Cuando Fabietto (Filippo Scotti) sostiene la conversación con el director de cine Antonio Capuano que ha de cambiar su vida, las palabras "realidad" e "imaginaria" destacan del resto. "Quiero una vida imaginaria, como la de antes. Ya no me gusta la realidad". Fabietto no solo emerge como el alter ego del aclamado realizador Paolo Sorrentino, sino también como la mismísima idea de lo que significa hacer cine: escapar. Ante el dolor y las dudas, como cualquier arte, este brinda la oportunidad de crear; de imponer reglas propias y de alejarse de lo "vulgar" que puede llegar a ser la realidad. Pero, como bien dice Capuano después, eso no es suficiente, pues también es necesario tener algo que contar. Sorrentino, por supuesto, casi siempre lo ha tenido, y Fue la Mano de Dios (È Stata la Mano di Dio, 2021), su más reciente película, no es la excepción. ¿Y cómo iba a serlo si, en esta ocasión, su historia proviene de sus mismas experiencias como un joven soñador napolitano?
Imagen: The Apartment, Netflix |
Fabietto es un joven que vive en el Nápoles de los 80. Cuando no tiene fantasías eróticas con su tía Patrizia (Luisa Ranieri), sus pensamientos se concentran en Diego Armando Maradona, el mejor jugador del mundo y quien estaría cerca de ir a jugar al club de su ciudad. El adolescente pasa los días con su extravagante familia, siendo testigo de las ocurrencias de estos y también de los problemas de sus padres, quienes lo aman a pesar de todo. Sin amigos y sin novia, Fabietto sueña con Maradona y hacer algo con su vida; y es después de una tragedia familiar que sus preocupaciones se exacerban, instándolo a involucrarse con pintorescos personajes locales, quienes podrían ofrecerle las respuestas que busca.
Si en Youth (2015) y La Gran Belleza (La Grande Bellezza, 2013) Sorrentino reflexionaba sobre la ineludible vejez, en Fue la Mano de Dios celebra no solo juventud, sino SU juventud. Los ejercicios autobiográficos suelen estar rodeados de cierta egolatría o presunción, pero aquí no es el caso. Plasmando sus recuerdos de una vida llena de sueños, alegrías y tristezas en una ciudad tan emblemática como Nápoles, el italiano nos lleva por un viaje con ciertos trazos oníricos que, una vez más, recalcan la influencia del legendario Federico Fellini —la surreal secuencia inicial tiene toda su influencia—, quien, además aparece aquí brevemente como alguien inalcanzable y casi mítico, quizá haciéndonos ver que, a pesar de tantas comparaciones, nunca podrá estar a su altura. La naturaleza de este ejercicio, entonces, se sacude de cualquier rastro de vanidad.
La tragedia mencionada hace unos párrafos divide claramente la película. En la primera parte, donde el despliegue visual y narrativo recuerda en bastantes momentos a La Gran Belleza, vemos a Fabietto convivir con su familia, un grupo tan diverso como hilarante. Está la tía obesa que acaba de conseguir novio —un molesto anciano con un dispositivo que le hace hablar con voz robótica—; la hermana, que nunca sale del baño —probablemente creando su propia realidad—; el hermano, que desea ser actor; la otra tía, que se da baños de sol en cueros frente a la mirada atónita de sus parientes políticos, y sus padres, dos adultos cuya relación perdura sobre la traición. En Fabietto tenemos al chico introvertido y dócil inmerso en el eterno conflicto de la adolescencia: encontrarse a sí mismo. Sorrentino materializa sus memorias por medio de Scotti, cuya retraída actuación hace palpables las constantes dudas de un individuo en pleno proceso de maduración.
Imagen: The Apartment, Netflix |
Toni Servillo —eterno cómplice de Sorrentino— y Teresa Saponangelo están magníficos como los padres de Fabietto. Su irreverencia y honestidad son protagonistas de algunos de lo momentos más cómicos de la primera parte, en la que las bromas y algunas tremendas declaraciones —como el hecho de que el papá clame ser comunista a pesar de trabajar en un banco— pintan el retrato de una familia disfuncional pero feliz. Pero esta relativa alegría se disuelve en la segunda, cuando, efectivamente, la realidad se vuelve sombría, complicada y difícil de aceptar. Fabietto, casi un niño al principio, se enfrenta ahora a las tribulaciones que la vida pone de tanto en tanto. Así, los sueños que habíamos visto en la primera parte parecen derrumbarse, pero no sin antes hacer que otros más germinen; el precio, por supuesto, es enfrentarse a la pérdida o a la derrota.
Sorrentino nos presenta sus recuerdos de una forma divertida y hasta solemne, pero nunca melodramática. Notable, por ejemplo, resulta la ausencia de una selección musical, aspecto muy importante en varios de sus trabajos anteriores. Salvo por dos o tres piezas, ya sean del score o del soundtrack, la película corre sin música de fondo en su mayor parte, dándole más preponderancia a los sonidos y a la acción, evitando así influir en el espectador con cualquier otro elemento que no sea la historia.
Imagen: The Apartment, Netflix |
Fellini y Maradona tienen un gran peso en la trama —y en Sorrentino— a pesar de no tener ningún diálogo; su presencia afecta a Fabietto en todo sentido. En una escena, por ejemplo, el chico recibe una lección de su hermano mayor cuando, mientras ven entrenar al argentino, este le explica que la perseverancia es su mayor cualidad. En otra, el hermano, después de una audición para el director romano, le cuenta que no quedó por tener un rostro "muy convencional". A través de estas viñetas, Sorrentino enmarca la influencia que estos dos personajes tuvieron en su vida. Pero es el cinismo de Antonio Capuano el que resulta decisivo para que tanto él como su alter ego se decidan a contar una historia.
"Hice lo que pude, y no creo que me haya ido tan mal" son las palabras de Maradona con las que Sorrentino abre Fue la Mano de Dios. Con esta película, el italiano le da las gracias a todos los responsables de que esté aquí estrenando un proyecto más. Desde la posibilidad de que el futbolista haya salvado su vida por una extraña coincidencia hasta lo insólito de su primera vez, el director se desnuda finalmente para poner un punto y aparte en su filmografía. Y si bien La Gran Belleza permanece todavía como su trabajo mejor logrado, este es claramente el más revelador hasta ahora.
Fue la Mano de Dios está disponible en Netflix.
Comentarios
Publicar un comentario