven varios de los personajes. Tenemos por ejemplo aquella magistral toma en la que los primero aldeanos que conocen a Garupe y Rodrigues son amarrados a unas cruces de madera y expuestos a la incesante marea de la costa, la cual termina por ahogarlos y destruir lentamente su cuerpo. Está también el momento en que dos campesinos descubren la presencia de los padres; la cámara, que hace un paneo sobre las colinas, regresa repentinamente para ubicar los extraños que no captó durante un instante. Esa subjetividad aparece nuevamente cuando Rodrigues está encarcelado. Varios católicos están siendo amedrentados y uno más asesinado ante su desconsolada mirada. A través de los barrotes, la cámara nos deja ver lo que sucede tomando el punto de vista del atormentado hombre. Sin duda un gran trabajo del mexicano.
Silencio está llena de momentos cautivadores que no solo demuestran la gran maestría de Scorsese como director, sino el gran talento de sus actores, sobretodo de Garfield, quien este año se ha consolidado como una figura de respeto entre sus colegas, gracias también a su trabajo en Hasta el Último Hombre. Basta con recordar aquella escena en la que ve su reflejo en el agua solo para ver su rostro transformado en el Jesús según El Greco. Su incredulidad deja al descubierto su obsesión. Su misión pretendía acercarlo a Dios, pero parece que no ha hecho mas que alejarlo. Garfield es el alma de la película y este lo asume con mucha seriedad su papel. La pasión de Rodrigues, su obstinación y el quiebre de su alma son creíbles gracias a su notable interpretación. Vale la pena destacar también la de Ogata como el temible Inquisidor. Aunque su físico no impone, su risueño tono de voz y la forma en que suelta esas palabras que hieren profundamente a su prisionero resultan intimidación suficiente.
La flaqueza del espíritu, la defensa de la fe y la a veces inadvertida transformación de esta en una obsesión definen la trama de Silencio, una bella película con una profundidad filosófica admirable al exponer dos puntos de vista tan válidos como llenos de defectos. SPOILER ADELANTE. En las escenas finales, cuando el silencio de Dios parece haber llegado a su fin, Rodrigues se rinde ante la presión del Inquisidor y adopta un estilo de vida japonés "aceptando" incluso su religión budista. Cuando el sufrimiento de los demás ha sido demasiado para él y cuando finalmente entiende que los aldeanos morían por su culpa y no por Jesucristo, Rodrigues encuentra la calma y la salvación para los demás. ¿Era esto lo que quería Dios o él mismo? TERMINA SPOILER. Silencio es una épica historia en la que Scorsese de aleja completamente de su frenético estilo y en la que hace uso del mismo silencio y una gentil pero brutal calma para desarrollar el íntimo proyecto de toda una vida, uno con un resultado altamente satisfactorio.
Después de años de espera, Martin Scorsese finalmente ha podido materializar uno de sus más grandes proyectos personales, Silencio, cinta basada en la novela del mismo nombre de Shüsaku Endö. Como católico, este trabajo representaba una oportunidad ideal para explorar la temática de la fe, tal y como lo había hecho en La Última Tentación de Cristo y Kundun. Si bien podríamos clasificarla como religiosa, Silencio más bien hace un acercamiento a la espiritualidad humana y a las creencias que dan sentido a nuestra vida. Con una notable solemnidad y evocando a grandes figuras del cine como Ingmar Bergman y Akira Kurosawa, el director nos entrega una puntual obra que nos invita a reflexionar y preguntarnos si lo que estamos buscando es escuchar a Dios o a nosotros mismos.
En Silencio nos encontramos con dos jóvenes padres comprometidos con sus responsabilidades y principios como católicos. El hecho de que su mentor posiblemente haya renunciado a su fe los perturba y los insta a embarcarse en un peligro viaje del que quizá no haya retorno. Si bien ambos se emocionan al encontrar aldeas remotas que todavía practican el catolicismo a pesar de la intensa persecución, el riesgo de permanecer en aquellas tierras pronto hace notar algunas de sus cualidades, pero también varios de sus defectos más humanos. Garupe se encuentra incómodo ante las costumbres de esta gente y la inminente posibilidad de que sean descubiertos. Rodrigues, por otro lado, conmovido por la manera en que los pobres aldeanos viven su fe, se encandila con la esperanza de que su religión todavía tiene un papel muy importante por jugar en el Japón. Pero ¿qué estará dispuesto a hacer cuando las inclementes autoridades lo hagan escoger entre Dios o la gente que está siendo torturada en su nombre?
