"Nosotros creamos amor a partir de la anarquía, significado a partir del vacío", clama Caprice (Léa Seydoux) en Crimes of the Future (2022), película que significa el regreso de David Cronenberg al body horror —además de ser su primer trabajo en casi una década—. Las palabras de la artista pueden entenderse como uno de los conceptos que el aclamado director propone para el manifiesto que supone esta retorcida pero sumamente pertinente obra. En medio de la obsesión de aquellos en el poder por mantener el statu quo, Cronenberg establece el arte de la modificación corporal como la manera más eficiente de desafiar las imposiciones. Este filme es una declaración artística de vanguardia que adquirirá una mayor importancia cuando el sombrío porvenir que vislumbra se vuelva literal.
En un futuro no especificado, la contaminación y el cambio climático han supuesto distintos avances en biotecnología que han ayudado a los humanos a adaptase mejor a su nuevo entorno. Esto también ha propiciado cambios en la misma biología de las personas, incluyendo la desaparición del dolor y las infecciones. En este contexto, Saul Tenser (Viggo Mortensen) y Caprice se han convertido en famosos artistas que efectúan cirugías frente a un público para remover del primero órganos que han ido apareciendo en su cuerpo. Maravillados con su proyecto, agentes del Registro Nacional de Órganos se acercan a él para poder tomar nota y sentar las bases de futuras restricciones evolutivas por parte del gobierno. Al mismo tiempo, una organización secreta se acerca a Saul para aprovechar su fama y dar a conocer su plan para la especie humana.
Nominada a la Palma de Oro en la pasada edición del Festival de Cannes —y provocando incluso que algunos asistentes se salieran de la proyección a los pocos minutos haber iniciado, cosa que congratuló al mismo Cronenberg—, Crimes of the Future retorna al cineasta canadiense a sus orígenes a través de un relato que se presenta como una pesadilla de ciencia ficción. Original y ciertamente inquietante, la premisa de la que parte puede interpretarse como mera especulación; pero cuando gobiernos de todo el mundo tratan de controlar los cuerpos de las personas —sobre todo de las mujeres—, sus ideas cobran una relevancia absoluta, porque "no hay crimen como el presente".
Adoptando el mismo nombre de su filme de 1970 —en la que atisba un futuro en que las mujeres sexualmente maduras han muerto debido a una plaga causada por el uso de cosméticos—, Cronenberg vuelve a mostrar una profunda preocupación por la evolución del cuerpo humano, un lienzo del que Crimes of the Future dispone para trazar una ruta hacia la subversión. Aunque publicitada como una nueva pieza de body horror, anticipando escenas gráficas y situaciones difíciles de asimilar, la película realmente no se engancha por completo en ello; su mayor valor radica en una reflexión que surge a partir de los cambios que hemos atestiguado en el mundo en los últimos tiempos. Para el director y guionista, la única manera de afrontarlos es con un cambio de paradigma, el cual presenta con una metáfora sobre la transexualidad y el aborto.
Pero, en un toque de genialidad, la historia agrega el tema del arte, un arma en contra de la opresión, que aquí toma la forma de la modificación corporal, algo que muchos individuos han llevado ya al extremo en la última era. Saul Tenser es un artista en conflicto que, además de sufrir un tremendo daño físico, se ve entre la espada y la pared cuando tiene al gobierno de un lado y a un grupo de revolucionarios evolucionistas del otro —algo que sin duda haría salivar al mismo Charles Darwin—. Sufriendo de una enfermedad denominada como "síndrome de evolución acelerada", Saul emerge como una figura contracultural que, eventualmente, abre lo ojos ante lo que representan su padecimiento y la ideología de aquellos que resisten. Su arte, y el de Caprice, de pronto se convierte en una posibilidad de sublevarse ante lo que viene.
Por supuesto, el hecho de que el dolor no exista en este mundo dota de un carácter sexual a la intervención quirúrgica. Rescatando una parte del disparatado concepto de Extraños Placeres (Crash, 1996) —en la que los personajes sentían excitación sexual con accidentes de autos—, Cronenberg moldea a unos individuos que han encontrado nuevas formas de expresar su identidad y sus deseos. En este futuro, el dolor se ha convertido en algo así como el postdolor; que los seguidores de Saul se "calienten" con su sufrimiento durante sus shows es Cronenberg en su máxima expresión. Para él, el sexo también deberá evolucionar de alguna manera. "La cirugía es el nuevo sexo", asegura Timlin (Kristen Stewart), una de las más nuevas y fervientes seguidoras de Saul; el futuro es ahora.
Crimes of the Future engloba también lo que sus discípulos han propuesto en los últimos años. Lo "naturalmente antinatural" une a Julia Ducournau con los Cronenberg, incluido Brandon, hijo del director que hace un par de años sorprendió con su muy inteligente Possessor (2020). Tanto esta última como Titane (2021) nos ponen en medio de situaciones netamente cronenberguianas, desde el control de los cuerpos por parte de entes ajenos hasta la evolución "antinatural" que supone el siguiente paso. En estas obras podemos encontrar una inquietud muy profunda por el transhumanismo y el papel que tendrá más adelante.
En Crimes of the Future, como dicen, lo de adentro es lo que cuenta —¡hasta hay un concurso de belleza interior en la trama!—. Aunque eso no significa que Cronenberg se olvide de lo de afuera, haciendo incluso señalamientos ambientalistas centrados en las condiciones que nos obligarán a repensarnos como especie en un futuro no muy lejano. Pero, sobre todo, su nueva película es un postulado sobre la aceptación: asimilar los cambios, hacerlos nuestros y crear un nuevo significado del humano. Solo entendiendo esto será posible hacer frente a lo que vendrá a continuación.
Crimes of the Future está actualmente en cartelera. En MUBI a partir del 29 de julio.
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