*Antes de comenzar a leer este texto, te recomendamos reproducir el siguiente álbum:
Lo que ella me enseñó fue a sentir que eres parte de este lugar, y no un visitante. Esa es una gran diferencia.
- Craig Foster
Habemos personas en el mundo que creemos saber cómo es un bosque. Un desierto. El océano. Pensamos que conocemos el mundo por haber leído libros o pasajes sobre sus ecosistemas, o por haber visto películas o fotografías de estos espacios. Es triste, pero estoy segura de que la mayoría de nosotros construimos nuestra realidad a partir de los relatos de otros. Pedimos prestadas leyendas para construir la idea de que conocemos nuestra tierra; pero, en realidad, solo pocos de nuestra especie logran pasar de ser visitantes en el mundo a realmente sentirse parte del pequeño lugar que nos toca habitar en el cosmos.
Imagen: Netflix |
Mi Maestro el Pulpo (2020) se vive como una poesía que intenta revivir la conexión del hombre con el entorno salvaje. Es una carta de amor entre un ser humano y una pulpo que nos recuerda que es posible reconectarse con nuestro mundo sin necesitar más que el interés de hacerlo. Un interés que se muere conforme la tecnología se vuelve cada vez más "esencial" en nuestras vidas. Al igual que cuando la pequeña pulpo pierde uno de sus tentáculos al ser atacada por un tiburón pijama, la tecnología nos arranca a nosotros sentidos y emociones; y a diferencia de este animal —cuya evolución permite que pueda volver a crecer su extremidad en cuestión de semanas—, para nosotros es difícil reconstruir esos sentidos y emociones en un lapso tan corto de tiempo.
Nuestro paso por el mundo es un instante: una fracción de segundo que resume millones de años de evolución, así como el viaje de la amistad entre Craig Foster y la pequeña pulpo, que comenzó antes de que el primero pusiera por primera vez los pies en ese bello océano. Inició cientos de años atrás, cuando los seres humanos entendíamos el propósito de nuestra existencia como parte de un ciclo superior a nuestra especie. El viaje alcanzó a Foster el día que tuvo que visitar el Kalahari para fotografiar a los mejores rastreadores del planeta. No puedes evitar sentirte igual que él, inspirado en como estos hombres son uno con su entorno. Lo sienten con la planta de los pies. Lo saborean con sus lenguas. Lo escuchan. Lo huelen. Lo observan. Viven sintiendo; viven siendo parte de él.
Imagen: Netflix |
Me gusta pensar que tengo una conexión especial con la naturaleza. A donde sea que vaya soy siempre consciente de los insectos, las plantas, los animales... Encuentro fascinación en ellos. A veces cruzo miradas con los perros en la calle; y una vez en la costa del Pacífico pude ver una ballena azul mientras brincaba a lo lejos. Un regalo de ella para mí. Sentí su fuerza a kilómetros de distancia, y fue uno de los momentos más inspiradores de mi vida. Foster tuvo la oportunidad de extender ese instante de magia que yo tuve con esta ballena hasta casi un año con su amiga la pulpo. Y me pregunto: ¿estoy haciendo lo suficiente para respetar esa conexión que creo tener con la naturaleza? Quizá no.
Quizá las conexiones conscientes que podemos tener los seres humanos con nuestro entorno son inimaginables. Nuestros sentidos son el canal para alcanzarlo, pero la tecnología, los relatos prestados y los placeres instantáneos nos distraen de este último fin como especie.
"Her" es el pronombre en inglés que utiliza Foster a lo largo del documental para referirse a la pulpo, cuando gramaticalmente debería usarse "it"; pero el lenguaje no es algo que con reglas gramaticales alcance a describir las emociones. El vínculo entre él y ella es tan profundo, antiguo y mágico que cambia las normas y utiliza tantos elementos como le sean necesarios para hablarnos de esa conexión. Él la vio tener miedo y protegerse porque no lo conocía; la vio extender su brazo para sentir por primera vez el suyo; la fotografió todos los días hasta convertirla en su musa, y mientras más tiempo pasaban juntos, más íntima era su conexión. Nadaban juntos, jugaban juntos; ella posaba para su lente como si supiera de lo que se trataba. Lo abrazaba con todos los brazos que quisiéramos tener para abrazar a quienes amamos. Él la vio sangrar, cazar, caminar; hasta que, un día, ella lo abrazó prolongadamente, como si supiera que sería la última vez que lo haría.
Con este documental, Foster hizo que el mito de la sirenas dejara de serlo al conseguir que este animal salvaje lo invitara a formar parte de su corta vida. Después de su último abrazo, el hombre la vio acompañada por un pulpo más grande que ella; era un macho, y durante semanas, ella se quedó escondida dentro de casa, protegiendo los huevos que cautelosamente resguardaba en el fondo de su guarida. Él la vio deteriorarse cada vez más; ella obsequiaba sus fuerzas para que sus crías pudieran ser parte de este planeta, tan siquiera por un instante.
Imagen: Netflix |
A la par, Foster iba interesándose cada vez más por la relación que tenía con su hijo, con su familia y con el resto de su mundo. Ella le enseñó el valor de esa conexión completamente libre de egoísmo. ¿Puede la "humanidad" del hombre compararse con la de este pulpo? Quizá las conexiones conscientes que podemos tener los seres humanos con nuestro entorno son inimaginables. Nuestros sentidos son el canal para alcanzarlo, pero la tecnología, los relatos prestados y los placeres instantáneos nos distraen de este último fin como especie. Nos deshumanizamos cada vez que preferimos pasar minutos de nuestro tiempo frente a las pantallas, utilizando cada instante para ver lo que otros hacen; pero lo que Foster nos demuestra es que nunca es tarde para plantearse una resignificación del uso de nuestro tiempo y de nuestros sentidos.
Pasar de ser visitantes de nuestro entorno a formar parte de este suena emocionante; pero realmente cuántos de nosotros podremos reconstruir nuestras vidas hasta poder sentirnos uno con el planeta. Quitarnos las ropas y sentir. Salir a las calles y sentir. Sumergirnos hasta el último instante de oxígeno y sentir.
Sentir, sentir y sentir, hasta que nos alcance el ciclo.
Mi Maestro el Pulpo —nominada a Mejor Documental en los próximos Óscar— está disponible en Netflix.
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