Marilyn Monroe (Ana de Armas), en el momento más alto de su carrera, tiene otro de sus constantes ataques de ansiedad —acompañados, generalmente, de recuerdos dolorosos—. En un arrebato, abandona el set de la película que está filmando. Mientras sale corriendo despavorida, su agente publicitario se da vuelta y le dice al director: "No es una chica sana. Si pudiera, lo sería".
Imagen: Plan B Entertainment, Netflix
Al director Andrew Dominik (El Asesinato de Jesse James por el Cobarde Robert Ford, Mátalos Suavemente) se le ha presentado la oportunidad única de llevar la caótica vida de Norma Jeane Mortenson a la pantalla. Es posible que por su "bajo" perfil haya tenido la confianza de tomar el riesgo más grande en su carrera hasta ahora, abordando la vida de la actriz y cantante de una forma sobresaliente y convirtiéndola en una crítica sobre la explotación de las mujeres en la industria del cine, la insistencia de los medios por conseguir el más mínimo detalle sobre sus vidas y el alto precio que muchas estrellas femeninas han tenido que pagar para iniciarse en el mundo del cine.
Desde las primeras escenas, descubrimos que la vida de Norma Jean no es normal. Su madre, Gladys (Julianne Nicholson), una mujer manipuladora y con problemas mentales, le hace creer la idea de que su padre es un hombre ocupado, y que su ausencia no es una falta de interés por la vida de ambas, sino un precio que se tiene que pagar cuando se es importante; una fotografía suya colgada en la pared agrietada es el único vínculo que la niña tiene con este misterioso hombre. Este deseo —casi obsesión— por conocerlo se convertirá en un martirio que tendrá que cargar toda su vida, y que se verá manifestado en la forma en la que se relaciona con todas sus parejas sentimentales y sexuales, llamándolos "papi" en muchas ocasiones.
Imagen: Plan B Entertainment, Netflix
Con un ambiente tenso y espeso, Dominik presenta a una mujer castigada física y mentalmente desde su infancia hasta la muerte. Para ello, el director se vale de constantes cambios de aspecto y primeros y primerísimos primeros planos. Predomina el blanco y negro, pero también hay escenas a color, enfatizando el delirio que intenta representar. Y aunado a ello, el montaje presenta un ritmo hipnótico y fragmentado, utilizando distorsiones como recursos visuales sumamente inquietantes, como aquella escena en que un grupo de hombres, con las bocas totalmente desproporcionadas, gritan eufóricamente a la mujer que siempre tiene una sonrisa para su público expectante.
Pero lo que esta cinta ofrece visualmente no sería lo suficientemente terrorífico y violento de no ser por la sobresaliente interpretación de Ana de Armas, quien nos regala una de las mejores actuaciones del año al mostrarnos un personaje con dos personalidades distintas: Norma Jean, una mujer víctima de abuso, incapaz de percibir la realidad, exhausta y que no puede dejar de llorar; y Marilyn Monroe, una artista sofisticada, inmaculada y receptáculo de la lujuria de todos los hombres alrededor de ella, tal y como la robot basada en Maria en Metrópolis (Metropolis, 1927).
Estamos ante una obra arriesgada que, al tratarse sobre una de las figuras más mediáticas en la historia del cine, ha dividido notablemente al público, y es que Rubia presenta de forma brutal y nauseabunda la manera en que su cuerpo fue visto y tratado durante toda su carrera. Así lo dejan ver las innumerables escenas en que Marilyn Monroe se muestra desnuda, desprotegida y vulnerable. Tan pública fue su vida que, en la película, su vagina es objeto de interés de propios y extraños.
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