"Ustedes nos alimentan" admite uno de los aldeanos a los padres al saber que cuentan con ellos para oficiar misa, escuchar sus confesiones y otorgarles la comunión. Esto, por supuesto, llena de felicidad a los jesuitas, les hace ver que su odisea tenía un fin más grande que el de encontrar a Ferreira. La gran prueba llega cuando se topan con el dilema de entregarse al Inquisidor, quien se ha enterado ya de su presencia en la región, o convertirse en espectadores del sufrimiento ajeno. Garupe le advierte a Rodrigues que no tienen otra alternativa que presentarse ante el Inquisidor para que los aldeanos tengan una oportunidad de sobrevivir; sin embargo, este último se resiste y se inspira ante el deseo de sus feligreses de convertirse en mártires. Ambos observan cómo son torturados por días, no sin antes haberlos convencido de no negar a Dios. ¿Se ha convertido entonces la fe en una cuestión de orgullo para el joven padre?
Scorsese filma con virtuosismo y una ambigüedad que resulta necesaria para poder entender ambos puntos de vista. Por un lado está el Inquisidor y sus hombres adeptos al budismo, personas civilizadas y muy conscientes de su entorno, que no pueden entender cómo es que Rodrigues se niega a apostatar mientras ve sufrir a otros; por el otro, este último encuentra inexplicable el aparente silencio de Dios ante la desgracia de aquellos que lo veneran y lo respetan. El director y su co-guionista, Jay Cocks, se mantienen al margen y no emiten ningún juicio ni toman una postura. En la actitud de ambas partes hallamos la representación de conceptos muy apegados a la religión, como el imperialismo que generalmente vino después de su introducción en nuevos territorios; y el de la sintonía con la naturaleza, creencia muy arraigada en el Japón.
Gracias a la fotografía del mexicano Rodrigo Prieto, Silencio destaca por las belleza de sus imágenes y la manera en que la cámara se muestra ecuánime pero consciente de la tortura que viven varios de los personajes. Tenemos por ejemplo aquella magistral toma en la que los primero aldeanos que conocen a Garupe y Rodrigues son amarrados a unas cruces de madera y expuestos a la incesante marea de la costa, la cual termina por ahogarlos y destruir lentamente su cuerpo. Está también el momento en que dos campesinos descubren la presencia de los padres; la cámara, que hace un paneo sobre las colinas, regresa repentinamente para ubicar los extraños que no captó durante un instante. Esa subjetividad aparece nuevamente cuando Rodrigues está encarcelado. Varios católicos están siendo amedrentados y uno más asesinado ante su desconsolada mirada. A través de los barrotes, la cámara nos deja ver lo que sucede tomando el punto de vista del atormentado hombre. Sin duda un gran trabajo del mexicano.
Silencio está llena de momentos cautivadores que no solo demuestran la gran maestría de Scorsese como director, sino el gran talento de sus actores, sobretodo de Garfield, quien este año se ha consolidado como una figura de respeto entre sus colegas, gracias también a su trabajo en Hasta el Último Hombre. Basta con recordar aquella escena en la que ve su reflejo en el agua solo para ver su rostro transformado en el Jesús según El Greco. Su incredulidad deja al descubierto su obsesión. Su misión pretendía acercarlo a Dios, pero parece que no ha hecho mas que alejarlo. Garfield es el alma de la película y este lo asume con mucha seriedad su papel. La pasión de Rodrigues, su obstinación y el quiebre de su alma son creíbles gracias a su notable interpretación. Vale la pena destacar también la de Ogata como el temible Inquisidor. Aunque su físico no impone, su risueño tono de voz y la forma en que suelta esas palabras que hieren profundamente a su prisionero resultan intimidación suficiente.
La flaqueza del espíritu, la defensa de la fe y la a veces inadvertida transformación de esta en una obsesión definen la trama de Silencio, una bella película con una profundidad filosófica admirable al exponer dos puntos de vista tan válidos como llenos de defectos. SPOILER ADELANTE. En las escenas finales, cuando el silencio de Dios parece haber llegado a su fin, Rodrigues se rinde ante la presión del Inquisidor y adopta un estilo de vida japonés "aceptando" incluso su religión budista. Cuando el sufrimiento de los demás ha sido demasiado para él y cuando finalmente entiende que los aldeanos morían por su culpa y no por Jesucristo, Rodrigues encuentra la calma y la salvación para los demás. ¿Era esto lo que quería Dios o él mismo? TERMINA SPOILER. Silencio es una épica historia en la que Scorsese de aleja completamente de su frenético estilo y en la que hace uso del mismo silencio y una gentil pero brutal calma para desarrollar el íntimo proyecto de toda una vida, uno con un resultado altamente satisfactorio.
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