La obra de la cineasta Sarah Polley retoma la recursividad de la memoria. Lo intrínseco y parcial a lado de lo colectivo; sus fragilidades y contradicciones junto a las posibilidades luminosas de la revelación y el encuentro.
La canadiense comenzó como una estrella infantil —véase Las Aventuras del Barón Munchausen (The Adventures of Baron Munchausen, 1988)—, alcanzando eventualmente una madurez interpretativa bajo la dirección de Atom Egoyan, David Cronenberg, Kathryn Bigelow, Wim Wenders e Isabel Coixet, sin mencionar que también tuvo papeles en películas como la nueva versión de El Despertar de los Muertos (Dawn of the Dead, 2004) y Mr. Nobody (2009). Polley siempre se mantuvo fiel a una parcela independiente que podía tantearse con rostros y propuestas de mayor expectativa comercial. Como directora ha ido afianzando con cada proyecto las búsquedas estéticas/personales que aparecen en su cine. Más conocida por la veta creativa que ponía en cuestión recursos y formatos documentales en Stories We Tell (2012), esta realizadora trabaja constantemente alrededor de mecanismos ficcionales, explorando la manera en que las historias se perciben/vivencian, cómo se van interiorizando y las estructuras —lábiles— que toman para socializarse.
Imagen: Hear/Say Productions, Plan B Entertainment, Orion Pictures |
Ellas Hablan (Women Talking, 2022) es un autodeterminado acto de imaginación femenina que se inclina por una franqueza sutil a través de la metáfora. Aunque haya resonancias a comunidades identificables, y sea insoslayable el material de origen en el que está basada —e incluso el acontecimiento real que inspiró aquel—, la cinta no se concentra en dilucidar sus influencias o en querer establecer una ubicación geográfica específica, con lo que se torna una suerte de fábula con intenciones atemporales que, aun así, no renuncia a unas claras convicciones de incidencia totalmente contemporánea.
Superficialmente, se le podría tildar de estar aterida en su anunciada naturaleza conversacional, arrinconando su posibilidad expresiva al mero intercambio y teniendo la voz como eje determinante de la narración. Dicho estancamiento es repelido tanto por la sensible ecuanimidad con la que Polley retrata a sus mujeres en pugna como por la misma concepción de los espacios y el manejo de cámara.
Basta recordar el momento en que empieza a contarse —precisamente— la falta de lenguaje para poder describir el horror que se perpetúa a través del silencio atónito que devora todo. La voz en off calla. La puesta en escena muestra esa quietud devastadora. Una figura se levanta de la mesa y la cámara acompaña su recorrido hasta que sale por la puerta. No hay corte. Afuera, luego de mantenerse siempre frente a ella mostrando el volátil conflicto contenido en su rostro, la cámara gira hasta quedar emplazada detrás de su punto de vista para cambiar de perspectiva y ver con toda claridad el granero donde seguirá tomando lugar —allá sí— la valoración discursiva y el posicionamiento; la toma de decisiones a través de la palabra. Pero son las imágenes las que preservan la pureza imaginativa de algo distinto. Las sugerencias para sobreponerse a esa paleta de colores desaturados. A esa condena de soles desfallecientes bajo los que crecen las mismas violencias y desavenencias que invitan al ocaso. Son las que recuerdan la necesidad de reenfocar y ampliar la visión.
Imagen: Hear/Say Productions, Plan B Entertainment, Orion Pictures |
Saber que la destinataria de la historia es alguien que aún está por nacer la convierte en un manifiesto por la esperanza, sumándolo a una serie de motivos memorables en su potencia lírica. Los espacios rondados; los cantos; la pléyade de presencias con actuaciones que conforman una luminaria comunal; las conciliaciones; los despliegues de una mirada libre que vuelve incesantemente a ese sitio de reunión que puede enmarcar, pero donde se desborda lo dicho y lo imaginado. Todo lo que tira el cuerpo hacia adelante. Preceptos de orientación para el desplazamiento. Los puños en alto que son signos para encontrarse en el mundo. La navegación celeste.
Hacia el final, la cámara vuela entre los campos y sigue elevándose. Luego de descubrir maneras para seguir hablando, los horizontes se extienden y se emprende la marcha que dará forma al porvenir.
Ellas Hablan está actualmente en cartelera.
Juan Ramón Ríos. Cinero/escritor.
Otra pésima crítica del mismo wey. Dejen de darle películas importantes a este tarado.
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