Más de una década le tomó a James Cameron darle continuación a uno de los sucesos cinematográficos más populares de la era moderna. Como un adepto de la tecnología y ferviente creyente de que las herramientas que provee son esenciales para contar una historia hoy en día en la pantalla grande, el director fue paciente durante todos estos años, diseñando cuidadosamente una expansión de la película más taquillera de todos los tiempos. Si bien la calidad narrativa de Avatar (2009) ha sido cuestionada desde su estreno, su aporte tecnológico ha sido invaluable. Ahora, con todavía más recursos a su disposición, el estadounidense vuelve con una secuela que bien pudo haber sido más grande y ruidosa; sin embargo, la gran sorpresa es darse cuenta de que Avatar: El Camino del Agua (Avatar: The Way of the Water, 2022) le brinda un espacio necesario a la contemplación, la tranquilidad y la concordia.
Imagen: 20th Century Studios, TSG Entertainment, Lightstorm Entertainment |
Tras expulsar a los humanos de Pandora, Jake Sully (Sam Worthington) y su nueva familia viven en paz. Pero todo se viene abajo cuando otra expedición llega desde la Tierra para seguir explotando los recursos naturales de la luna. Jake, como nuevo líder de los omaticaya, encabeza una insurgencia en contra de los invasores, llevándolos a tomar medidas extraordinarias para pacificar de una vez por todas a los locales. Gracias a la misma tecnología de los avatares, un viejo conocido de Sully vuelve con una única misión: acabar con él. Temiendo por la seguridad de su pueblo, el antes humano parte hacia el océano en busca de refugio, donde él y su familia tendrán que adaptarse para sobrevivir.
Ciertamente, El Camino del Agua sigue las convenciones de cualquier otro blockbuster contemporáneo: el héroe vulnerable, el villano decidido, la batalla final, el desenlace esperanzador... Y, aun así, este se distingue de casi todos justificando su duración. De esas más de tres horas, Cameron ocupa casi un tercio para adentrarnos una vez más en Pandora, pero, en esta ocasión, apelando al delicado equilibrio natural a través de una serie de situaciones propias del documental. Por medio de los habitantes de Pandora, incluyendo a los animales "salvajes", se resalta el estoicismo absoluto y los códigos que mantienen el equilibrio natural, haciendo un evidente símil con nuestro planeta, objeto de fascinación para el cineasta por tanto tiempo, sobre todo el mundo marino. La forma en que estos seres se adaptan o se han adaptado también es una inquietud que se desarrolla durante este lapso.
Cameron se mueve como pez en el agua (sí, teníamos que decirlo) ambientando buena parte de la historia en el mundo marino de Pandora. "El camino del agua no tiene principio ni fin. Nuestros corazones laten en el vientre del mundo. El agua conecta todas las cosas: la vida con la muerte; la oscuridad con la luz. El mar da y el mar quita", declara una de las na'vi del mar que la familia de Sully conoce en su aventura. El agua siempre ha sido parte importante en la obra cinematográfica del estadounidense, pero nunca antes había sido, prácticamente, un personaje. En esta ocasión, el océano alberga tanto la acción como la esencia de un relato que, aunque se trate de un producto diseñado para ganar dinero, tiene como objetivo crear conciencia acerca de la importancia de la preservación.
Imagen: 20th Century Studios, TSG Entertainment, Lightstorm Entertainment |
Por supuesto, apegándose a la fórmula del blockbuster, El Camino del Agua comete casi todos los pecados inherentes de este tipo de producciones. El villano —aunque se le trata de dar otra faceta con una revelación que viene desde la película anterior— es flojo; el final es predecible, y ningún personaje realmente destaca por encima del resto —Jake Sully continúa siendo de lo menos interesante de la saga—. Pero estas debilidades le dan a Cameron y a todo su equipo la posibilidad de seguir otro camino, que, en este caso, es apostar por un todo, tal y como es en el hogar de los na'vi. Nada es tan importante en este mundo como el ecosistema, y a sabiendas de ello, Cameron se dedica a mostrarnos cómo funciona, esperando que podamos crear una conexión con lo que sucede en nuestro planeta.
Avatar: El Camino del Agua aprovecha al máximo toda la tecnología a su disposición para concebir un rincón más emocionante e interesante de la mitología que ha creado con esta franquicia. Si bien su capacidad para contar una historia vibrante y más relevante sigue en duda, su maestría para mezclar sus habilidades de documentalista con las de director hollywoodense resulta el mayor valor de la cinta. A diferencia de su primer esfuerzo en este universo, ahora sí queda un fuerte deseo de seguir explorando Pandora, conocer sus secretos y asombrarnos ante las maravillas naturales que aguardan en sus entrañas.
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